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El Gobierno de Cantabria se ha deshecho en un solo mes de sus dos lastres inmobiliarios más pesados. Primero fue la discoteca Aqua, vendida por 221.000 euros a una empresa naval. Y ayer, tras siete años de subastas fallidas, la Consejería de Economía consiguió ... dar salida a la residencia La Pereda, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, ubicado en una parcela privilegiada de Cueto, junto a El Sardinero, y cerrado y abandonado desde julio de 2012. La empresa madrileña Mundiresidencias pagará al Ejecutivo 28.120 euros al mes por un alquiler con opción a compra de 6,6 millones.
El futuro del edificio Marcano –como también se le conoce– seguirá vinculado al uso sanitario y asistencial, ya que la calificación del suelo no se ha cambiado ni se cambiará en el Plan General de Santander. Y esa es la intención de la compañía Mundiresidencias, que ya cuenta con un proyecto para renovar todo el inmueble.
A pesar de la alta demanda y de que casi el 100% de las 4.000 plazas de residencias en Santander están completas, nunca fue intención del bipartito volver a poner en funcionamiento la residencia con gestión pública. El coste de mantener el edificio vacío y sin uso ha sido tremendo durante las dos últimas legislaturas. Sólo la factura del IBI alcanza los 90.000 euros anuales. Pero el Gobierno no fue capaz de encontrar, hasta ahora, a una empresa interesada en hacerse cargo del inmueble de 9.000 metros cuadrados. En un principio, la residencia se tasó en 28 millones de euros, pero su valor desde entonces no hizo más que caer. En la primera subasta se fijó un precio mínimo de 6,5 millones, pero en la tercera bajó de nuevo hasta los 4,7 millones de euros.
Todo cambió cuando la actual Consejería de Economía decidió cambiar a un modelo de alquiler. Dos empresas se presentaron al concurso público fallado ayer: Azoliche y Mundiresidencias. Ambas firmas con amplia experiencia en el sector de la asistencia residencial.
Azoliche, fundada en julio de este año y con sede social en Majadahonda (Madrid), está vinculada al grupo Medinaceli, que lleva desde 1991 gestionando residencias de la tercera edad con una presencia destacada en Madrid, aunque también cuenta con un centro en Soto de la Marina desde hace ocho años. Esta compañía ofertó un alquiler de 27.500 euros al mes para hacerse con La Pereda, 620 euros menos que Mundiresidencias. También presentó una cifra para la opción de compra 120.00 euros más baja que la ganadora.
Las mismas razones por las que La Pereda cerró en 2012 obligarán ahora a hacer un desembolso millonario para reabrirlo. La empresa Mundiresidencias tiene previsto invertir cuatro millones de euros, pero no sólo para adaptarse a ley, sino para convertirla «en un centro residencial moderno y referente», señalaron desde la propia firma.
Según el informe del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (Icass) en el que se basó el Gobierno de Ignacio Diego para clausurar el inmueble, La Pereda no cumple los requisitos de Protección Civil en cuanto a evacuación, y las condiciones de seguridad y salubridad son «manifiestamente mejorables». Tampoco reúne las condiciones para atender a personas con discapacidad.
Además de solventar estos problemas, Mundiresidencias cuenta ya con un proyecto que incluye espacios para centro de día, apartamentos tutelados, huertos para mayores, una piscina en la que realizar terapias acuáticas, un servicio con especialista médico y enfermería 24 horas. En total, se ofertarán 180 plazas –residían 94 cuando se cerró–, la mitad de ellas con habitación individual. La empresa también calcula que contratará a un centenar de trabajadores para atender a los residentes. El objetivo, según confirmaron desde la propia compañía tras confirmar que su oferta fue la ganadora del concurso público, es comenzar las obras este mismo año y reabrir las puertas de la residencia Marcano en 2019.
Aunque Mundiresidencias es una empresa de reciente creación –mayo de este año– sus propietarios acumulan doce años de experiencia en el sector asistencial. No en vano, dirigieron hasta hace pocos meses el grupo Baugestión, con tres residencias en Valladolid, Burgos y Gijón, con un total de 535 camas y 112 plazas de centro de día. A comienzos de año vendieron la firma al grupo valenciano La Saleta Care. En 2016 –último dato disponible–, Baugestión registró ingresos de 12 millones de euros con una plantilla aproximada de 300 trabajadores.
Los futuros gestores de La Pereda fueron reconocidos el año pasado por un proyecto para mayores con demencia que desarrollaron en su residencia de Gijón. El premio nacional 'Nutrisenior', al que se presentaron medio centenar de centros de toda España, reconoció las buenas prácticas alimentarias de esta empresa.
Pero su proyecto 'Sabores de vida' iba mucho más allá de contar con una buena cocina para los residentes. El centro adaptó su sala de descanso y la transformó en una habitación de los años 60-70, para que evocase su pasado a los pacientes con deterioro cognitivo. Utilizaron decoración de la época, grabaciones de radio de aquellos años, revistas, canciones y, además, platos típicos que les permitiesen recuperar sensaciones y sabores.
«El objetivo es estimular la reminiscencia o recuperación de acontecimientos de vida significativos de las personas mayores con deterioro cognitivo, y recrear la elaboración y degustación de comidas típicas y tradicionales de la comunidad autónoma», señalaron en su momento los responsables del proyecto, que podrían poner en marcha algo similar en la futura residencia La Pereda.
Mundiresidencias tendrá que realizar una importante inversión, cifrada por ellos mismos en torno a los 4 millones de euros, para adaptar las habitaciones a la legislación actual. Cuando la residencia echó el cierre, en julio de 2012, tan solo un tercio de las habitaciones estaban adaptadas y en el resto existían deficiencias. A ello hay que sumar los efectos del paso del tiempo, porque desde que los últimos seis residentes que aguantaron dentro hasta el último momento salieron por la puerta, este centro de atención a la dependencia, hogar de decenas de mayores durante más de una década, quedó clausurado y abandonado.
Un sistema de videovigilancia ha impedido que el edificio vacío fuera víctima de los vándalos. Aunque sí han existido robos y hay cristales rotos y mucha suciedad acumulada, se mantiene en condiciones dignas y los jardines están igual de cuidados que cuando estaba a plena actividad. Desde el exterior también se aprecian goteras en algunas estancias, persianas rotas, placas metálicas arrancadas e, incluso, han crecido plumeros en cornisas. Todo esto, evidentemente, se solventará con las obras previstas para reformar y reabrir el centro.
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