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«El alcalde decía el martes que en el hueco entraba una mano sin problema. Ayer (por el jueves) estuve yo y ya era más grande. Está haciendo buen tiempo, pero sigue creciendo. El día que llueva como Dios manda baja toda la tierra para ... abajo y atraviesa la carretera». José Ángel Gutiérrez, la persona que gestiona la finca de Rionansa en la que ha aparecido una gran grieta, está convencido de que más pronto que tarde habrá un nuevo argayo en Cantabria. Las características físicas del suelo hacen que estos fenómenos sean habituales. Muchos se producen en lugares alejados de puntos urbanizados y sólo salen a la luz, pero las lluvias torrenciales de finales de enero han provocado que se multipliquen en número y que afecten a las infraestructuras.
Eso fue lo que pasó precisamente en Ruente, donde la Consejería de Obras Públicas ya está trabajando para recuperar el paso normal de vehículos hacia el interior del valle de Cabuérniga. También lo que Gutiérrez se teme que suceda en la carretera que comunica Puentenansa con Cosío. En lo alto de una colina de la zona conocida como La Berzosa, frente al antiguo balneario del mismo nombre, ha aparecido un tajo en la tierra de más de cien metros de largo y hasta un metro de profundidad. «En algunos puntos más incluso. Lo que pasa es que aquí hasta que no pasan algo grave no se pone remedio», insiste.
La prueba de que «la cosa va a más» es que a la grieta principal se están uniendo otras más pequeñas por toda la finca. Por eso, pensando sobre todo en los usuarios de la carretera autonómica CA-281, pide al Gobierno de Cantabria que tome medidas para evitar «males mayores». Incluso en terrenos aledaños se están viendo ya socavones. Por ejemplo, en la finca donde otro vecino tiene sus vacas. Asegura que el corrimiento está allí al menos desde junio y reconoce que sí ha notado como va creciendo. A pesar de todo, él no tiene intención de mover sus animales porque está totalmente convencido de que aquello se cae.
No lo tienen tan claro los responsables de la compañía eléctrica, que se han acercado a echar un ojo después de ver las fotografías en este periódico. Justo delante de la zona afectada pasa una línea de la luz. «Hay una torre al lado y si cae todo no creo que libre... Me dijo una vecina que estuvieron por allí y ellos son los únicos porque que yo sepa no ha ido ningún técnico de la administración», afirma Gutiérrez.
En el año 2015, el Colegio de Geógrafos identificó a Cantabria como la región con una mayor densidad de argayos de Europa y recientemente su sucursal en la región decía que los poderes públicos «no hacen nada para que no aparezcan. Con un mayor mantenimiento habría la mitad de argayos». Sí parece que se han puesto manos a la obra para evitar un corrimiento de tierras en otra grieta similar que ha aparecido en Carmona, a pocos kilómetros de la anterior, pero ya en el municipio de Cabuérniga. Concretamente, frente al mirador junto a la carretera desde el que se ve esta localidad y que amenaza con afectar a la vía.
Rosi Díaz, la propietaria, confirma que por allí sí que han pasado los ingenieros de la Consejería de Obras Públicas y han ideado un plan para canalizar el agua para que no incida directamente en la grieta. Con esta actuación, aseguran que el problema se elimina. «Son dos hectáreas más o menos y hay una grieta que recorre todo lo que tiene de largo. Sí que impresiona», confirma. Mientras tanto, sus vacas siguen pastando tranquilas: «Lo único que puede pasar es que metan la pata, pero no creo, porque son muy listas».
El argayo de Ruente, las dos grietas que amenazan con convertirse en un nuevo movimiento de tierras en Rionansa y Carmona... Y el que mantiene en vilo a varias familias en el pueblo de San Mateo (Los Corrales de Buelna). Esta situación que se arrastra desde finales de enero obligó a desalojar más de una decena de viviendas en la zona. Algunos vecinos han podido volver a sus hogares, pero el paso sigue prohibido para los propietarios de otras nueve casas.
Ayer, la alcaldesa de la localidad, Josefina González, confirmó que está a punto de cerrarse el informe técnico que está elaborando un gabinete de ingenieros y que permitirá decidir si el lugar vuelve a ser seguro. Es cosa «de unos días», según la regidora. Los afectados –varios han sido realojados en pisos del Gobierno regional– se mostraron ayer escépticos ante la noticia. Aseguran que los plazos cada vez se alargan más y la incertidumbre se mantiene. Falta poco para que se cumplan dos meses desde que tuvieron que abandonar a la carrera sus viviendas y no saben cuándo podrán volver.
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