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El 'proyecto del siglo' sólo resistió dos años las expectativas del sobrenombre con el que lo bautizó Miguel Ángel Revilla. La Fundación Comillas, una vez que se cerró el grifo de la financiación del Estado en 2012, y sin que cuajaran proyectos tan ambiciosos como ... Colegios del Mundo, deshinchó sus aspiraciones y sólo el Máster en ELE (Español en Lengua Extranjera) sostiene, a día de hoy, un centro deficitario. Ni rastro de los miles de alumnos extranjeros que iban a llegar a Cantabria para aprender la lengua, ni tampoco de los focos mediáticos de su presentación en la sede de la Unesco en París. La salida del Estado, junto con la desaparición de varios patronos y la inestabilidad en la dirección, dejaron en coma un proyecto que, ahora, Pedro Sánchez se ha comprometido a resucitar.
De la reunión que ambos presidentes celebraron en La Moncloa el mes pasado salió el compromiso de volver a apostar por Comillas. No se adelantó demasiado aquel día, pero sí se dio un paso clave para garantizar el futuro de la universidad: el regreso del Estado y la inversión pública al proyecto. Un cambio drástico frente a la postura mantenida por el anterior Gobierno del PP, que se desentendió del asunto y empujó al Ejecutivo cántabro a pelear en los tribunales el incumplimiento del anterior acuerdo.
El consejero de Cultura y el ministro del ramo ya han mantenido tres conversaciones sobre lo que debe ser la nueva Fundación Comillas. Aunque la filosofía de fondo no cambia -la enseñanza del español- sí habrá novedades que buscarán ampliar el espectro de alumnos que se interesen por la universidad. Entre ellas, diversificar la programación y promocionar la lengua a través del cine, la música y la literatura. «Hasta ahora se ha centrado sólo en el aspecto filológico y didáctico, pero no está funcionando y no hay respuesta del público. El objetivo es intensificar la cultura hispánica en el mayor grado de excelencia posible con un formato menos académico y mayor amplitud de miras», destacó Francisco Fernández Mañanes.
En pocas palabras, lo que el Gobierno cántabro busca es imitar el modelo de la UIMP en Comillas; convertirla en una sede cultural y educativa fuera del periodo estival con los mismo mimbres que han hecho de la UIMP un referente internacional, a través de cursos, seminarios y actividades de corta duración que no obliguen a los alumnos a atarse durante cuatro años a un grado o postgrado.
No sería la primera vez que se intenta una experiencia de este tipo. Ya hace ocho años, la Fundación organizó en Santillana del Mar un Encuentro Iberoamericano, bajo el auspicio de Carlos Fuentes y la presencia de Belisario Betancur, Nélida Piñón, Antonio Garrigues y Alfonso de la Serna, que no terminó de fructificar.
Este plan se encuentra aún en una fase germinal y, como subrayó el consejero, aún es «prematuro» hablar de acciones concretas, pero los patronos de la universidad parecen estar en la misma sintonía sobre el futuro inmediato del proyecto, una vez asimilada la enorme dificultad de pelear con otras universidades españolas que, desde hace años, son una referencia de la enseñanza académica del español, como la de Salamanca o la de Alcalá de Henares.
No en vano, el exdirector del Proyecto Comillas entre 1994 y 1997 -todavía no Fundación-, Felipe Gómez-Pallete, ya avisó hace diez años, cuando se lanzó la idea de convertir la universidad en un centro para la enseñanza del español, de que «la promoción y enseñanza especializada de la lengua es una apuesta que se sitúa en un nicho muy concurrido, como La Rioja o Salamanca».
Además de dar un giro a su programación, con el Instituto Cervantes y la propia UIMP como aliados, Comillas mantendrá las apuestas que sí han funcionado, como el máster de ELE. «En el extranjero hay una necesidad imperiosa de profesores de español, consolidado ya como un segundo idioma en muchos de ellos. Lo que debemos preguntarnos es qué tipo de demanda tiene ese mercado», señaló Fernández Mañanes.
Si el Gobierno consigue resucitar Comillas con este nuevo convenio, habrá logrado lo que lleva dos décadas intentando: dar forma a una idea que le permita explotar el potencial de una lengua que hablan 470 millones de personas. Pero los proyectos nunca han acompañado esa expectativa. Los problemas con el dinero, los cambios de Gobierno o el desinterés con el paso del tiempo han acabado frenando todas las iniciativas.
Comillas es un ejemplo. Quizá sea el ejemplo en mayúsculas. La historia de este proyecto, que se remonta a los años noventa, antes de que entrasen en juego otras denominaciones, actores y circunstancias, permitió que la región fuese escenario de algunas cumbres de literatos, científicos, artistas o pensadores, y que se intentara construir en Cantabria un centro del conocimiento con la lengua y la cultura iberoamericana como coartadas. Hasta García Márquez habló y avaló el asunto.
En 1994, un año después de que la Caja de Ahorros de Santander y Cantabria comprase los terrenos y edificios centenarios y neogóticos de la Universidad Pontificia a la Compañía de Jesús, arrancó el proyecto Comillas original. Durante esta etapa, el proyecto recorrió medio mundo en una especie de frenético 'tour' institucional para recabar apoyos públicos: París, Venezuela, México, Marruecos o Estados Unidos, y recibió el respaldo de Enrique V. Iglesias, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, y del por entonces vicepresidente de la Comisión Europea, Manuel Marín.
La iniciativa tuvo nombres y fines de lo más seductores: quería ser un «banco de talentos», un «espacio para el pensamiento de la vida» o una «gran fábrica de ideas» según fueron recogiendo los periódicos. La intención del proyecto superaba la mera enseñanza universitaria, de hecho, según Gómez-Pallete, la idea no era competir con las universidades al uso, sino instaurar una nueva manera de aprender y transmitir.
En 1997, Caja Cantabria dio marcha atrás al proyecto, cerrando abruptamente la primera etapa de la Fundación Comillas, una etapa de concepción humanista y con miras internacionales que generó muchas expectativas. Lo cierto es que, a pesar de los cambios en el patronato, el paso del tiempo y de los vaivenes políticos y económicos, la denominación del proyecto ha sobrevivido, aunque permaneciendo en estado larvario durante años.
En septiembre de 2015, Revilla presidió por vez primera en la legislatura el Patronato de la Fundación. Sus declaraciones al término de la reunión encendieron de nuevo la llama del proyecto. Sin concretar en exceso, el líder regionalista anunció un plan para reactivar Comillas como sede de una gran universidad del español con miras internacionales. Pero pasaron tres años sin noticias, más allá de la pelea en los tribunales con el Estado para que pagara los más de 15 millones de euros comprometidos y que nunca llegaron.
De hecho, ésta es la primera vez en la legislatura que se asocia Comillas con una buena noticia. Hasta ahora, el proyecto sólo ha servido para dilatar los enfrentamientos políticos en el Parlamento. Ciudadanos, que sirvió de bastón al bipartito para aprobar el Presupuesto de hace dos años, ha pedido una auditoría de la Fundación, apuesta por privatizar su sede y se plantea solicitar una comisión de investigación sobre el campus del español.
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