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Los 12 grandes cetáceos del Cantábrico
Diego de Vallejo

Los 12 grandes cetáceos del Cantábrico

Fauna marina. Un documental muestra las ballenas, rorcuales, delfines, zifios y calderones que viven en el mar que baña las playas de la región

Ana del Castillo

Santander

Domingo, 8 de octubre 2023

No hace falta viajar a la Patagonia o a Sudáfrica para ver a los habitantes más grandes del mundo. Algunos pasan por el Mar Cantábrico cada verano (las grandes ballenas barbadas) y otros viven en él todo el año, como el delfín listado, el zifio de cuvier o el rorcual aliblanco. Estos animales viajan siguiendo el relieve del fondo del mar del cañón de Capbretón, que es como el Gran Cañón del Colorado pero a gran escala y bajo el agua. Se desplazan por encima de las laderas de este paisaje, ya que por ahí afloran los recursos de las aguas profundas, y acaban nadando en la región oriental del oscuro mar Cantábrico y dejándose ver, a duras penas, por expertos y aficionados.

En ese grupo de entendidos está el divulgador Diego de Vallejo Pérez, que acaba de publicar junto al Gobierno de Cantabria y a la Red de Varamientos de Cantabria (Revarca) un tríptico que recopila los principales cetáceos del Cantábrico, divididos entre barbados y odontocetos (con dientes). El proyecto, que se puede ver y disfrutar también en vídeo, le ha llevado más de siete años, entre la toma de grabaciones submarinas, recopilación de datos, entrevistas, redacción de guiones, permisos y demás trámites burocráticos.

Un proceso que De Vallejo describe como «difícil», pero que compensa con el privilegio de haber podido ver a dos grandes rorcuales azules, el animal más grande del planeta. «Parecía que la burocracia y el mal tiempo se habían alineado para no dejarme trabajar y cuando salía, solo lograba grabar delfines. Así, un día nos aparecieron dos grandes ballenas azules y una decena de otros rorcuales cerca del barco. Aún recuerdo los gritos de alegría y tener que secar las lágrimas del ocular de la cámara. Cuando surgieron me quedé petrificado. Cuesta asimilar el cuerpo de la gran ballena azul cuando lo estás viendo de cerca y verlas aquí, en frente de nuestra Cantabria, me hacía llorar de alegría», explica el autor de este trabajo.

El objetivo de este proyecto es poner en valor la riqueza de los grandes carnívoros cantábricos «que no son el oso o el lobo, sino nuestros cetáceos. Es un primer aviso o toque de atención a todos los cántabros de que están aquí y son parte de nuestro patrimonio».

Aunque el rorcual azul tiene la fama y el apodo (la gran ballena azul), para De Vallejo el cetáceo más singular que nada en el Cantábrico es el número dos del mundo en cuanto a tamaño: el rorcual común. «Es una especie cargada de singularidades y con una biología aún sin entender del todo. Se calcula que en aguas gallegas y en el Mar Cantábrico tenemos cada verano cerca de 3.000 ejemplares y muchos cántabros aún ni le conocen», asevera.

«El rorcual común es una especie cargada de singularidades y con una biología aún sin entender del todo»

Diego de Vallejo

Y es que los que saben de patrimonio marino explican que los cántabros tienen una visión «arcaica». «Conocemos la existencia de los esqueletos en nuestro Museo Marítimo del Cantábrico (MMC), pero noto cierta percepción social de que la presencia de ballenas varando aquí se trató de un suceso singular. Casi tan único como la sardina de dos cabezas. Los cetáceos cantábricos son una realidad mucho más presente de lo que la gente cree. Tenemos miles de contactos con cetáceos vivos cada año, así como una media de treinta de varamientos con cetáceos muertos. Un compañero fotografió el otro día a dos grandes rorcuales a solo ocho millas del Buciero de Santoña. La segunda ballena más grande del Mundo frente a la costa y en tierra la gente no es consciente de ello.

El que fuera director del MMC durante 14 años, Gerardo Castrillo, imparte una conferencia (no recomendada para menores de 13) el próximo 16 de octubre en el museo sobre ballenas y cetáceos que varan en los arenales cántabros. Abordará todos estos asuntos, además de las curiosidades de estos animales, sus características, cómo piensan, cómo se relacionan… Cuenta Castrillo que hubo una época en la que se cazaba a estos grandes animales a nivel industrial y económico, pero que actualmente son parte del ecosistema: «Están considerados como piezas de la biodiversidad y la especie humana tiene una sensibilidad grande hacia ellos, empatizando muy bien con los cetáceos».

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La visión de De Vallejo es más crítica con los de su propia especie. Uno de los ejemplares que analiza en el proyecto es la Ballena Franca Glacial, que ya está extinguida en el Cantábrico y únicamente queda una pequeña vaina en la Antártida. ¿Qué hemos hecho mal? «Como especie, los humanos parece que no hemos aprendido nada. En el pasado, alumbrábamos Europa, parte de Asia y el Nuevo Mundo con grasa de ballena. Hasta la invención de los derivados del petróleo, el planeta se iluminaba cada noche sacrificando cetáceos. Creímos que se trataba de un recurso infinito y que la mar nunca se agotaría. Proteger a los cetáceos y sobre todo detener su industrialización fue una batalla política mucho más dura de lo que recordamos ahora. Había muchos intereses económicos e industriales. La misma batalla la ves en la actualidad con otras especies», señala el divulgador.

Ruidos y plástico

También está en grave peligro la marsopa común, la especie de cetáceo más pequeña que existe, incluso de menor tamaño que los delfines. Solo pueden vivir en las bahías, rías y costas tranquilas, precisamente donde las ciudades concentran su actividad industrial, como es el caso de Bilbao, Santander, Laredo... Según los registros, apenas quedan entre 10 y 12 familias de marsopas en el Cantábrico. De Vallejo no ve un futuro esperanzador para esta especie. «Lo más triste es que las estamos empujando a la extinción en nuestras aguas y la gente no ha llegado ni a conocerlas. Son tan sensibles a la contaminación presente en los peces de las bahías que acaban enfermando a través del estómago y terminan muriendo. También les perjudica el ruido que provocamos bajo el agua porque ellos usan el sonido para encontrar alimento y visibilizar el fondo».

Castrillo pone un ejemplo muy cercano: el rorcual común de 70 toneladas y casi 20 metros de longitud que apareció varado en la playa de Oriñón en 1997. La autopsia que realizaron en el museo reveló que había muerto por un fallo en el intestino. «Tenía un balón de plástico obstruyendo su estómago», señala.

«Estamos empujando a la extinción a la marsopas y la gente no ha llegado ni a conocerlas»

Diego de Vallejo

Responsable del proyecto

Las marsopas no son la única especie que corre peligro. Todos y cada uno de los doce cetáceos mencionados en este reportaje son vulnerables ante los riesgos de la pesca de arrastre y la presencia de plásticos. «Mueren de una forma muy cruel. Somos muy inconscientes de la cantidad de plástico que hay flotando en el mar y siempre creemos que nosotros no somos. Cada botellón o cada mercadillo de fin de semana que organizamos en Cantabria produce infinidad de plástico que antes de ser recogido por los barrenderos es arrastrado por el viento hacia ríos o hacia el puerto. Pero preferimos pensar que siempre son otros los que deben de estar tirando plástico al mar. Entre eso y los arrastreros, se lo ponemos muy difícil».

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