Secciones
Servicios
Destacamos
El Instituto Cántabro de Estadística acaba de confirmar dos enunciados que debemos tener presentes. En primer lugar, la economía cántabra creció en 2017, por tercer ... año consecutivo, por debajo de la media española. La Cantabria de Revilla no funciona bien. En segundo lugar, el ritmo anual de crecimiento fue decayendo alarmantemente durante el año: si en el primer trimestre se subió un 2,9% comparado con los comienzos de 2016, al terminar 2017 esta velocidad había caído ya al 2,4%, dejándonos siete décimas por debajo de la velocidad nacional, que se había mantenido constante en un 3,1%. Cantabria ha ido a peor a medida que avanzaba 2017.
No es por eso extraño que la EPA nos haya señalado como una de las regiones donde más empleo se destruyó en 2017. Con datos de final de año, mientras en España aumentaba la ocupación en 490.000 personas respecto de 2016, en Cantabria disminuía en 3.200. Así pues, el dato del Producto Interior Bruto de los últimos tres meses es otra gloriosa derrota de la política económica de la región, y así llevamos toda la legislatura, poniéndonos unas veces morados y otras, anaranjados, pero siempre como el mismo balance: la decadencia. Por no haber crecido al ritmo de España, hemos dejado de producir cerca de 100 millones de euros, el equivalente a un presupuesto anual de la Universidad de Cantabria. Y por lo mismo, siguen entre los 42.000 parados muchas personas que podrían estar trabajando.
Con estas tendencias, la economía y el empleo de Cantabria son una parte cada vez más pequeña del conjunto nacional. Y si la consecuencia de 36 años de autonomía es la jibarización económica y social de la región, hay que empezar a cuestionarse muchas cosas.
La primera de ellas, la inexistencia de una política de desarrollo regional. Valga una anécdota. La Sociedad de Desarrollo Regional (Sodercán) decidió que tenía que gastar 35.000 euros en editar unas bonitas memorias sobre lo bien que lo ha hecho (a la vista está en la evolución del PIB que hemos comentado). Quizá parte de ese cuantioso dinero estaría mejor en sanidad, educación o atención a los más necesitados. Pero esto no es todo: al final el trabajo se adjudica a una empresa de Cataluña frente a sus competidoras cántabras. De modo que es nuestra propia sociedad de desarrollo la que, con sus magníficos criterios, exporta nuestro dinero para contribuir al PIB catalán. Mientras tan galanamente envía nuestros impuestos a Barcelona, el presidente cántabro reclama la estatua del Marqués de Comillas, que desgraciadamente no es comestible. ¿Cuántas empresas de Cantabria han realizado las memorias informativas de los órganos de la Generalitat de Cataluña en los últimos cuarenta años? Si el Parlamento fuese algo más que El Club de los Lunes en que se está convirtiendo, alguien de muy arriba tendría que dar explicaciones ciertamente embarazosas.
El PIB de Cantabria no va mal por casualidad. Lo más dramático es que los emergentes, en vez de corregir los defectos de los apoltronados, han adquirido todos sus vicios e incluso algunos de sus militantes. Empieza a necesitarse un partido regionalista en Cantabria; a ver si alguien se anima a fundarlo para que la gente se pueda apuntar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.