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La clave de la paz en Ucrania puede estar en las tierras raras, Europa anima a la explotación de materias estratégicas, España diseña un nuevo ... plan nacional, en Cantabria parece cercana la recuperación de la extracción de zinc... Rubén Pérez, subdirector de la Escuela de Minas, confirma que la efervescencia del sector llega a las aulas de Torrelavega. «Los estudiantes saben que trabajo no les va a faltar», apunta mirando más a la industria de las renovables, que a la propiamente minera. Aunque no lo parezca, ambos mundos están estrechamente relacionados.
–¿Qué está pasando en la minería? ¿Por qué está de moda?
–Es un momento de inflexión. Durante 40 años, Europa ha vivido de espaldas a la necesidad de satisfacer sus propias necesidades en materias primas que son fundamentales para el desarrollo industrial. Se juntan dos cosas, que estamos afrontando unos retos asociados a la transición energética con plazos muy concretos como el de reducir un 50% los gases de efecto invernadero para 2030 y que venimos de situaciones de crisis de suministros con la pandemia y la guerra de Ucrania. Desde el punto de vista de la geopolítica, para Europa es muy peligroso tener dependencia de terceros países y se ha marcado el objetivo ambicioso de que al menos el 10% de los minerales se extraigan en el continente. Ahora, en algunos casos, importamos el 100%. No solo extracción, también se dará importancia al reciclaje de minerales.
–Empezando por casa. ¿Qué le parece el proyecto para extraer zinc en Udías y Novales?
–Lleva unos años trabajando a través de permisos de investigación, que consiste en tratar de constatar que hay una cantidad del elemento de interés, en este caso puede ser el zinc y el plomo, y que pueda ser explotable porque es viable económicamente, pero también por su viabilidad ambiental. Si se confirma que es factible, pasará al siguiente escenario.
–Los estudios han arrojado datos positivos. ¿Puede acabar en un fiasco como el de la fallida mina del Besaya, que hablaba de crear cientos de empleos?
–Tenemos que ser muy prudentes en cómo se publicitan estos proyectos. Con la mina del Besaya, en su momento se trasladó la imagen de que se iba a volver a abrir un Reocín. Algo de esas dimensiones no va a volver. De hecho, lo que se hizo fue dar algunas concesiones caducadas de Reocín. Se podría llegar a situaciones de explotación o no. Son dos horizontes posibles. En el caso de Udías y Novales no se ha hablado de cientos de empleos ni inversiones millonarias. En ese caso la divulgación del proyecto está siendo más prudente y esa debe ser la línea porque los proyectos mineros son proyectos a largo plazo.
–Durante las últimas décadas ha habido canteras, pero no minas. ¿Ha perdido una oportunidad económica Cantabria por no explotar estos recursos antes?
–Las canteras son explotaciones mineras, pero de otra sección. Ahora en Cantabria tenemos explotación de áridos, pero también una minería de sales muy importante. En España, el 76% de las 2.630 explotaciones son canteras, que tienen una producción ineludible porque se necesita para construcción, edificación y para nuestro día a día. ¿Que el impacto unitario sea menor que los minerales? Posiblemente, pero son necesarios. En la industria minera hay un factor muy importante que es el precio de venta del metal. En el momento que se dieron los permisos (los de la mina del Besaya) el precio del zinc estaba muy alto, por lo que era una situación favorable para investigar. Ahora algo menos, pero están altos.
–Entonces, ¿era lógico no investigar y no extraer hace 20 años y es lógico hacerlo ahora?
–Sí, el mercado influye. Cuando planteamos la explotación de un yacimiento hay factores que son inherentes: tipo de mineralización, profundidad, características de la roca encajante y de la propia mineralización..., pero también el nivel de tecnificación. Esto es muy importante porque hay yacimientos que en un momento dado no son explotables, pero luego evoluciona la técnica y sí lo son.
–Una de las partes de la nueva estrategia nacional es recuperar antiguos yacimientos, como en Udías. La otra, buscar nuevos yacimientos. ¿Qué margen tiene aquí la región?
–La estrategia se basa en la búsqueda de materias primas críticas, no en materias primas que son metales base y que, como el zinc, no estarían en esa clasificación. Aun así, se revisa cada tres años según las necesidades. En 2020 no estaba el cobre y ahora sí. Como España, el marco de Europa se orienta en el sentido de garantizar la identificación de nuevos yacimientos, sobre todo en el ámbito de las materias fundamentales o estratégicas.
–Aquí habría zinc y plomo, pero no metales estratégicos...
–En Cantabria se explotó cobre, pero de forma puntual, en explotaciones pequeñas. Y se explotó también varita, en Viérnoles. Ahora mismo no hay planteamiento de explotación de esos recursos estratégicos. En Cantabria tenemos las sustancias identificadas concretas y no encajan con esos perfiles, pero todo pasa por investigación. Si no se investiga, seguro que no aparecerá. Lo fundamental es que la sociedad sea consciente de la necesidad de materias primas, que no demonice a la industria minera. Estamos en un momento de oportunidad histórica, de dejar de depender de terceros países y poder asumir la transición energética. Sin minería no habrá transición energética.
–¿Qué puede hacer el Gobierno de Cantabria?
–La acción la marca la disponibilidad de los propios recursos, pero sí es cierto que se pueden llegar a tomar medidas que favorezcan su desarrollo. Ahora mismo, en el caso de Novales y Udías, se está trabajando para tratar de acelerar los trámites. Eso se puede hacer. Ojo, cuando hablamos de acelerar, siempre se considera que no implique menoscabo de las obligaciones ambientales.
–Está en revisión la Ley Nacional de Minas, que data de 1973. ¿Hay que endurecer los condicionantes ambientales?
–Es de 1973, pero ha habido revisiones. Un cambio fundamental sería la agilización de los trámites. Lo que hay que tener en cuenta es que el horizonte de impacto ambiental cero no existe en minería. Todo proyecto va a tener una incidencia, pero la legislación que se aplica es amplia. Ningún proyecto minero se desarrolla sin evaluación ambiental favorable, que implica participación pública. Incluso hay requisitos económicos a modo de aval: si la entidad explotadora no lleva a cabo la rehabilitación, de oficio el Estado lo podría hacer con esos fondos.
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