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NACHO GONZÁLEZ UCELAY
Jueves, 12 de marzo 2020, 07:09
«Lo importante no es lo que ocurra, sino lo que la gente cree que puede ocurrir». Atribuida al cineasta Alfred Hitchcock, el mago del suspense, esta cita corre de boca en boca entre los principales analistas del comportamiento humano en estos días de psicosis general -con florecientes brotes de histeria- en los que un bacilo ha cambiado los hábitos ciudadanos hasta dejarlos irreconocibles. ¿Por qué? Porque están convencidos de que, en buena medida, la estabilidad socioeconómica en esta crisis del coronavirus va a depender justamente de eso. No de lo que está ocurriendo, sino de lo que la gente crea que puede ocurrir.
Dice Juan Carlos Zubieta, sociólogo y catedrático de la Universidad de Cantabria (UC), que el mundo está encarando un fenómeno poliédrico que afecta por lo tanto a todos los ámbitos. «Al sanitario, por descontado, pero también al político, al periodístico, al económico y al social». En este último, que es en el que él mejor se maneja, él ha observado que las costumbres de la gente han cambiado.
Zubieta, a quien le preocupa «la histeria colectiva que está generando esta crisis sanitaria», entiende que este comportamiento, común entre los ciudadanos, es absolutamente comprensible. «Hay miedo ante lo desconocido, hay miedo ante una amenaza que está controlada y que no se ve, porque es lo que tiene un virus, que no se ve».
Juan Carlos ZubietaSociólogo
Javier LastraPsicólogo
David Cantarero Economista
Además del miedo, continúa, «se produce otro fenómeno psicosocial que es el de la imitación». Según subraya a este respecto, a cualquier contagio emocional acompaña habitualmente una imitación de comportamientos. «Si mi vecino llena el carro de la compra, y el otro, y el otro también, yo terminaré pensando: 'pues, por si acaso, yo voy a llenarlo también'».
Zubieta, que aplaude la llamada a la calma realizada por el presidente de Mercadona, Juan Roig, ante la masiva afluencia de ciudadanos a los supermercados, comprende y disculpa estas actitudes porque el ser humano tiene una faceta que es la racional pero otra que es la emocional. «Nos movemos por las emociones, y las emociones son contagiosas», asegura.
Haciendo alusión a un principio de sociología al que ya ayer se refirió en este mismo periódico el catedrático David Cantarero -'La profecía autocumplida'-, Zubieta recita: 'Los hechos tenidos como reales, son reales en sus consecuencias'.
«Ese principio podría aplicarse ahora en un momento en el que tenemos como real que se va a producir un desabastecimiento, y entonces mi vecino llena el carro de la compra, y el otro, y el otro también y yo, por si acaso, pues acabo llenándolo también. Y al final, ese hecho que es tenido como real, pero que no es real, acaba teniendo como consecuencia el desabastecimiento de un establecimiento».
Bien. Y todas esas emociones ¿cómo se gestionan?
«Con la información correcta», dice el sociólogo, que apunta a políticos y medios de comunicación por igual.
«En estos casos es muy importante que la información que llegue a los ciudadanos sea totalmente transparente y rigurosa, proporcionada por gente solvente y con crédito. Eso y no dar altavoz a los que dicen majaderías o a los que improvisan».
Con todo, el sociólogo insiste en que este tipo de comportamientos, el miedo básicamente, son razonables.
«Desde el punto de vista psicosociológico, estas reacciones son perfectamente explicables, sobre todo por las múltiples consecuencias que pueden derivarse de una situación como ésta. Hombre, a mí me gustaría que la gente, y yo el primero, mostrara una actitud algo más racional, que tuviera la cabeza más fría, que actuara con un poco de lógica, pero me temo que eso es pedirle peras al olmo».
«El orden se ha roto», concluye el sociólogo. «Y cuando el orden se rompe se acaba con la racionalidad y en algunos casos hasta con los valores».
En la misma línea que Zubieta, Francisco Javier Lastra, miembro del Colegio Oficial de Psicología de Cantabria, considera que «es normal sentirse triste, estresado, confundido, asustado o enfadado» ante una situación de emergencia como ésta.
«Pero otra cosa muy distinta es que ese tipo de sentimientos se instalen en el estado de ánimo, nos angustien y acaben convirtiéndose en un fenómeno que interfiera en nuestra capacidad de gestionar la situación con eficacia o, peor aún, que se contagie y se extienda hasta suponer un problema añadido en la ya compleja situación sanitaria que estamos viviendo», avisa el especialista, que da algunas pautas para la gestión psicológica de la alerta por coronavirus.
Lastra coincide con su colega en que la buena información es esencial en este propósito. «Es importante que resolvamos nuestras dudas a través de los canales oficiales o contrastados; no caer en la sobre información -eso aumentará la sensación de riesgo innecesariamente, dice- y poner en cuarentena la información que circula por las redes sociales». En este sentido, también aconseja «no hablar permanentemente del tema, no difundir rumores o información falsa y, en cuanto a los niños, responder a todas sus dudas con explicaciones claras, sin mentirles pero sin abrumarles».
De otro lado, el psicólogo pide «plena confianza en la ciencia». Es importante seguir las recomendaciones médicas de prevención que determinen las autoridades sanitarias. Pero sólo esas. «Tomas más precauciones de las que los médicos consideran justificadas por la evidencia científica no nos dará más protección frente al virus y, en cambio, alimenta la angustia».
Lastra, que aconseja extremar los hábitos de vida saludables, pide igualmente la aceptación de los sentimientos.
«El miedo es una respuesta adaptativa que nos ayuda a mantenernos alerta y a tomar las medidas necesarias para minimizar los riesgos ante una dificultad». Por eso, explica, la Psicología insta a no rechazarlo ni a taparlo. «Debemos reconocer y aceptar nuestros sentimientos; y si es preciso, compartirlos con las personas más próximas».
Con ese manual de instrucciones, en el que igualmente caben «el humor» y «la experiencia», sociólogos y psicólogos dan por equilibrada la batalla emocional contra un fenómeno de imprevisibles consecuencias en términos económicos
Profesor titular en Economía de la Universidad de Cantabria (UC), David Cantarero cree que pueden producirse tres.
«La primera es qué consecuencias tendrá el menor suministro procedente de zonas dañadas, lo cual podría afectar a la cadena de producción de las empresas, sobre todo las importadoras. La segunda es cómo afectará el shock de demanda que hace difícil vender productos dada la actual restricción de consumo y fomento de compras de subsistencia. Y la tercera es cómo afectará el shock de oferta relacionado con la incertidumbre, algo perjudicial para cualquier sistema económico».
Según él, «el impacto final económico dependerá del grado de transmisión del virus según los distintos escenarios epidemiológicos y su efecto en cada sector». Y todo eso, cree el economista, «es algo que aún desconocemos, aunque combatir el miedo en la economía tiene que ver con cambiar las expectativas de la gente y para eso es preciso más didáctica, más y mejor información, relevante, transparente y fiable, que nos ayude a entender determinadas situaciones».
Cantarero, que piensa que es «más recomendable manejarse en escenarios proporcionados a la contingencia de cada momento, pues, de otra manera, estaríamos preocupándonos dos veces», entiende que, en cualquier caso, «lo importante ahora mismo es que el miedo no nos conduzca a la parálisis económica».
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