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Los grandes problemas del campo

Aunque los trabajadores del campo comparten reivindicaciones, cada perfil tiene las suyas propias: los ganaderos de carne «por los daños del lobo», los de leche porque producen «a pérdidas» y los agricultores por la «rigidez» de la PAC y el exceso de «burocracia»

Rafa Torre Poo

Santander

Domingo, 25 de febrero 2024, 07:36

«Sólo el año pasado el lobo nos mató 90 animales»

Rafa Macho Balbás Ganadero de vacuno y caballar

«Sólo el año pasado el lobo nos mató 90 animales»

Responde prácticamente a bocajarro: «Cada cuatro o cinco días el lobo me mata un animal». Rafa Macho Balbás tiene, junto con sus hermanos, una de las explotaciones más grandes de la comarca de Campoo. Alrededor de 800 animales entre vacas, terneras, potros y yeguas. Están repartidas por varias explotaciones de Requejo, Bolmir y Celada, en Campoo de Enmedio, de Los Carabeos (Valdeprado del Río), y de Quintanamanil (Campoo de Yuso). «Sólo el año pasado perdí 90 animales», explica. Cuenta que en el grupo de WhatsApp familiar «casi a diario tenemos algún disgusto». Lo peor, en su opinión, es que estos ataques se están produciendo en los pueblos y a plena luz del día. «Y esos 90 animales que nos ha matado el lobo son de los que hemos encontrado sus restos. Otros muchos no aparecen. Esto no lo aguanta nadie», afirma al otro lado del teléfono.

«Hay animales que se los puede comer enteros, sobre todo los más pequeños. El lobo es capaz de arrastrar su propio peso en carne para alimentar a su camada, y la Administración paga tarde y mal», subraya. «¿Tú sabes los millones de euros que se pagan en España y en Cantabria para sufragar la alimentación de los lobos? Ese dinero con el que nos indemnizan podría dedicarse a contratar más médicos, hacer mejores carreteras o invertir en Educación. Si esto sigue así, Campoo se convertirá en algo parecido a la sierra de la Culebra, en Zamora, donde el lobo es el rey y no hay ningún ganadero. Mucha España vacía y demás, pero nos están obligando a irnos de los pueblos», sentencia.

«Ya no subimos a los terneros con las vacas al puerto»

Luis Herrero de la Herrán Ganadero de vacuno y caballar

«Ya no subimos a los terneros con las vacas al puerto»

Reconoce que no le ha quedado más remedio que cambiar de hábitos por culpa del lobo. Luis Herrero de la Herrán, ganadero de Saja (Los Tojos), tiene 80 vacas tudancas, una veintena de limusinas y alrededor de 25 caballos y yeguas. «Los animales que tienen terneros no pudimos subirlos al puerto, incluso en verano los dejamos en las fincas para evitar los ataques», explica. Normalmente, los llevaban a la sierra del Escudo y al puerto de Sejos. En lo que va de 2024, ya ha perdido «dos terneras tudancas de un año y con los potros he tenido algo de suerte porque no ha habido, de momento, ninguna baja». Pero la precaución le sale demasiado cara. «Si los dejas aquí abajo en verano, en el pueblo, se comen la comida que en principio se iba a segar para tener despensa y alimentarlos durante el invierno», explica.

En definitiva, más gastos que sumar a los ya de por sí elevados incrementos en los costes. «Hay que tener en cuenta que todo ha subido: las bolas de silo se han disparado porque ahora el gasoil está más caro, el plástico también ha ido para arriba... y el forraje y el pienso que compramos en Castilla ni te cuento», afirma. «Y no es un discurso que tengamos –añade, antes de puntualizar–: la paja que antes comprábamos a 8-10 pesetas, nosotros seguimos hablando en esta moneda, ahora hay que pagarla a 25». Las cuentas no salen. «Es que los animales comen mucho. Vamos, lo que les eches», subraya. Luego, regresa de nuevo al asunto del lobo: «Cuando echas el ganado al monte ya cuentas con que vas a tener alguna baja. Es su territorio, el problema es que ahora atacan en los pueblos», concluye.

«Si dejas algún animal fuera de noche, te arriesgas»

Pedro San Juan Ganadero de vacas de carne

«Si dejas algún animal fuera de noche, te arriesgas»

Pedro San Juan vive en Los Tojos, un municipio a priori ideal para el tipo de ganadería que práctica: la extensiva. Las vacas de carne y las yeguas, en teoría, deberían pastar en los montes y brañas cercanas, pero no es así. «No nos ha quedado más remedio que meter a todos los animales en las fincas», explica. «Y eso sí, por la noche tienes que recogerlos y guardarlos. Si no, te arriesgas a que venga el lobo y te mate alguno. Es una lotería a la que jugamos todos los que nos dedicamos a esto en esta zona de Cantabria», añade. Cuenta que el año pasado tuvo «suerte» porque sólo perdió un potro y un ternero. «El lobo se ha convertido en el rey. No tiene rival, no tiene depredador, nadie le caza ya, así que cuando ve a las personas ya ni se asusta. Antes salían corriendo, ahora no», continúa. «En el mismo pueblo, a cincuenta metros desde donde estoy hablando, a un vecino le mataron al perro», subraya.

Aún es pronto, pero explica que el mayor problema llegará en abril, cuando los animales tengan que marchar al monte. «La primavera solo es una vez al año y hay que aprovecharla. Si dejas al ganado en casa, te come la comida del invierno. Cuando llegue el momento, pues nos miraremos los ganaderos de aquí y veremos a quién le toca ser el primero al que le comen un animal. Es un problema más gordo de lo que parece, pero tenemos otros», añade. «Trabajas y no cubres ni para gastos. Esto yo nunca lo he visto. Da lo justo para vivir. Trabajamos como cabrones, no tenemos vacaciones. Con estas condiciones, quién, de los que vienen detrás, va a querer seguir», reflexiona.

«He tenido que cerrar a las vacas paridas en la cuadra»

Ángel Gutiérrez Ganadero de carne y equino

«He tenido que cerrar a las vacas paridas en la cuadra»

«Mi padre tiene 85 años y hasta hace uno o dos no había visto en persona ningún lobo en el monte; y eso que se ha dedicado toda la vida al ganado». Ángel Gutiérrez, ganadero de Renedo de Cabuérniga, cree que la única solución para acabar con los daños que genera a la ganadería extensiva es «volver a matarlo, de manera controlada, eso sí: no queda más remedio que controlar su población», afirma. Tiene sus razones. Regenta una explotación compuesta por unas 120 cabezas entre vacas tudancas, rojas de carne y yeguas. En lo que va de 2024, ha perdido un ternero tudanco y una ternera limusina. El año pasado fue aún peor. «El lobo me mató a 12 potros, todos en la misma finca», subraya.

Explica que no ha tenido más remedio que «cerrar las vacas paridas en la cuadra, porque te arriesgas a que te las mate el lobo si las subes al monte». Lo que también quiere dejar claro es que la pérdida de un animal no sólo produce un daño económico al ganadero. «Cuando crías una ternera, lo que no buscas es que te la acabe pagando el Gobierno porque el lobo te la ha matado. La tienes porque te gusta, porque quieres mejorar la raza y también tu cabaña. Además, que nadie se olvide que el animal te lo pagan sólo si aparece, que no es siempre. En esos casos, somos nosotros los que tenemos que soportar el daño causado», añade.

Pero el lobo no es su único problema. «A todos nos pasa lo mismo. Si tenemos a los animales encerrados en casa, se comen la comida del invierno, y esta no ha bajado nada de precio. Es normal, cada uno mira por lo suyo y todos queremos ganar», concluye.

«El precio de la leche ha vuelto a bajar»

Diego Acebo Ganadero de leche

«El precio de la leche ha vuelto a bajar»

Es ganadero de tercera generación. Desde joven, Diego Acebo tuvo claro que lo que más le gustaba era estar en la explotación familiar de Meruelo. Allí atiende a 130 vacas de ordeño y otras tanta de recría. «Si tiro hacia adelante, tal y como está el panorama, es simplemente porque ya me encontré el negocio montado. Si no, sería imposible», afirma. Su mayor quebradero de cabeza, como el de tantos otros, es el precio al que le pagan la leche. «Es que ha vuelto a bajar de nuevo. El año pasado estuvo mucho mejor, pero ahora no», lamenta. «Y los costes no paran de subir», añade, antes de poner algún ejemplo: «El gasoil también ha comenzado a crecer, yo el agrícola lo último ya lo he pagado a 1,12 euros el litro. Cuando tiro mucho de los dos tractores, sobre todo en primavera para la siembra, puedo gastar un depósito por día: 350 euros por cada tractor». La lista no acaba ahí. «Compras una tonelada de abono químico y te tienes que dejar 600 euros, una bobina de plástico para hacer bolas de silo ya cuesta entre 80 y 90 euros...», enumera.

De lo que más se queja es del aumento del precio de la maquinaria. «Un tractor que antes costaba 130.000 euros ahora cuesta 170.000. Un robot de ordeño ha pasado de 140.000 a 170.000 euros», afirma, antes de hacer un par de reproches: «Es que me hace mucha gracia la gente que dice que es que tenemos tractores de 200.000 euros: cada uno tiene el que necesita, pero pedimos el dinero al banco». El segundo: «También dicen que estamos subvencionados. Si la leche no se pagase por debajo de lo que cuesta producirla, no haría falta que nos dieran ayudas».

«Vamos camino de perder la soberanía alimentaria»

Agapito Fernández Ganadero de leche

«Vamos camino de perder la soberanía alimentaria»

Lo que más preocupa a Agapito Fernández es que «tal y como van las cosas, vamos camino de perder la soberanía alimentaria». La ganadería es su vida. Tiene en el Parque Natural de Oyambre, en el pueblo de El Tejo (Valdáliga), una explotación láctea compuesta por 160 cabezas, de las que ordeña 80 con dos robots. Una de ellas es la famosa Llinde Ariel Jordan, una frisona cuatro veces consecutivas campeona de España y dos de Europa. «Más que el problema del precio de la leche, que igual no está en su peor momento, aunque tampoco es que esté bien pagada, lo que sufrimos son problemas de exceso de burocracia, un aluvión de exigencias medioambientales y de bienestar animal», explica.

«Lo de la Agenda 2030 mete miedo por todas las esquinas y nos están haciendo cumplir una serie de requisitos en torno a la PAC, siega de parcelas, rotación..., que parece que están hechos para que no los cumplamos y nos quiten las ayudas», se queja. Como sus compañeros, explica que los que más se benefician de estas subvenciones «son los consumidores». Y razona su respuesta: «La ayuda nos llega a nosotros, sí; pero son los consumidores los que la aprovechan. Si no nos dieran estas subvenciones, nuestros productos llegarían a los lineales de los supermercados con unos precios muchísimo más altos que los actuales».

También lamenta que las normativas europeas sean iguales para todos los territorios. «Lo de los purines, por ejemplo. Nosotros no podemos aplicar su depuración como en otros sitios, no tienen en cuentan cómo es la orografía de Cantabria», remata.

«No puede llevar más hacer papeles que trabajar»

José María López Agricultor de patatas

«No puede llevar más hacer papeles que trabajar»

Le pega a todo. José María López planta patatas, cereales, forrajes y también tiene vacas limusinas. Regenta en Cubillo del Ebro, en el municipio de Valderredible, su propia empresa agroganadera. Allí las patatas se llevan la fama y el protagonismo.Por la orografía de la región, el clima de esta zona del sur del Cantabria es más castellano. «Con la guerra en Ucrania todo subió, sobre todo los cereales. El problema es que no lo han hecho al mismo ritmo el precio de los cereales», explica. Él recoge alrededor de 300.000 kilos de patatas que vende con la marca de Calidad Controlada de Cantabria. «El precio del cereal de ahora es igual al de hace 35 años. Por entonces, el kilo de trigo se vendía a 35 pesetas y ahora está igual, la tonelada se paga a 210 euros, que son exactamente esas 35 pesetas. Así que las cuentas no salen», se lamenta.

Para poder atender la siembra y el ganado no le queda más dinero que invertir en maquinaria, otra de sus grandes quejas. «Es que se ha disparado de una manera brutal.Es inadmisible. Llevo 40 años en el campo, desde los 17 en los que comencé, y he tenido cuatro tractores. Cada vez que he comprado uno, me ha costado mucho más; pero ahora se han puesto imposibles. No se puede pagar 200.000 euros por un tractor si nos siguen pagando el cereal al mismo precio de hace tres décadas. Si tuviera que plantearme renovar alguno, tendría que comprarlo de segunda mano», relata.

Otro de sus pesares es el relevo generacional. «Cuando yo empecé, lo hicimos 80 a la vez, ahora en Valderredible sólo hay 8 jóvenes», remata.

«Diversificamos el negocio porque la agricultura no daba»

Miguel Ángel Anievas Horticultor

«Diversificamos el negocio porque la agricultura no daba»

Empezó con los arándanos. Un fruto muy cotizado por entonces que se daba bien en Cantabria. Incluso montó junto con otros colegas una cooperativa. «Tuvimos que acabar diversificando el negocio porque con la agricultura no daba», explica Miguel Ángel Anievas. Ahora tiene una granja agrícola de esas que se pueden visitar: El valle de Machucón, en Penagos. «Apostamos por el sector turístico, que está en alza en Cantabria, y ahora supone entre el 40 y el 50% de nuestra facturación», subraya. El resto lo producen los 8.000 metros cuadrados de plantación de arándanos, los 5.000 metros cuadrados de manzanos para hacer sidra, un invernadero de 200 metros cuadrados y otro de 400 para hortalizas de calle. «Es un proyecto que da para una o dos personas. Es muy familiar y está muy diversificado, no queda otra. Aquí tanto el trabajo como la comercialización es más trabajosa. No da para vender a grandes superficies y tampoco puedes comprometerte con la cosecha. Es lo que tiene la agricultura ecológica», explica. Ahora prepara otro complemento: un alojamiento rural.

Sin embargo, él que se dio de alta como agricultor profesional sí comparte muchas de las reivindicaciones que el campo ha llevado a las ciudades con las tractoradas: «Sobre todo, los trámites administrativos. Demasiada burocracia. Son trámites lentos, costosos, que te llevan demasiado tiempo del día. Cada vez que tienes que pedir algo a un ayuntamiento o a la Confederación Hidrográfica es una locura. Tratan por igual a un agricultor que factura 20.000 euros que a uno que factura dos millones», apostilla.

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