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Parte del personal sanitario de la planta 3A del hospital comarcal de Sierrallana, posando con una de las donaciones.
«La gente nos ha llegado al corazón»

«La gente nos ha llegado al corazón»

Los trabajadores del Hospital Sierrallana agradecen las donaciones privadas que ayudan a luchar contra el virus

Martes, 7 de abril 2020, 07:01

La planta tercera del ala A del Hospital Sierrallana fue la que recibió, hace unas semanas, los primeros pacientes infectados por Covid-19. La realidad -que siempre supera la ficción- estalló de repente en las manos de los sanitarios y todo el material disponible, que antes era suficiente, ahora parecía poco. Es en esos momentos cuando hay personas que reaccionan acelerando procedimientos a los que la burocracia no llega. En el caso de esta planta del hospital torrelaveguense -una de las beneficiarias entre las numerosas donaciones que está recibiendo el centro- la acción coordinada de profesionales y empresas hizo posible la llegada a tiempo de termómetros, pulsioxímetros de dedo, tensiómetros, mascarillas o guantes para ganar la batalla al virus.

El mérito de llegar al final de esta carrera lo tendrán muchas manos: las de los donantes que se mojaron con el llamamiento de los sanitarios; las del personal implicado, y también un nombre propio, que es el que -según relatan sus compañeros- puso a andar la maquinaria. Ella se llama Mirian Guerra y es la supervisora de esta planta.

«Me da un poco de vergüenza hablar de esto», explica la enfermera cuya tarea es coordinar el trabajo de los sanitarios y del personal de esta unidad. «Fue todo sobre la marcha», recuerda. «De repente se decidió que la primera planta donde iban a estar los positivos fuera la nuestra y poco a poco vas viendo las cosas que faltan», describe. «En cada habitación necesitas material y, cuando tienes poco, tiras con ello en la unidad, pero a medida que vas llenando camas ves que necesitas más cosas», explica.

Por ejemplo se dio cuenta de lo necesario que era, en ese momento, tener asignado a cada paciente un simple termómetro digital «de los de casa», un tensiómetro o un pulsioxímetro. Era la única forma de que el personal estuviese menos expuesto y el paciente, mejor cuidado. «Para que te hagas una idea, teníamos que sacar un aparato de una habitación de un paciente con Covid-19 y meterlo, después de limpiarlo, en otro cuarto donde tenías a los sospechosos y eso es una exposición mucho mayor», argumenta. En ese momento, los suministradores del material para el hospital ofrecían plazos dilatados. «Como veía que iban a tardar empecé a mover contactos, unos conocidos y otros no, fui buscándome la vida», dice.

Su acción tuvo reacción. Primero pasó por la farmacia de su pueblo, Villapresente, y les pidió termómetros para comprar. «Me dijeron los que tenían y que podían venderme la mitad», aunque al final, como era para esta causa, «nos los donaron». Poco a poco fue moviendo la cadena y se sumaron las farmacias de Los Corrales, la de Cartes, otra de la Avenida Palencia de Torrelavega y de Soto Iruz.

«Los signos más típicos del coronavirus son la fiebre (para eso quería los termómetros) y la saturación baja, el nivel de oxigeno en la sangre», para ello necesitaba pulsioxímetros. Entonces se acordó de que la marca de supermercados Lidl los solía sacar a la venta y preguntó a un contacto, que le llevó a otro y consiguieron «cien», que le fueron donados, «aunque les ofrecimos comprarlos porque la Asociación Luchando por la Vida, que nos ayuda mucho, nos ofreció adquirirlos».

Cada día llegaba una sorpresa. «Los de Joselín nos trajeron sobaos, Telepizza o la Casa Azul de Unquera...», repasa Mirian mentalmente para no olvidarse de nadie, tampoco de los niños que les envían arcoiris y dibujos con mensajes que conmueven. «El apoyo te da aliento y ves que no estás solo, la gente se ha volcado y eso nos llega al corazón», afirma. La implicación de esta profesional le ha servido un reconocimiento extra.

«Es un pedazo de supervisora y todo el personal de la planta queremos agradecer su apoyo», indica la enfermera Gema Losas. «Ella siempre dice que, en estos momentos, hace falta corazón, y de eso a Mirian le sobra», sentencia. No es la única compañera que le agradece esa labor. «Gracias, Mirian, por hacer nuestras carcajadas más sonoras, nuestras sonrisas más brillantes y nuestro trabajo más fácil», le dedica la auxiliar de enfermería Marta Vélez.

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