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En el juzgado, a comienzos de semana, aún no se había reclamado el cuerpo. Y tampoco tenían notificación de la embajada respecto a la búsqueda de los familiares. Pero es sólo cuestión de trámites. De papeles. Porque Gogfrey Kofi Buabeng, uno de los dos ... fallecidos en el hundimiento del Vilaboa Uno, sí tiene quien le espere. Muchos, de hecho. Aquí, en España, donde hizo buenos amigos, y en su país, Ghana, donde le llora su familia desde el mismo día del accidente. Es sólo cuestión de tiempo que, por fin, descanse en paz.
Fue una allegada de Gogfrey la que contactó ayer con El Diario Montañés. Arrinconada por la popularidad -lógica- de su compañero Fali en el Barrio Pesquero y por la búsqueda desesperada de Walter Jhon en alta mar, la historia del cocinero del Vilaboa quedó en un segundo plano. Hasta el punto que el único dato oficial que se conocía es que su cuerpo seguía pendiente de que alguien se hiciera cargo. Pero este hombre de 58 años y que llevaba más de veinte en España tiene muchos amigos interesados en poner su nombre en su lugar.
Estaba «muy arraigado» en Cantabria. Tanto, que vivía aquí desde hace unos 18 años. Primero, en Santander, aunque últimamente se había trasladado a la zona de Guarnizo. En los últimos tiempos estaba, de hecho, muy ilusionado porque estaba a punto de finalizar los trámites para obtener la nacionalidad española. Todo, sin perder el hilo con su país natal. Allí vivían su mujer, sus dos hijos y sus dos nietos, para los que mandaba dinero periódicamente. El salario que obtenía de una larga trayectoria en la mar. Era cocinero y durante años se embarcó en buques de altura que pasaban largas temporadas lejos de puerto. Por eso, últimamente andaba especialmente contento, porque tras enrolarse en el Vilaboa Uno podía pasar más tiempo en tierra. En casa, con los suyos. Amigos de su país que vivían aquí (compañeros, muchos de ellos, de profesión) «y también muchos amigos españoles». Los que hizo en Santander. Estos días unos y otros comentan, precisamente, la cantidad de saludos y condolencias desde todo el mundo que están recibiendo a través de mensajes en las redes sociales. El resultado de muchos años de mar, de compañerismo y de tripulaciones en océanos que no saben de nacionalidades.
Ellos están en contacto con su familia y confirman que están enterados desde el primer momento de lo sucedido. Desde el día en que el Vilaboa Uno se fue al fondo y el Ave Fénix recogió su cuerpo del Cantábrico. Que su tío, un sacerdote católico en Ghana (Gogfrey era creyente) es el enlace con el que van resolviendo los numerosos trámites necesarios para la repatriación. Es complicado. Ha ido despacio (la identificación indubitada, la notificación a la embajada, los días festivos...). Por eso desde el juzgado transmiten que aún no se ha completado el proceso. Pero no por falta de interés.
Hay, de hecho, una funeraria que ya está pendiente del visto bueno para ocuparse de todo aquí y también en contacto, a través de su oficina en Madrid, para que allí, en África, todo quede atado. Y el armador del Vilaboa Uno, según ha podido saber El Diario Montañés, en comunicación con la familia, les ha asegurado que se hará cargo de todo. Del último viaje de Gogfrey Kofi Buabeng.
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