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La gran oportunidad del turismo rural

La gran oportunidad del turismo rural

Cantabria ·

Aforos reducidos, grandes jardines y entornos apartados en el campo relanzan la demanda un sector turístico que se ha confirmado como garantía contra el covid

José Carlos Rojo

Santander

Lunes, 31 de mayo 2021, 07:05

Ana Casuso | La Cabaña del Abuelo (Selaya)

«La gente viene huyendo de las aglomeraciones de las grandes ciudades»

Ana Casuso acondiciona la terraza en La Casona del Abuelo, en pleno monte de Selaya. Alberto Aja

Allá en lo alto, en medio de uno de los montes de Selaya, sólo se escuchan vacas, pájaros y el replicar de las campanas de Nuestra Señora de Valvanuz, abajo, en el pueblo. La Cabaña del Abuelo, propiedad de Ana Casuso, fue antaño una cuadra. «Mi abuelo, porque el nombre del lugar es en honor a él, tuvo seis hijos y dejó una casa a cada uno. En mi caso es esta. La rehabilitamos, la preparamos para que pudiera ser alquilada como casa rural, y así funciona».

Tiene cuatro dormitorios y un baño. «Y lo más importante, admite mascotas», remarca Casuso con insistencia, pues al parecer no es tan habitual que esto pase en este tipo de alquileres. «Aquí la gente viene huyendo de las aglomeraciones, de las grandes urbes, de los grandes hoteles. Tienen reparos por el covid y aquí encuentran esa seguridad de que sólo van a juntarse entre ellos porque la casa se alquila entera. Este tipo de turismo ha ganado muchos enteros desde que estalló la pandemia», explica. Y con un cliente cada vez más fiel, que está acostumbrándose a repetir cada nuevo año, parece que esta es una tendencia que ha venido para quedarse.

Ana se ocupa de preparar los interiores del inmueble, levantado en piedra con el típico estilo montañés. Su marido es más diestro con los aperos de la siega y limpieza exterior, porque el jardín es extenso y tiene un mantenimiento complicado. «Es muy bonito porque lo tenemos muy bien puesto y adornado con flores y vegetación de esta zona, autóctona; pero claro, tener todo esto bien requiere un mantenimiento frecuente que no se puede descuidar».

Una gran mesa de madera domina el porche. «Aquí se hace mucha de la vida cuando estás hospedado». Adentro, una pequeña cocina está conectada con el salón, que en el centro tiene una gran chimenea. El lugar es muy cálido, acogedor, y tranquilo.

«La gente viene buscando tranquilidad, desconexión y reconectar con los orígenes, disfrutar de los suyos», explica Casuso. «Hay familias que me confiesan que vienen a pasar una semana porque aquí pueden compartir tiempo unidas. Hay gente que nunca desayuna junta por culpa de la velocidad con la que vivimos, por las prisas, por las obligaciones. Aquí se para el tiempo. Si no me crees, mira al monte y escucha...» (hace un gesto para acentuar el silencio que reina en el lugar). «La gente que vive en capitales como Madrid valora estas cosas como el oro, sobre todo después del confinamiento duro que pasamos en 2020, y que ha marcado a mucha gente».

El precio de alquiler de toda la casa, por noche, oscila entre los 100 euros y los 250 euros, todo depende de cuantas personas vayan a ocuparla. «Y hemos cambiado muchos protocolos desde que llegó el covid», asegura la propietaria. Junto a la entrada hay una pequeña mesa donde hay un dispensador de gel hidroalcohólico. «Se han eliminado todos los folletos y mapas explicativos y las toallas y mantas vienen precintadas de la lavandería». «Lo que necesitamos es transmitir el mayor nivel de desinfección». Y parece que el negocio funciona. «Tenemos muchas reservas y esto va en auge. Estamos contentos».

Gabriel Cabañas | Casona El Arral (Liérganes)

«Tienes muchas cosas que hacer alrededor y sin encontrarte con nadie»

Gabriel Cabañas ventila una de las habitaciones de su casona. Daniel Pedriza

En Liérganes todos los vecinos lo conocían como el colegio de las monjas. Hoy este inmueble singular, levantado en 1884, es la Casona El Arral. «Es propiedad de la familia y se construyó para agradecer a las monjas la educación que habían dado en el pueblo durante muchos años. Fue escuela de niños hasta 1936, y en 1998 comienza a funcionar como casa rural», cuenta Gabriel Cabañas, propietario del negocio junto a su hermana Inés.

Tiene diez habitaciones y un inmenso jardín que «incluso nos vale para dar bodas, porque aquí al lado, como edificio anexo, está la capilla familiar», explica Cabañas, que abre un gran portón que da al lugar sagrado. Todo está conectado y todo, al tiempo, da un servicio conjunto para quien busca la intimidad y la tranquilidad de una boda o una comunión en privado.

En el edificio, ubicado en la calle Convento, se respira clasicismo. «Todo se construye en el antiguo solar de la fábrica de cañones de Liérganes, que luego se trasladó a La Cavada; aunque no mucha gente lo sabe». Luego de explicar esto, camina hacia una vitrina y extrae una bola de cañón:«La desenterré del jardín», comenta. Y es que todas estas singularidades convierten al edificio en un lugar único que despierta el interés del visitante. «Les gustan todos estos detalles, las obras de arte que están repartidas por estos espacios y todo lo que tiene que ver con la cultura del edificio», concreta.

«El tipo de cliente es muy variado. Vienen muchas familias, también parejas, y últimamente está acudiendo también mucha gente joven que trabaja para publicitar este tipo de viajes en redes sociales», cuenta Cabañas. Pagan alrededor de 80 euros por habitación y noche. «Muchos buscan el retiro, recuperarse de alguna cosa, la desconexión espiritual o creativa. Hace poco tuvimos un cliente que se dedicó a escribir. Y es que en el fondo este sitio tan tranquilo despierta esas cosas que no podemos tener cuando estamos sumidos en la vorágine del día a día y ahora, en tiempo de pandemia, se busca mucho eso».

Es principio de temporada y aún no han preparado las mesas en el jardín. «De momento podemos dar los desayunos en los interiores, porque sólo damos desayunos, pero en estos días vamos a acondicionar todo el exterior porque hay mucha gente que lo prefiere», señala. En el salón comedor, las mesas están convenientemente separadas. «No tenemos suficientes para que todos los clientes que estén hospedados puedan estar desayunando al mismo tiempo; pero precisamente eso es bueno porque así nos aseguramos que muchos de ellos no entran en contacto. Es algo que valoran mucho», revela.

La desinfección se ha convertido en una cuestión clave. «Todo en el baño está precintado para dejar claro que ha sido convenientemente higienizado».

Y de puertas afuera, la oferta cultural y de ocio se ha convertido con el paso de los años en uno de los atractivos fundamentales del espacio. «Estás a muy pocos minutos de Santander, o de las playas. Tienes el monte al lado. La gente sabe que tiene muchas cosas que hacer en los alrededores y la mayor parte de las veces sin entrar en contacto con nadie más. Creo que todo ello hace que estemos en un momento excepcional».

Jesús Blanco | Posada de Langre

«Ya no se busca el hotel de siempre y se prefiere la naturaleza y el campo»

Jesús Blanco, presidente de la Asociación de Turismo Rural de Cantabria, en su posada. Daniel Pedriza

Jesús Blanco es empresario del sector, pero es también presidente de la Asociación de Turismo Rural. Por eso su opinión vale no sólo como conocedor de la realidad de un negocio en auge, sino que también cuenta con la visión más holística del panorama en Cantabria. «El verano pasado fue un éxito rotundo. El turista nacional, que no podía salir al extranjero, optó por el norte de España para sus escapadas. Y ahora, un año después, vemos que las reservas se repiten porque hemos creado un público fiel que huye de las masificaciones, que quiere estar alejado del turismo clásico del hotel y que prefiere espacios verdes, naturaleza y aire limpio».

Jesús tiene en Langre dos casonas independientes que funcionan dentro de un mismo concepto, La Posada de Langre. En uno de los edificios tengo 13 habitaciones y en el anexo 15. Comenzó a funcionar en 1991 y durante este tiempo han ido enfocándose a innovar la experiencia del cliente. «Hemos pasado por muchas fases y esta del covid es una más. Por fortuna para nosotros se ha convertido en una oportunidad que estamos sabiendo aprovechar», revela.

La clave ha sido preparar planes de contingencia en tiempo de amenaza covid y saber al tiempo comunicarlos bien al público. «Han de saber que estamos haciendo las cosas bien. Y por eso el pasado año establecimos protocolos conjuntos que sirvieron para unificar criterios. Este año estamos apunto de celebrar una reunión telemática para hablar de cosas nuevas que vamos a implantar para mejorar aún más la seguridad sanitaria, que ya es muy elevada en nuestros establecimientos», cuenta.

En La Posada de Langre se llega a preguntar a los clientes si quieren encontrar la cama hecha o prefieren hacerla ellos mismos. «Hay gente a la que le da más igual, pero otros tienen máximo cuidado con la prevención del contagio. Por eso los tenemos en cuenta y trabajamos para que se sientan tan a gusto como en su propia casa».

También ha desaparecido el papel, «todas las tramitaciones que se pueden hacer digitalmente, se hacen así. Los manteles del comedor son desechables, como las servilletas, etc». Una máquina de ozono funciona varias veces al día para higienizar el ambiente. Es un aparato que queda funcionando en cada habitación antes de ser entregada a su siguiente ocupante. «Esto son cosas que se les ofrece a los empresarios que están en la Asociación. Se les explica que esta medida es muy buena y que pueden implantarla. Así conseguimos, entre todos, hacer que esta oferta turística sea más segura cada día», afirma Blanco, que se da un paseo por los alrededores de la posada.

«Estas eran casas de aquí. Las rehabilitamos y las dejamos como nuevas. Cada una tiene un estilo ligeramente diferente, pero las dos tienen ese aspecto típico de campo del norte». Las expectativas son buenas, siempre lo han sido. «Desde que nos abrieron, sabíamos que la gente tiene muchas ganas de salir, de desconectar, de viajar. Las restricciones nos han obligado a estar mucho tiempo encerrados en casa y ahora, con el buen tiempo, hay ganas de vivir».

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