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En uno de los cuadernos que tiene sobre la mesa de su despacho, sobresalen pósits de colores vivos para señalar hojas. Ahí ha apuntado previamente los datos que no quiere que se le olviden. José Miguel Tolosa (Zaragoza, 1962), Jefe Provincial de Tráfico de Cantabria, ... aguarda la entrevista para enviar una señal de alarma. Los accidentes en moto son ya los responsables de cuatro de las siete muertes que se han registrado en lo que va de año en la región. «Hay que hacer algo, no podemos seguir así», sentencia. En plena campaña de verano, su prioridad es que las estadísticas de fallecidos no aumenten.
–Las previsiones fijaban en 1,2 millones los desplazamientos en Cantabria entre julio y agosto. ¿Se están cumpliendo?
–Sí, ya estamos en cifras de circulación prepandémicas similares a las que había en 2019.
–¿Hay más desplazamientos pero menos atascos?
–Sí, la gente ya no veranea como antiguamente. Antes cogían un mes completo, ahora lo hacen por semanas. Hay, por tanto, más movimiento pero menos mogollón; más coches en las carreteras, aunque circulan de manera más fraccionada.
–Por desgracia, los accidentes mortales siguen estando presentes.
–Sí, es cierto. La DGT ha hecho público esta semana el dato de 2020. Murieron 1.370 personas, que es un 22% menos que el año anterior, pero hay que decir que coincide con la reducción de la movilidad por la pandemia y el estado de alarma, que se cifró en un 25%. No son cifras como para sacar pecho.
–¿Y en Cantabria?
–A principios de año dimos la cifra de trece, pero ahí se incluían sólo los fallecimientos registrados en las 24 horas siguientes al siniestro. En agosto siempre hacemos recuento con los que fallecen a posteriori. Han sido tres más. En total, 16. En 2019 fueron 18. Aquí es difícil extrapolar si la reducción se debe a las restricciones de movilidad o no.
–Unos pocos meses después de su entrada en vigor, ¿cómo valora la reducción de la velocidad en los grandes núcleos urbanos?
–Llevamos muy poquito tiempo, pero ya se está empezando a notar. Este cambio de filosofía no debe imponerse a base de leña, multas y radares a 30 kilómetros por hora. Es más un asunto de concienciación. Los conductores tienen que ir entendiendo que las ciudades son otra cosa, que la movilidad en el ámbito urbano está cambiando. Igual en Cantabria no es como en otros sitios, pero las grandes ciudades están llenas de bicicletas y patinetes. La movilidad ya no es como antes.
–Hay quien asegura que se siente «ridículo» conduciendo a veinte por hora...
–A mí me ha pasado para llegar al despacho. Cuando lo hago por la calle San Luis (Santander), que está 20, me he llevado más de un pitido. La gente aún no lo tiene asumido, pero en cuanto lo interioricen no pasará nada. Se verá normal. Además, ¿cuál es la diferencia de ir a 20 por San Luis o a 40? ¿Cinco segundos? Creo que estamos en pleno cambio de mentalidad en las ciudades y la circulación en ellas tiene que ser más pacífica. Así contaminamos menos, el ruido es menor y, ante un posible siniestro, de ir a 50 a ir a 30, la distancia de frenado es la mitad.
–Cambiando de asunto. ¿Cómo está la lista de espera del examen de conducción?
–Es que la bolsa de los tres mil y pico no es real de todo, porque no todo el mundo que tiene aprobado el teórico está listo para el examen de conducción.
–Las autoescuelas dicen que hacen falta más examinadores.
–Hemos conseguido uno más y otro itinerante, al menos hasta el mes de diciembre. Ahora tenemos diez, que es nuestra cifra. Aunque es cierto que hay que tener en cuenta que hay gente de vacaciones, también hay bajas y demás. El covid nos afecta todos. Aun así, hemos hecho entre todos un esfuerzo. Ellos no están haciendo su horario de verano para poder hacer más exámenes. Antes se arreglaba con las horas extras y ahora no se permiten. En Madrid lloro mucho para mejorar la situación. Estamos muchísimo mejor que en primavera, cuando más quejas hubo.
–¿Cómo va el año?
–Ya llevamos 7 víctimas mortales. Vamos a la par del año pasado. No podemos estar contentos, la verdad.
–Es lo que refleja su gesto.
–Es que nos preocupan muchísimo los motociclistas. De los siete muertos de este año, cuatro eran motoristas. El año pasado, de los 16 totales, otros cuatro.
–¿Qué está pasando?
–Los motoristas en la pospandemia han buscado la libertad que da la moto. Hay que hacer algo, la gente está saliendo más y se está matando. Aunque es cierto que las víctimas de este año no lo han sido especialmente por sus imprudencias.
–¿Qué se puede hacer?
–Todo lo posible. Cuando viene el Pegasus (el helicóptero de la DGT), se va para la zona de El Escudo, la N-623, que es uno de los puntos negros. Tenemos señalizados otros dos más. A la salida de Ramales hacia Los Tornos y en el puerto de San Glorio. Los hemos señalizado y aumentado la presencia de la Guardia Civil en esas zonas. En estos ocho primeros ocho meses del año, se han tramitado 788 denuncias a moteros. Es un colectivo en el que nos fijamos mucho. Es que una de cada cuatro víctimas mortales el año pasado a nivel nacional iba en moto.
–¿Hay más carreteras que le preocupen?
–Para el resto de vehículos, las de siempre. La S-10 a su entrada a Santander y la A-8 en el límite con el País Vasco. Son los dos puntos de circulación, en ese orden, con más intensidad de Cantabria. Después, los días de sol se complica el acceso a las playas.
–¿Y el nudo de Torrelavega, donde se cruzan la A-67 y la A-8?
–También, aunque especialmente por los atascos que se acabarán cuando concluyan las obras a finales del año que viene. Así que el próximo verano seguiremos igual.
–¿Son suficientes 180 guardias civiles de Tráfico para controlar todo este trasiego?
–No está toda la plantilla, pero hacen todo lo que pueden y más. Es cierto que hay momentos en los que harían falta más efectivos, pero es lo que tenemos.
–¿Han formulado muchas denuncias?
–Hasta esta semana se han tramitado 1.265 por usar el teléfono móvil al volante, 1.204 de alcohol y 957 de droga. Son cifras similares a otros años, menos el pasado que fue diferente por la pandemia. Además, la Guardia Civil estuvo centrada en otros menesteres, como controlar las salidas y entradas a los municipios cuando no se podía.
–¿Y las grandes infracciones?
–Hubo una época en la que es cierto que se acumularon los casos de los denominados kamikazes, los que entran en sentido contrario por voluntad propia. Hay otros, los imprudentes o despistados, que lo hacen sin darse cuenta. En este sentido, somos pioneros, junto con Galicia, en la instalación de señales de prohibido con fondo flúor. Muchos, al verlo, se detienen. Recientemente, por ejemplo, hemos detectado algún caso de estos que no ha trascendido.
–¿Algo que le llame especialmente la atención?
–El cinturón de seguridad. A estas alturas del año se han puesto 925 denuncias en Cantabria. Es interesante porque parece que toda la gente conducimos ya con el cinturón, que era algo superado y aceptado pero sigue habiendo un porcentaje elevado al que se le olvida.
–¿En qué más fallan los conductores cántabros?
–Como a nivel nacional. La distracción, principalmente, es la causa número uno de los accidentes, seguido del alcohol y la velocidad.
–Con la llegada de las nuevas tecnologías, ¿cómo está Cantabria de medios técnicos?
–Tenemos dos drones manejados por la Guardia Civil y puntualmente este verano ha venido un fin de semana un refuerzo desde la DGT de Madrid. A primeros de septiembre, queremos hacer la presentación en sociedad del nuevo dron que viene equipado con cámaras que permiten grabar todo tipo de infracciones, menos las de velocidad para las que no están autorizados.
–Para eso está el helicóptero, ¿no?
–Entre otras cosas. Ahora dependemos del centro de gestión de Galicia. El Pegasus viene dos o tres veces al mes. Me gusta que lo haga el fin de semana. Su labor es muy importante porque sobrevuela y denuncia lo que ve, incluida la velocidad, pero también por el efecto psicológico que se consigue en los conductores. La indicación es que vuele bajo, que se le vea. Incluso avisamos de su presencia en los paneles de mensajería de las autovías. La zona de Saltacaballo es una de sus zonas favoritas.
–Hablando de Saltacaballo, ¿cuándo entra en funcionamiento el nuevo radar?
–Yo quería que hubiera estado activo este verano. Teníamos el equipo montado a falta de que viniera el personal del Instituto Nacional de Metrología. Algo debieron ver mal que lo desmontaron y se lo llevaron. Es difícil que en lo que queda de temporada estival pueda activarse.
–El otro que está en la bajada de la A-8 en sentido Castro Urdiales no da abasto. Cada año ostenta el récord de denuncias...
–Sí, pero lo mejor es que ha ayudado notablemente a reducir la siniestralidad en ese punto, junto con otras medidas. En lo que vamos de 2021 se han registrado 27.000 denuncias en todos los pórticos que hay en la región. Ese, concretamente, ha formulado 11.000. Las cifras son similares a las de otros años. Pero el afán no es recaudador. El radar de Saltacaballo está pintado en fosforito, algo que también hacen en el País Vasco. En otros sitios de España no sucede esto. Yo quiero que se vean bien. La mejor función que puede hacer un radar es provocar que los conductores frenen.
–La queja suele ser que los de las carreteras convencionales están menos visibles.
–Aquí, cada vez más, eso sucede menos.
–¿Considera que hacen falta más radares?
–Quizás en esa misma zona, en A-8, muy cerca de la salida hacia Castro Urdiales, pero en sentido Santander. Allí hay una sucesión de curvas peligrosas y los coches se salen, pero la DGT está más por instalar radares en carreteras convencionales.
–¿Hay alguna carretera convencional candidata?
–No. Sólo teníamos como punto negro la N-629, que va de Colindres hacia Limpias. Allí instalamos el radar de tramo y ha sido mano de santo: siniestralidad cero. Este año ya lleva 3.700 denuncias.
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