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Hace ya quince años, un doce de octubre, el entonces –y ahora– presidente del Gobierno de Cantabria anunció 'el proyecto del siglo', en una improvisada rueda de prensa en el cuartel de la Guardia Civil de Santander. Desde entonces hasta hoy, la idea de generar ... en Comillas un centro de enseñanza del español capaz de atraer a miles de estudiantes de todo el mundo, se ha demostrado inviable. Desde el momento de la presentación de la idea se pusieron de relieve los inconvenientes de la misma: la competencia asentada de Salamanca, Madrid, Sevilla... la ausencia de un entorno que facilite el contacto con el idioma –carencia de cines, teatros, población, etc– el alejamiento físico del edificio del Seminario Mayor respecto del pequeño casco urbano de Comillas...
A pesar de los reparos fundados, el Gobierno decidió dar luz verde a la idea y, como primer paso, se procedió a la restauración y transformación de una parte del edificio, una joya del modernismo diseñada por Martorell y concluida por Domenech i Montaner. La obra de rehabilitación de una parte del viejo seminario ha sido ejemplar y ha supuesto la salvación de uno de los inmuebles más significativos de nuestra comunidad autónoma.
Frente a esa realidad de la recuperación parcial del Seminario Mayor, pronto se vio que atraer hasta el norte de España a estudiantes chinos, alemanes, indios, sudafricanos, norteamericanos, etc. era una tarea poco menos que imposible. Con el relevo en el Gobierno regional y con José María Lassalle en la Secretaria de Estado de Cultura, se pergeñó una alternativa razonable: transformar la idea en otra más integradora, con la colaboración del Instituto Cervantes para activar una plataforma de perfeccionamiento del español, para profesores de nuestro idioma como lengua extranjera. Lo cierto es que no hubo receptividad ni por parte del gobierno regional ni de quienes tuvieron la idea inicial, especialmente el PRC.
Ha sido ahora, de mano del nuevo consejero socialista de Educación de Cantabria, Fernández Mañanes, cuando se aborda la situación con ideas claras y con los pies en el suelo. El actual responsable de la Educación en Cantabria ha asumido que la idea de crear en Comillas una «gran factoría de enseñanza del español» se ha demostrado imposible. Y, al mismo tiempo, considera esencial aprovechar la importante inversión realizada en el seminario comillano, para impulsar actividad en la villa de los arzobispos. El pasado domingo, Gonzalo Sellers explicaba con precisión la idea de Francisco Fernández Mañanes en estas páginas de El Diario Montañés y las palabras del consejero ratificaban el fracaso del viejo proyecto: «La apuesta exclusiva por lo filológico no está funcionando, no hay respuesta del público». Ese mismo día el presidente Revilla, en Cabezón de la Sal, asumía el golpe de timón que Fernández Mañanes ha dado al proyecto Comillas, con un planteamiento similar al que presentó, hace años, José María Lassalle.
El cambio de rumbo hace recuperar la esperanza en que Comillas cobre vitalidad en los meses no estivales. También supone aprovechar las aulas, biblioteca y demás instalaciones nacidas de una importante inversión público-privada, tras la restauración del ala este del seminario mayor, a la que hay que añadir la rehabilitación de la iglesia, elemento central del edificio. Es esencial internalizar que, la falta de empuje del proyecto Comillas no reside en la ausencia de financiación, ni en el hecho de que una parte del edificio, de gran valor histórico y artístico, esté en ruinas, porque con el espacio ya rehabilitado y bien dotado ha habido capacidad y tiempo suficiente para activar la idea y permitir que se autofinancie. Esa falta de fondos afecta a la culminación de la obra de rehabilitar el resto del seminario, una inversión importante y, desde luego, necesaria. Pero la ausencia de dinamismo proviene del proyecto en si mismo, porque la utopía de levantar en Comillas una gran 'factoría' para enseñar español nunca fue debidamente testada y el tiempo demuestra que no es realista.
Con el cambio de rumbo imprimido por el consejero de educación, renace la esperanza de que aquel proyecto del siglo sea, al menos, una realidad para unos años y que la esperanza de los comillanos y de esa zona de Cantabria, no se vea defraudada tras las expectativas generadas por las ilusionantes promesas gubernamentales. Fernández Mañanes ha demostrado que es un político con ideas claras, capaz de afrontar los retos más espinosos y que aborda los problemas de frente.
Se ha perdido mucho tiempo en la activación de la inversión realizada en Comillas, pero todo apunta a que se presenta una nueva oportunidad para rescatar la idea de generar una actividad atractiva, autosuficiente y demandada en el viejo seminario de Comillas. No se debe perder de vista que, cuando se trata de hacer realidad una idea, es preciso que ésta sea viable, porque habilitar espacios y proyectos que terminen siendo una pesada carga económica para los cántabros, es lo contrario al desarrollo.
El problema del proyecto Comillas no es la falta de fondos, porque se han invertido muchos millones y se ha puesto a disposición de la idea unas aulas e instalaciones más que suficientes. El talón de Aquiles es la propia idea, que se llevó adelante sin un estudio riguroso de la posible demanda. Debemos tener esperanza en que este giro que va a imprimir la consejería de educación, sirva para enmendar viejos errores y poner en uso una inversión de gran calado, que ahora apenas tiene utilidad.
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