«Teníamos muchas ganas de volver a vivir esto»
La Bien Aparecida ·
Aún con restricciones sanitarias, miles de peregrinos regresaron al santuario de Hoz de Marrón para honrar en su día a la patrona de CantabriaSecciones
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Aún con restricciones sanitarias, miles de peregrinos regresaron al santuario de Hoz de Marrón para honrar en su día a la patrona de CantabriaEsther Miguel sube a la Bien Aparecida «desde que tiene uso de razón», pero hubo unos años que dejó de hacerlo. Hace poco sufrió un accidente de coche y «está viva de milagro». Por eso, decidió volver. Para encender una vela y dar gracias. Ahora, «con mucho más sentido que nunca». No fue la única que regresó. El santuario de Hoz de Marrón, la explanada, volvió a recuperar parte de su esencia. No toda, pero casi. Había ganas de volver tras la escueta celebración del año pasado por la pandemia. De ir a ver a la Virgen. De comer un pincho de tortilla en el Solana. De escuchar la misa de doce y comprar un rosario en uno de los puestos. Y, sobre todo, de agradecer. Que se lo digan a Itziar González. El año pasado, durante el camino desde Limpias, notó que «le estaba costando mucho subir». Más que otras veces. Por eso, empezó a sospechar que podía estar embarazada. Un año después, con Chloe en brazos, quiso acercarse al santuario para dar gracias.
Fue un 15 de septiembre aún anómalo, diferente de otros años, pero que empezó a parecerse a lo que era antes. Ya desde primera hora, la subida desde Ampuero presagiaba cómo iba a transcurrir el día festivo. El tiempo hizo lo suyo y el calor fue –sorprendentemente– otro de los grandes protagonistas de la jornada. La previsión de lluvia no se cumplió por la mañana. Los puestos, aunque menos que otros años, regresaron a Hoz de Marrón y, con ellos, el olor a quesada, empanada o rosquillas. El aforo limitado a 86 personas del interior del templo se compensó con casi trescientas sillas fuera y megafonía.
Que la Bien Aparecida recuperó parte de su identidad lo confirmaba Nacho Solana, propietario y cocinero del restaurante Solana. Su negocio existe desde hace cien años y se encuentra justo frente a la cruz de piedra del santuario. Un dato: los pinchos de tortilla. A eso de las diez y media había servido un 70% de los de cualquier jornada festiva normal. «El golpe fuerte de ventas ha sido sobre las nueve cuando normalmente suele ser antes, pero no nos podemos quejar». El año anterior estuvieron cerrados. Fue «durísimo». Es su día, mucho más allá del negocio. Es algo que vive toda la familia. «Estamos muy contentos de volver».
Otra referencia que marca la jornada es la venta de recuerdos en la tienda que se encuentra junto al templo. «No esperamos lo recaudado antes de la pandemia», aseguraba María Asunción Fernández, la responsable. De hecho, las primeras horas fueron bastante tranquilas. Cuando escuchaban desde la tienda la música del final de cada eucaristía, las empleadas se ponían alerta. Momento de compras. Tanto, que, tras la misa de doce, a Asun le cambió el gesto. «Ahora sí que podemos decir que el año está siendo mejor que el anterior».
Se recuperaron muchas cosas durante la celebración. No todas (la procesión tras la misa mayor no pudo celebrarse), pero sí algunas de las más importantes. Por ejemplo, la celebración del 'Rosario de las Antorchas' de la noche anterior, suspendido el pasado año. De hecho, en el aparcamiento, uno de los voluntarios comentaba que vio más peregrinos que nunca durante la noche.
Ya sea por tradición familiar o por devoción, miles de personas pasaron por el santuario de Hoz de Marrón. Los hubo que fueron andando, corriendo... También, los que subieron en coche. Incluso, en albarcas. Como Alejandro Díaz, vecino de Torrelavega, que desde muy pequeño «por tradición» sube con su familia a la Bien Aparecida. Desde hace cuatro años lo hace vestido con el traje y calzado tradicional cántabro (lleva hasta un pendiente con la estela). Eso sí, en esas circunstancias prefirió aparcar «el coche en Marrón y hacer el trayecto desde ahí». Rodolfo Cano llegó desde más lejos, pero en bicicleta. Junto a los compañeros del Club Mountain Bike Ramales no fallaron a la tradicional cita con la Buena Madre. Siempre suelen ir en un grupo de ocho o diez personas. «Venimos por el monte, por la sierra de Ramales y nos resulta mucho más sencillo». Lo decía ya arriba, entre el ir y venir por el pasillo de acceso. Entre cientos de personas. Los que no dejaron de venir y los que este año volvieron.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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