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Ha pasado un mes desde que Yuliia Omelyanenko dio a luz a Emilio, el primer niño cántabro-ucraniano. El tiempo suficiente para darse cuenta de que quería criar a sus dos hijos en Ucrania. «Aquí no tengo el riesgo de que caiga una bomba al ... lado. Pero tampoco puedo evolucionar así. Es un poco frustrante». Aunque ella se reconoce «agradecida» con el trato que ha recibido por parte de las instituciones y de la sociedad en general, la realidad es que aquí siente que no puede desarrollar su vida. A la falta de adaptación y de trabajo se suma la dificultad para aprender el idioma. «Es complicado hacer mi vida entre cuatro paredes con mis dos hijos. Aprender español desde cero es muy complicado y desde que llegué pienso en volver», expone. Y no es la única.
1.198 solicitudes de protección temporal se han realizado en Cantabria desde el inicio de la guerra.
395 refugiados ucranianos se encuentran a día de hoy bajo tutela de Cruz Roja en la región.
31 ucranianos han abandonado el programa de atención a refugiados de Cruz Roja.
Han pasado casi cuatro meses desde que comenzó la invasión rusa, que trajo a Cantabria a más de un millar de ucranianos –1.198 solicitaron la protección temporal–, y el sentir de Omelyanenko es el de muchos de los refugiados. Halyna Klevan, dueña de la tienda ucraniana del centro de Santander que organizó los primeros envíos de ayuda humanitaria al país, conoce en primera persona la situación de sus compatriotas. «Muchos vienen a la tienda o me llaman para contarme que se quieren ir. Me dicen que darán las gracias toda la vida a los cántabros por cómo se han volcado con ellos, pero que necesitan irse y continuar, dentro de lo que cabe, con su vida», relata.
Iryna Zhokova
Klevan explica que se marchan por diferentes motivos. «Para empezar, muchos llevan en shock desde que llegaron. No consiguen superar lo que han visto y padecido, ni la muerte de algunos de sus familiares». Y añade que «también sufren un gran choque cultural. Su situación emocional es complicada y por lo general no se esperaban que la guerra se fuese a alargar tanto tiempo». Klevan empatiza con ellos y entiende que «no quieren ser estorbos. Tenían su vida, su trabajo y quieren intentar recuperarlos». Es el caso de Iryna Zhokova, sus dos hijos y su madre. Son de Kiev y allí regresan. «Nos vamos porque nos sentíamos una carga. Damos las gracias a todos por todo, pero es hora de regresar. Me llamaron para trabajar en Kiev y veo que tengo más posibilidades de prosperar allí. Aquí, sin saber español, es muy complicado», comparte.
Halyna Klevan
Y a la lista de motivos por los que los refugiados quieren regresar, hay que sumar uno más. La presión de los familiares para que vuelvan, especialmente los de avanzada edad. «La situación se va estabilizando poco a poco, y allí viven sus padres, que son mayores. Les necesitan. Todos los días me lo dicen. Echan de menos su país y su país les echa de menos a ellos», señala Klevan. En el caso de Yuliia, su familia le pide que regrese para conocer a Emilio. Y ella guarda la esperanza de que su marido también pueda conocer a su hijo: «Sueño con ese momento».
Tatiana Chmohehko vive una circunstancia similar. Ella lleva 19 años afincada en Cantabria. Abandonó su país, muy a su pesar, por la «lamentable» situación económica en la que se encontraba. Por eso su cuñada y su sobrino escogieron la región como destino de refugio cuando estalló la contienda. «Dentro de todo lo traumático que han vivido, al menos iban a estar con nosotros». Dos meses y medio después, su cuñada decidió marcharse;pero lo hizo sola. «Se sentía una carga y se agobió. Para nosotros no lo es en absoluto, pero vivíamos seis personas en un piso muy pequeño en Miengo. Además, su marido, que es mi hermano, vive allí y ha estado muy angustiada. Todos los días pensaba en reencontrarse con él». Respecto al hijo, todos creyeron que lo mejor era que se quedara en Cantabria. «Va al colegio y está contento. Aprendiendo todos los días. Su situación en Ucrania sería mucho peor», detalla. Aunque esperan que llegue el momento en el que vuelvan a estar todos juntos.
Tatiana Chmohehko
Es difícil cuantificar el éxodo de refugiados ucranianos debido a que nunca hubo un registro regional. Y es que muchos de ellos llegaron a Cantabria por vías alternativas a la oficial, coordinada por Cruz Roja. «Nos consta que 31 personas han abandonado nuestro programa de atención a personas refugiadas en Cantabria. Y 395 permanecen», explican desde la organización. «Los motivos los desconocemos. Puede ser que hayan regresado a Ucrania o que hayan encontrado otro alojamiento aquí».
Yuliia Omelyanenko
No todo el mundo corre la misma suerte. Hay quienes quieren volver y no pueden. Los padres de Oleksandr Boiko son de Kiev y llegaron a Cantabria días antes del comienzo de la invasión rusa a Ucrania. «Están deseando poder coger las riendas de su vida de nuevo, pero en Kiev se siguen produciendo bombardeos y dicen que prefieren esperar. Es lógico. No quieren jugarse la vida. Y yo también me quedo mucho más tranquilo», indica.
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