Tomás Cobo (Santander, 1961) explica que la autorregulación de la profesión por parte de los médicos se remonta a los tiempos de Enrique VIII. «Además de cumplir el Código Civil y el Código Penal, como cualquier otro ciudadano, debemos cumplir nuestro código deontológico». Este especialista ... en Anestesiología del Hospital de Sierrallana, con dilatada experiencia profesional y que, entre otros méritos, ocupó la presidencia del Colegio de Médicos de Cantabria (2011-2017), es el nuevo responsable del Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de todo el país, el organismo responsable de guardar ese «tesoro» del código deontológico.
–¿Qué objetivos se ha marcado para sus próximos cuatro años de mandato?
–Instituciones como la nuestra corren el peligro de no modernizarse a la suficiente velocidad, y ese es el primer objetivo que me he marcado, modernizarla para que sea lo más útil posible a los colegiados. Eso supone, entre otros aspectos, avanzar en la digitalización, que engloba guardar todos los archivos, títulos, cursos, acreditación, etc., y que se puedan volcar de manera rápida cuando se requiera. Y lo mismo con los certificados electrónicos, médicos, de defunción... Todo lo que ya hemos visto en la banca, que ahora hacemos operaciones desde el móvil, tiene que llegar a la Organización Médica Colegial.
–¿Qué papel está jugando el Consejo General en la pandemia?
–Hemos mostrado la máxima disposición para colaborar: creamos una comisión de expertos y hemos producido once informes, desde uno relativo al uso de mascarillas cuando comenzó la pandemia hasta el último sobre centros sociales y vacunación. Hemos producido lo que hemos podido desde el conocimiento, lo hemos trasladado a la Administración y, muy desafortunadamente, gran parte de la colaboración ha sido desperdiciada. Nos hemos sentido poco atendidos.
–¿Cómo están viviendo los médicos esta crisis sanitaria?
–Creo que la gente está muy cansada. A todos los problemas que la profesión ya venía arrastrando, ahora se ha sumado una crisis que ha llevado a la humanidad al borde del abismo. Lo que sí se ha demostrado es nuestra vocación de servicio a los demás, y ahí tenemos 107 compañeros que han muerto trabajando, infectados por la covid. Seguimos insistiendo en que los aplausos están muy bien, pero lo que estábamos haciendo es lo que hemos hecho siempre, nuestro trabajo, aunque ahora con mucha más intensidad.
–¿Aunque sea dura, esta experiencia ha servido para algo?
–La pandemia ha servido para comprobar que nuestro modelo sanitario ha tenido la suficiente plasticidad como para acoplarse y vencerla. Hemos podido ver cómo médicos cirujanos han sido capaces de trabajar en plantas de Medicina Interna, se han organizado unidades altamente especializadas en poco tiempo... En Anestesiología, que es lo mío, hemos cuidado a casi el 50% de los pacientes críticos. Nos ha enseñado a los profesionales, por muy especializado que esté alguien en una materia, la importancia de esos conocimientos transversos y de mantenerlos al día. De ahí la necesidad de la formación médica continuada y su acreditación, que nos van a permitir mantener esa agilidad. Porque no creo que sea la última vez que nos pase algo así.
«Es muy difícil trabajar con cuatro ministros de Sanidad en cinco años»
–¿Cree que las cosas no volverán a ser como antes ni con la vacuna? Por cierto, ha habido algún problema con ella en el Colegio de Cantabria.
–Sí que ha habido un problema de dosis, y en Cantabria tenemos 125 médicos que realizan su actividad profesional exactamente igual que los del ámbito público, pero en el privado, y que no han recibido su vacunación –a los profesionales del sector privado se les ha vacunado con AstraZeneca, y han quedado sin inmunizar los mayores de 55 años, para quienes no está indicada–. Sé que el consejero está preocupado y que la Dirección General de Salud Pública está pendiente de ello, pero cuanto antes se haga, mejor, porque ahí sí que se nota una desigualdad. En cuanto a si las cosas volverán a ser como antes... lo que ha venido para quedarse es la mascarilla, y ojalá también el lavado frecuente de manos. En cuanto al distanciamiento, la gente será más cautelosa. Espero que de todo esto hayamos aprendido la elemental solidaridad de comportarnos para que los demás no se contagien.
–¿Le parece que en la lucha contra el covid se ha mezclado más de lo necesario la política con la Sanidad?
–La política ha penetrado en la Sanidad desde hace muchos años, de ahí la reivindicación de los profesionales de participar más en la toma de decisiones. Cuando hay un cambio en la Administración tras unas elecciones, cambian hasta las gerencias de los hospitales más pequeños, y llega la dificultad de explicarle al nuevo gerente cuáles son los problemas del hospital. Eso mismo, en grande, se puede trasladar al Ministerio: es muy difícil trabajar con cuatro ministros en cinco años. Ahí además se da otra paradoja: para ejercer la profesión, cualquiera, como mínimo, ha tenido que estudiar seis años de carrera, cuatro de especialidad, atravesar unas oposiciones y luego demostrar su responsabilidad en cada acto médico. En cambio, últimamente, los ministros de Sanidad no tienen ninguna formación médica, ni siquiera sanitaria.
–¿Qué opina de la ley de eutanasia?
–La asamblea del Consejo General ha aprobado la semana pasada un documento en el que enfatizamos que la eutanasia no es un acto médico y que tenemos que estar muy pendientes de las comisiones de control que se van a crear –qué médicos las van a formar, quién los va a designar...– y del tema de la objeción de conciencia. Se plantea la elaboración de un registro de objetores, que no lo vemos, porque creemos que atenta contra la protección de datos. La objeción de conciencia no es un tema absoluto, que uno objete y lo haga definitivamente: cada paciente tiene una circunstancia muy particular, y la libertad de objeción tiene que ir implícita en la objeción de conciencia. El código deontológico nos dice que nosotros tenemos que luchar por la vida, pero también nos dice que tenemos que obedecer la ley, y esta ha sido aprobada por la mayoría de nuestros representantes.
«El código deontológico dice que tenemos que luchar por la vida, pero también obedecer la ley»
–Cuando se habla de la Sanidad en Cantabria siempre aparece el Hospital Valdecilla, toda una referencia nacional. ¿Puede llegar a tener ese reconocimiento a nivel europeo?
–No solo a nivel europeo: ya es una referencia a nivel mundial. Sobre todo, en este momento, el Hospital Virtual Valdecilla, innovador y que atrae a gente de todo el mundo a formarse. Valdecilla pasó de ser un centro de referencia nacional en el ámbito del Insalud de entonces al Hospital Valdecilla que es ahora, que sigue siendo una referencia en trasplantes y con unidades muy especializadas, como la de Cardiovascular. Yo lo veo como una gran suerte para una región de 500.000 habitantes. Pero también voy a hablar de mi hospital, Sierrallana: cumple el papel de acercar la Sanidad a la población, y que no tenga que ser al revés. Los hospitales de distrito, que son iguales en el Reino Unido y en Estados Unidos, cumplen la función de solventar los problemas más comunes y las patologías más frecuentes de una población, y en este caso Sierrallana y Laredo son dos arietes del gran hospital central que es Valdecilla.
«En España hay compañeros que haciendo lo mismo no cobran igual»
–La pandemia ha contribuido a destapar algunos de los problemas que afectan a la profesión, aunque parece que ahora no es el momento de abordarlos. ¿Tiene algún plan para cuando todo esto acabe?
–Tenemos tres grandes problemas. El primero es la precariedad profesional: la última encuesta sobre la situación laboral de médicos en España dice que el 50% tiene un contrato precario. Hay compañeros trabajando en plazas de interinos durante quince años, pero asumiendo la responsabilidad que les toca en el día a día y sin expectativas de futuro. El segundo bloque es el de los salarios: son los más bajos de Europa. Y se da incluso la circunstancia en esta España divergente de que hay compañeros que haciendo lo mismo cobran sueldos diferentes. Las guardias no se pagan igual en una comunidad autónoma o en otra. Un tercer problema es el de la formación, la formación médica continuada y especializada. El sistema MIR es extraordinario, pero ha llegado el momento de que los 'mires' tengan la oportunidad de rotar en Europa, eso va a hacer posible la libre circulación de médicos especialistas. Y también está la formación continuada: los médicos tenemos muy poco tiempo para actualizar conocimientos, cinco o seis días al año que están concedidos. Tiene que haber más días y más producción de formación por parte no solo de la Administración, sino que es también un reto para la Organización Médica Colegial, y esa formación debe estar acreditada internacionalmente.
–Las circunstancias han revalorizado la figura del médico. ¿Cree que se trata de algo pasajero?
–Claro que se olvidará todo, sin ninguna duda. Los aplausos ya se han olvidado: las agresiones a los médicos cada vez son más, las reclamaciones a los médicos cada vez son más... Los aplausos forman parte de un agradecimiento puntual, pero los valores de la profesión médica, de servicio a los demás, de anteponer la salud del paciente por encima de la salud psíquica y física del médico... eso es algo que ya heredamos de Maimónides. Aquí ha surgido esto y se ha visto como mucho más claro, pero es lo normal. Es nuestra vida.
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