«¡Qué grande es el mundo!»

El joven tinerfeño Alfredo García Lorenzo, tras acabar la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, ingresó en la Diputación Provincial de Santander en 1930. Uno de los primeros trabajos que le encomendó el Director de Vías y Obras fue la construcción de la carretera de La Vega a Dobres. Como existía un proyecto redactado anteriormente, viajó por primera vez a Liébana y quedó impresionado por la belleza del paisaje y el encanto de Potes. Después de estudiar minuciosamente el trazado previsto, informó que el camino desde La Vega a Bárago era factible con varios retoques, pero no así desde Bárago a Dobres.

Al acabar la Guerra Civil, retomó el análisis de este último tramo. Recorrió el terreno numerosas veces, tanteando con su eclímetro diversas soluciones, hasta que encontró la que consideró más adecuada. Para llegar desde Bárago a Dobres y Cucayo había que salvar 300 metros de desnivel. La carretera completa que proyectó tendría 11.660 m. de longitud, una calzada de 5 m. de anchura y un firme, de macadam, de 15 cm. de espesor.

La primera dificultad de este trazado, atravesar el río Frío, la resolvió mediante un airoso puente en arco de hormigón armado. Sus conocimientos de topografía y geología le permitieron diseñar un itinerario que ascendía, con una pendiente inferior al 8% y siete curvas circulares de retroceso, hasta una zona llana situada a la cota de Dobres y Cucayo. Pero, a partir de aquí, tenía que salvar dos imponentes farallones de roca que cerraban el paso hacia los pueblos. Y decidió perforarlos mediante dos túneles.

Las obras, que se iniciaron a principio de los años cuarenta, tuvieron que paralizarse varias veces al agotarse los créditos que las financiaban. La larga historia de la construcción del tramo desde Bárago a Dobres y Cucayo finalizó hacia 1965 con la apertura al tráfico del puente y la terminación del afirmado.

A mediados de los años setenta, los alcaldes de Liébana propusieron a la Diputación Provincial la colocación de una placa en la que constase el agradecimiento a don Alfredo –nombre por el que se le conoció siempre– por sus continuos trabajos durante 40 años en favor de la zona. Vías y Obras construyó un mirador a la entrada de los túneles, donde se instaló la placa.

El contratista que ejecutó la obra, persona que mereció la total confianza de Alfredo García por sus conocimientos como constructor, me contó que cuando el camino se puso en servicio, una señora mayor de Dobres le dijo que tenía mucho interés en visitar por primera vez Potes. Él, amablemente, subió una mañana a buscarla con su coche. Durante el viaje, la mujer no salía de su asombro ante lo que iba viendo. Poco antes de llegar, rompió a llorar y le dijo: «¡Dios mío, Dios mío, pero qué grande es el mundo!».

Invito a los lectores a visitar esta carretera. Es una obra de arte de la ingeniería viaria, un alarde de imaginación y técnica de trazado.

Además, los viajeros que hasta allí se desplacen podrán disfrutar de unas vistas panorámicas excepcionales y conocer dos pintorescos pueblos, Dobres y Cucayo, declarados Conjunto Histórico por su interés urbanístico y etnográfico, que cuentan con notables ejemplos de arquitectura popular.

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