El gran desafío teleformativo

Hoy, María Pereda comenzará a tomar clases por Skype y añadirá esta tarea al trabajo académico que realiza cada mañana. Esta alumna de la UC percibe que la docencia virtual en la ETS de Ingenieros Industriales y de Telecomunicación, no sin esfuerzo, va tomando forma. Tras un arranque teleformativo algo confuso, «los profesores han ido estructurando cómo van a dar sus asignaturas», explica en conversación telefónica. Alumna de 3º, delegada de estudiantes en Industriales, destaca, en este sentido, el seguimiento de la enseñanza que están realizando el director y la subdirectora de la Escuela:«Están poniendo todo de su parte para detectar necesidades, para que se mantenga el ritmo formativo, etc.».

La crisis derivada de esta pandemia puede que deje alguna huella en el comportamiento social –«No sé si durará mucho tiempo en nuestra memoria, aunque creo que saldremos de esto más humanos», dice–, pero seguro que lo dejará, piensa María, en el sistema de enseñanza: «Creo que traerá un cambio muy grande en la educación. Y creo que es importante que la Universidad de Cantabria aproveche para dar un paso más en la teleformación».

A Enrique Rodríguez la obligación de confinarse en su domicilio le pilló con la estrategia académica del máster ya bien estructurada y con el Dropbox lleno de materiales. Ahora, la comunicación con el profesorado fluye «sin problemas» por correo electrónico. «Yestán abiertos y pensando en otras formas de comunicación», añade este alumno del Máster en Formación del Profesorado de Secundaria de la UC.

Por el momento ha sido suspendido oficialmente su periodo de prácticas en centros educativos, y Enrique opta por centrarse en los trabajos que le quedan y, sobre todo, por armarse de serenidad: «Lo tomo con paciencia. Es una situación excepcional, así que esperemos a ver qué pasa».

¿Transformará esta crisis a la sociedad? «Yo espero que sirva para concienciar a la sociedad de la importancia de participar en movimientos sociales, movimientos de ayuda al ciudadano», contesta. Y también cree que dejará marca en la educación, de modo que la teleformación no será algo necesariamente puntual: «Creo que ayudará a modernizar e introducir las nuevas tecnologías, que no se vean como un recurso ajeno, sino como un recurso más».

Alma González consulta a diario el correo electrónico y se pone manos a la obra con las tareas académicas que aparecen en la bandeja de entrada. Dedica por entero las mañanas al estudio y a resolver dudas con el profesorado de la UC. Algunas tardes y los fines de semana rompe con esa rutina para evitar que la semana sea homogénea, que se acabe desdibujando.

Mantiene esa forma de organizarse desde que arrancó el periodo de confinamiento, por lo que ha experimentado las fortalezas y debilidades de la teleformación: desde los problemas iniciales de conexión con la plataforma Moodle por la concurrencia de usuarios, hasta la posibilidad de realizar telemáticamente una prueba de control en una de sus asignaturas, pasando por cierta «sobrecarga de trabajo». En cualquier caso, reflexiona, esta situación será «un punto de inflexión en la enseñanza a distancia» de la UC.

Como universitaria siente que se juega mucho, siente incertidumbre, y le gustaría que los equipos docentes considerasen el coste del aprendizaje en esta situación: «Me gustaría que tengan en cuenta que, en estas circunstancias, se tarda más en aprender».

Cada mañana Laura Somarriba dedica un par de horas a resolver tareas académicas, pero está convencida de que ampliará su tiempo de estudio cuando la teleformación acabe de despegar en el Grado de Derecho de la UC. De momento, accede a una clase telemática y a los contenidos que el profesorado va alojando en el aula virtual. «Es una alteración y es un reto para todos: para alumnos, profesores y para la Universidad», concede, y por eso entiende que hay que dar margen para que todos los actores se resitúen en el nuevo escenario teleformativo. Además, extiende esta reflexión a toda la sociedad: «Estos días se nos exige que mantengamos el ritmo, pero también tenemos que darle importancia a un hecho: estamos confinados en casa y tenemos que adecuarnos a eso primero».

Esta situación inédita, cree, transformará la relación entre la educación y la tecnología, y también ayudará a valorizar las acciones cotidianas, como ir a clase. Hasta entonces, capea la «incertidumbre» por los exámenes y las fechas con estudio, rutinas flexibles y contacto con los suyos.

E s difícil habituarse a los nuevos ritmos», confiesa María Shallcrass. Sin embargo, esta alumna del Grado de Lenguas Modernas de la Autónoma de Madrid ha modificado sus rutinas y ya sigue clases por videoconferencia, o resuelve ejercicios en videollamadas grupales, o accede a sus prácticas vía 'mail'. La teleformación funciona, se maneja bien con los recursos a su alcance, pero María no olvida a los más vulnerables: «Hay que recordar que no todo el mundo tiene las mismas opciones».

Espera que la crisis deje un poso real. «Espero que, tras todo esto, empaticemos más, que transformemos un poco nuestra relación con el mundo y que se mantengan los gestos de solidaridad más allá de las circunstancias». Hasta entonces, se agarra a la amistad: «Lo que me alimenta y me da fuerza es la conexión con mis amigos».

En el Grado de Sociología de la Universidad Carlos III se han adaptado la clases presenciales a la enseñanza 'online', por lo que Pablo Martínez, santanderino, 20 años, en 2º curso de esta titulación, puede acceder a sus clases en tiempo real o vía descarga. Sus notas dependen en gran medida de la evaluación continua por lo que se emplea en llevar sus proyectos y prácticas semanales al día.

Con algo de incertidumbre en lo académico –por ejemplo, su periodo lectivo se ampliará, pero los contenidos se mantienen–, este periodo extraordinario le genera preguntas y alguna suposición. La situación, cree, nos empujará a reflexionar sobre nuestra capacidad de solidarizarnos, la soledad o «la importancia de establecer redes», o las «consecuencias en los sectores y personas más vulnerables».

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