

Un globo para afinar con el tiempo
A la atmósfera ·
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La delegación de la Aemet cuenta desde hace un mes con un moderno equipo que lanza globos sonda dos veces al díaSon las doce y diez y hay que estar atento. Va rápido. Se abre la compuerta y sale disparado hacia el cielo. La dirección que toma depende del viento. Allí mismo, para los que pasan por la senda costera y quieran verlo, han colocado un cartel. Pone 'Estación automática de radiosondeo meteorológico. Hora de lanzamiento 11.15 y 23.15 UTC'. Ojo con lo de UTC porque es tiempo universal y aquí, a estas alturas del año, son las 12.15 horas, por ejemplo. Lo que lanzan es un globo lleno de helio que se eleva entre quince y veinte kilómetros en la atmósfera con una radiosonda que transmite datos cada diez segundos. La Aemet los lanza a diario desde 1986, pero antes era a mano. Desde hace un mes es un equipo nuevo el que lo hace. Tecnología finlandesa presente en muy pocos sitios de España (ocho).
La estación -con pinta de módulo espacial y con las bombonas de helio a un lado- está a pocos metros de la sede de la Aemet, junto al campo de fútbol del España de Cueto. Con vistas al mar. Allí han hecho una pequeña obra en la zona para acondicionar el terreno. Un robot insertado en el sistema coge cada día el globo, la sonda, toma helio de las botellas y lo suelta de forma automática. Un día a la semana o cada diez días se almacenan los globos y las sondas para que no falten llegado el momento.
«Se lanza dos veces al día, por la noche y a mediodía, siempre en tiempo universal. Y en otros muchos lugares del mundo simultáneamente a estas mismas horas. La meteorología utiliza datos tomados siempre de forma sincronizada para poder elaborar los mapas meteorológicos. Si cada uno lo tomáramos en un momento distinto no habría forma. Y esto nos va a proporcionar datos que luego se transmiten por la red de comunicaciones instantáneamente a todos los centros de cálculo de predicción numérica de tiempo en el mundo. Nos sirven para conocer el estado de la atmósfera, no sólo en superficie, como hace siglos, sino en altura», explica José Luis Arteche, el delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología. Sirve, en resumen, para obtener datos que ayudan con los modelos numéricos, con la predicción. Para afinar. Pero, llegado el caso, serviría para más cosas. Por ejemplo, para conocer el estado de la atmósfera en situaciones de mucha contaminación.
«Este equipo es -detalla- una estación meteorológica, en realidad. Lleva una batería. Transmite por una antena los datos a tierra. La humedad, la temperatura, la presión atmosférica y el viento (lo hace por posicionamiento: le siguen tres satélites y, como da datos cada diez segundos, se mide indirectamente por cómo se desplaza). Pero se podrían medir más parámetros, incluso de tipo radioactivo».
Mide al subir y mide al bajar. «Llega un momento que estalla. A esa altura de la atmósfera, con la presión muy baja, el globo se va dilatando hasta que estalla. Por el material del que está hecho llega a ser muy grande (entraría en una nave comercial con dificultad)». De hecho, por normativa, el equipo va acompañado de un paracaídas. Entre subida y bajada, una hora de recogida de datos. «Son sistemas caros que se utilizan en todo el mundo, en el orden de 1.000 o 1.500 observatorios y, a veces, más. Incluso en barcos como el Esperanza del Mar, del Instituto Social de la Marina», amplía Arteche mientras el globo del pasado miércoles por la mañana desaparece. Poco a poco, entre un mar de nubes.
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