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Puente de mando del buque oceanográfico Cornide de Saavedra. Antonio Punzón es el jefe de la campaña e investigador del Instituto de Oceanografía de Santander. Roberto Ruiz

Una gran factoría de ciencia marina

El Oceanográfico de Santander coordina la campaña 'Demersales' que estudia el mar Cantábrico | Veintidós científicos recorren todo el litoral, de Galicia al País Vasco, para evaluar los recursos pesqueros, la salud del agua, el nivel de basuras y las aves

Rafa Torre Poo

Santander

Lunes, 5 de noviembre 2018

El quehacer diario es bastante repetitivo. Realizan cuatro arrastres aleatorios de media hora cada uno, izan las redes, recuentan todas las especies capturadas, pesan, miden y analizan uno por uno cada ejemplar, estudian la temperatura, salinidad y clorofila del agua, toman muestras del sedimento marino, cuantifican las aves y recogen la abundante basura que hay sumergida para inventariarla. Así durante 38 días. Después, ya en tierra, toda esa ingente cantidad de información se distribuye para ser analizada minuciosamente. De ahí sale el diagnóstico del estado de salud del mar Cantábrico. Eso es, grosso modo, lo que hicieron los veintidós científicos que se embarcaron en la campaña de otoño del Instituto Español de Oceanografía, coordinada por los científicos de la sede de Santander, que concluyó esta semana frente a la desembocadura del río Bidasoa, en el País Vasco, tras iniciarse el mes pasado frente al río Miño, en Galicia. El puerto de Santander fue una de sus paradas. Aprovecharon para descansar cerca de casa mientras la tripulación arreglaba el mecanismo estropeado de izado de la red.

La campaña se la conoce como 'Demersales' porque originalmente sólo estaba enfocada «a la evaluación de los recursos pesqueros que viven cerca del fondo marino, principalmente la merluza», explica Antonio Punzón Merino, investigador delIEO de Santander y jefe de la campaña. Europa estaba –«y continúa»– muy interesada en conocer el estado de sus mares, por eso, al estudio de merluzas, rapes, gallos, gallos y cigalas se fueron incorporando progresivamente otras investigaciones en torno a la columna hidrográfica y los sedimentos del fondo marino. «Es necesario estudiar todo el ecosistema en conjunto para, con respecto a las especies comerciales, saber y tratar de entender por qué abundan más o menos», añade Punzón.

«Tras reducirse la presión pesquera en el 2000, se nota que algunas especies se están recuperado»

Antonio Punzón | jefe de la campaña e investigador

Lo llevan haciendo desde 1983 con sólo un año de interrupción (en 1987 por un accidente en el buque que entonces utilizaban, el Cornide Saavedra). Esto les permite tener un patrón infalible para comparar los datos de cada temporada, puesto que la campaña siempre es igual, en otoño y en una zona perfectamente delimitada en cinco sectores: Miño- cabo de Finisterre, cabo de Finisterre-cabo de Estaca de Bares, cabo de Estaca de Bares-cabo de Peñas, cabo de Peñas-cabo de Ajo y cabo de Ajo-desembocadura del río Bidasoa.

El dato

  • 47 personas se han embarcado en el Miguel Oliver durante la campaña: 22 científicos y 25 tripulantes

Para tomar las muestras utilizan una red de arrastre similar a la de la flota pesquera pero de menor tamaño. Los lances, una media de 126 por campaña, los hacen a una profundidad de entre 70 y 500 metros, aunque este año han experimentado hasta los 800. En ocasiones capturan hasta cuatro toneladas de pescado: unas tres horas contado uno a uno todos los peces, moluscos e invertebrados. «En las zonas más ricas podemos llegar a contabilizar hasta cien especies diferentes.Y en las más pobres, sólo una decena», relata Alberto Serrano, jefe de cubierta. A veces aparecen algunas que no conocen, las denominadas 'raras'. «Guardamos estos ejemplares, los fotografiamos y se los enviamos a los compañeros de otros centros para intentar clasificarlos», puntualiza. En esta campaña no ha aparecido ninguno pero sí se han topado «con varios peces luna, algo poco habitual».

Difícil análisis

Es una labor, además de pesada, muy costosa. Para poder investigar en el mar necesitan un gran buque oceanográfico. Antes utilizaban uno propio, el Cornide de Saavedra, pero tras 'jubilarlo', usan el Miguel Oliver (de 70 metros de eslora y cinco cubiertas), que es propiedad de la Secretaría General de Pesca. Se lo cede el Ministerio de Medio Ambiente en condiciones ventajosas porque los datos que recogen lo utilizan los gobiernos europeos para establecer la política común de tasas y cuotas de las especies comerciales. «En euros, un barco como este, puede costar entre 20.000 y 30.000 euros al día», explica Serrano.

Un precio considerable si se multiplica esa cifra por los 38 días que dura la campaña. «Pero Europa aporta una parte importantísima del presupuesto, ni siquiera durante la época más dura de los recortes del gobierno del PP en ciencia se dejó realizar la campaña», explican Punzón y Serrano.

«Seguimos igual»

La necesidad de vigilar el mar obliga a realizar fuertes inversiones. Los científicos del Instituto Español de Oceanografía en Cantabria, que en abril estallaron por los problemas de ejecución presupuestaria que bloqueaba diez proyectos de investigación, afirman que «todo sigue igual». «Ha cambiado el Gobierno y el Ministerio de Fomento pero apenas lo notamos. Sabemos que intentan hacer cambios para que los presupuestos europeos no tenga que pasar por intervención, como hasta ahora, y así eliminar algo de burocracia. En lo que respecta a la sede de Santander, seguimos igual. El edifico está que se nos cae», concluye Punzón.

Los datos obtenidos conforman el termómetro que determinada el estado de salud del mar Cantábrico, y el de sus habitantes submarinos –los que nos comemos y los que no–. «Hacer una radiografía es muy difícil, porque sería una imagen fija del mes de octubre», explica Punzón. «Hay que tener en cuenta la información de otros proyectos que realizamos para conocer el estado específico de cada especie comestible», añade. Este año han notado «nada relevante», aunque sí al hacer una comparación con el resto de campañas. «Desde que en el 2000 se redujera la presión pesquera, estamos notando que determinadas especies se están recuperando», afirman los científicos.

Imagen. Imagen de la gran sala donde los cientificos cuantifican, pesan y analizan todo el pescado.

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Imagen. Imagen de la gran sala donde los cientificos cuantifican, pesan y analizan todo el pescado. Roberto Ruiz

«El problema es que es muy difícil averiguar las razones porque todo actúa de forma conjunta. Y también hay que tener en cuenta el cambio climático», recalcan. El Gobierno de Cantabria les ha concedido una beca predoctoral para que estudien cómo afecta a la pesquería. Y ya tienen varios análisis encima de la mesa de trabajo. «Hemos detectado que especies típicas de aguas tropicales están llegando al Cantábrico, que denominados templado. Y especies que son típicas de aquí las están encontrando colegas nuestros en campañas similares en Inglaterra o el mar del Norte», afirma Punzón. Lo achacan al calentamiento global del planeta. Todo influye. Por eso la campaña 'Demersales' comenzó en 1992 a estudiar, además de la composición del agua, las grandes basuras marinas, porque para los conocidos como microplásticos hay campañas específicas. «Es un tema crucial. Estudiamos la distribución de los desperdicios que genera el hombre y relacionamos su presencia con la ubicación de las grandes urbes: Vigo, Gijón, Santander, Bilbao y San Sebastián. Y también hay mucha porquería frente a la desembocadura de los grandes ríos», cuenta Punzón.

«A más de 500 metros de profundidad encontramos, además de peces, bolsas de plástico, latas y pajitas»

Alberto serrano | jefe de cubierta e investigador

Los investigadores del centro cántabro hacen un llamamiento. «Puede parecer alucinante, pero a 500 metros de profundidad sacamos bolsas de plásticos de los supermercados, latas de refrescos y pajitas de plástico de colores», enumera Alberto Serrano. «Eso a unas cuantas millas de la costa, porque la zona cercana a tierra, con aguas menos profundas, está llena de condones, compresas y bastoncillos para limpiar la cera de los oídos», incide.

Arriba: popa del buque, por donde se iza la red de arrastre con el pescado. Abajo izquierda: mecanismo utilizado para tomar muestras del sedimento marino. Abajo derecha: el CTD mide la temperatura, salinidad y clorofila del agua. Fotos: Roberto Ruiz
Imagen principal - Arriba: popa del buque, por donde se iza la red de arrastre con el pescado. Abajo izquierda: mecanismo utilizado para tomar muestras del sedimento marino. Abajo derecha: el CTD mide la temperatura, salinidad y clorofila del agua.
Imagen secundaria 1 - Arriba: popa del buque, por donde se iza la red de arrastre con el pescado. Abajo izquierda: mecanismo utilizado para tomar muestras del sedimento marino. Abajo derecha: el CTD mide la temperatura, salinidad y clorofila del agua.
Imagen secundaria 2 - Arriba: popa del buque, por donde se iza la red de arrastre con el pescado. Abajo izquierda: mecanismo utilizado para tomar muestras del sedimento marino. Abajo derecha: el CTD mide la temperatura, salinidad y clorofila del agua.

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