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Oier y Beñat juegan juntos en el parque infantil que hay situado en pleno centro del Parque Amestoy de Castro Urdiales, cuando el reloj está a punto de marcar las doce y media y la temperatura es de 17 grados, aunque el cielo está gris ... y amenaza lluvia. Hay mucho ambiente por la calle. Sus padres, Jon y Oihana, disfrutan del momento después de cinco meses sin poder salir de su lugar de residencia, Urretxu, un municipio de unos 7.000 habitantes situado en Guipúzcoa.
El viernes decidieron que este fin de semana lo iban a pasar en Cantabria, como otros tantos vecinos del País Vasco y de otras comunidades de España, que han aprovechado el fin del estado de alarma para disfrutar de su tiempo de ocio fuera de casa. Pero no solo hubo turistas que acudieron a la región de visita, también se produjeron numerosos desplazamientos para reencontrarse con familiares a los que muchos no veían desde la pasadas Navidades o simplemente para disfrutar de esas segundas residencias que han estado desocupadas durante cinco largos meses.
«La primera oportunidad que hemos tenido, hemos decidido pasar una noche en un pueblo de Cantabria», señalaba Jon. Esta familia salió desde su casa a eso de las diez de la mañana y apenas encontró tráfico de camino, si bien es cierto que a mediodía la autovía A-8, a su paso por Castro, registraba bastante circulación en dirección Santander. «Hemos venido bien, a partir de Bilbao se notaba algo más de tráfico, pero tampoco había mucho», apuntaba Oihana, al tiempo que detallaba que habían reservado un pequeño apartamento en Camargo para pasar la noche.
Jon OterminVecino de Urretxu (Guipúzcoa)
Olaia MazónVecina de Izarra (Álava)
Teresa NocedaAlcaldesa de Comillas
Javier GómezAlcalde de Potes
Cuando planificaron su viaje no tenían previsto visitar Castro. Pero ayer, después de una hora de trayecto, decidieron hacer una parada para tomar algo, dar un paseo y que los niños jugasen en un parque. «Teníamos ganas de salir porque nuestro municipio ha estado durante bastante tiempo en rojo, incluso antes de Semana Santa», relataba Jon, que, como su mujer, ya ha pasado el covid (él sin síntomas y ella «como una gripe»), con lo que «respecto a ese tema estamos tranquilos, aunque nos preocupa que se puedan contagiar nuestros familiares, sobre todo nuestros padres». «Ellos ya están vacunados, pero siempre tienes esa preocupación. Sabemos que a nosotros gran cosa no nos va a pasar, pero nos da respecto que ellos puedan contagiarse».
Junto a esta familia, había muchas otras repartidas por diferente puntos de la ciudad, no solo en el entorno de la Plaza de Amestoy, donde las terrazas comenzaban a llenarse a mediodía, sino por la zona del paseo marítimo, la dársena, la Plaza del Ayuntamiento y la zona de bares del casco antiguo. La gran afluencia de visitantes se podía palpar en el parking subterráneo de Amestoy, que casi tenía una de sus dos plantas repletas de vehículos. «Nos ha gustado Castro, es bonito y hay ambiente. El entorno ayuda bastante», apuntaba Jon, mientras su mujer comentaba que el domingo tienen previsto pasar el día en Cabárceno para que lo conozca su hijo pequeño Oier, de cuatro años. «Queremos ver animales, algo distinto a lo que hemos visto el último año. Cambiar de aires, conocer sitios nuevos», reconocía Jon.
Aunque la lluvia hizo acto de presencia a la hora del aperitivo, eso no impidió que las terrazas estuvieran repletas de gente, sobre todo en Laredo, donde, pese a que se vio mucha menos gente que en Castro, también se notó trasiego de coches, a la vista de las pocas plazas de aparcamiento que había disponibles a la una de la tarde. De haber salido un día soleado la playa Salvé hubiese sido uno de los principales reclamos turísticos de la comarca oriental. Pero la lluvia no impidió que algunos aprovecharan para darse un baño, como fue el caso de Irati, de 11 años, que estuvo acompañada de su madre Olaia y sus abuelos Antonio y María Jesús. Todos ellos llevaban desde las pasadas Navidades sin verse, con lo que el reencuentro fue de lo más satisfactorio. «Vivimos en Izarra (Álava) y el viernes vinimos a Ramales a ver a mis padres. Le prometí a mi hija que vendríamos a Laredo para que se bañase y aquí estamos».
Olaia, que es profesora y dice que se ha dado la primera dosis de AstraZeneca y está pendiente de la segunda, no podía esconder las ganas de venir a Cantabria para ver su familia y visitar la costa. «Por venir aquí no va a pasar nada, porque no vamos a alternar por ahí. Hay que seguir teniendo cuidado», apunta.
Su madre, que también ha recibido una primera dosis, comentaba que ha llevado mal «lo de la cárcel». «Eso de que nos encierren lo llevamos muy mal». Sin embargo, ayer se olvidó de ello cuando se reencontró con su nieta. «Se nos hace mayor, en cinco meses se nota el cambio, el carácter, físicamente. Está en esa edad... Casi se nos casa», bromeaba el abuelo.
En otros puntos turísticos de la región también se registró una llegada importante de visitantes, como es el caso de Comillas, donde su alcaldesa, Teresa Noceda, comentaba que «hemos recibido mucha gente, sobre todo de Madrid que tienen segundas viviendas». «Se ha notado mucha cantidad de coches, hay mucha gente en las tiendas, en los bares y restaurantes», apuntaba la regidora, que dice que ya el viernes comenzó a llegar bastante gente a la localidad. «Esperemos que todos los que vengan lo hagan con todas las precauciones y cumpliendo las normativa y todos los protocolos».
En Potes también notaron las consecuencias del fin del estado de alarma y del cierre perimetral. «Ha estado muy animada la mañana», apuntaba el alcalde Javier Gómez, que percibió la llegada de bastante gente de fuera de Cantabria. «En las casas rurales también se ha notado más movimiento. Teniendo en cuenta de lo que venimos, está bien, contentos. No lo que correspondería en circunstancias normales, pero tampoco tiene nada que ver con los fines de semana anteriores. Se ha notado otra alegría y ambiente en el pueblo».
También se notó más ambiente en San Vicente de la Barquera, según apuntó el alcalde Dionisio Luguera, que percibió un «ambiente guapo», como consecuencia de la llegada de aquellos que tienen su segunda residencia en la localidad costera. «Tampoco es una exageración, no hay esa gente de fin de semana normal, quizá ha podido influir el mal tiempo», consideró.
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