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Voluntarias de Cruz Roja preparan mascarillas durante la epidemia de gripe de 1918. DM
La gripe española, una epidemia imparable

La gripe española, una epidemia imparable

Sucedió hace un siglo ·

En diversas localidades surgían noticias desalentadoras, con datos sobre fallecidos por la gripe y carencia de médicos por haber caído enfermos

Javier Rodríguez

Santander

Martes, 19 de enero 2021, 07:16

Hace un siglo insistían una y otra vez las autoridades en el carácter «benigno» de los casos de gripe detectados en nuestra provincia. Igual que ha sucedido cien años después, aunque se empezaban a ver las afiladísimas garras del mal nadie quería adoptar medidas drásticas, siempre tan impopulares. Pero jornada a jornada se imponía la cruda realidad. Incluso la prensa empezó a emitir señales al respecto. El Diario Montañés publicaba el lunes 14 de octubre de 1918 este significativo párrafo inicial en una información: «La epidemia de gripe en Santander y en la provincia continúa progresando y representando cada día caracteres más graves y alarmantes». La población quedaba advertida no sólo de que la cosa iba en serio, muy en serio, sino de que podía derivar en drama.

Las noticias procedentes de algunos pueblos confirmaban la inquietud general ante la que se avecinaba. Sirvan como muestras las de Comillas: «Continúa la epidemia con casos graves, como en días anteriores». Y las de Polanco: «Pasan de 300 los atacados de gripe con bastantes casos graves», añadiéndose un matiz angustioso: «El médico municipal hállase enfermo. Por esta causa se carece de asistencia facultativa». Y las de Vega de Pas: «Se ha presentado también en este pueblo la epidemia, que ha traído un individuo llegado de Pamplona. La epidemia abunda entre los niños menores de doce años. Como medida de precaución, se han cerrado todas las escuelas». En Castro Urdiales también empeoraba la situación, consignándose en los últimos días cinco defunciones debidas a la epidemia; por ello comenzaron a fumigarse las calles y plantas bajas.

Agobiados por la preocupación y la presión ciudadana, los responsables públicos buscaban soluciones de emergencia. Pero no era fácil encontrarlas. Un significativo ejemplo se publicaba en las páginas de El Diario Montañés. Entre las «notas de la alcaldía» constaba en octubre de 1918 que el alcalde de Santander, Eduardo Pereda Elordi, había recibido un telegrama remitido por el ministro de la Gobernación. Contestaba a su consulta respecto a utilizar el Sanatorio de Pedrosa para los «atacados de gripe» (sic). Decía el ministro que en tal recinto había niños de colonias escolares y que no podía conceder la autorización solicitada. Concluía la misiva indicando que cuando regresaran a sus lugares de procedencia, «sólo en caso de una imprescindible necesidad y agotados toda clase de recursos, accederíamos a su petición». Recordemos aquí, para comparar el pasado y el presente, un titular de eldiariomontanes.es del 3 de diciembre de 2020: «Sanidad valora dedicar el hospital Tres Mares de Reinosa a atender únicamente a pacientes covid».

El horizonte de la salud tenía pésimo aspecto en Cantabria. La pertinaz gripe no dejaba de robarle terreno a la esperanza. Provocó un radical contraste anímico entre la ciudadanía cierta información, de gran seguimiento, que procedía del bendito fútbol. El titular indicaba: «Colosal triunfo del Racing Club». ¡Y tan colosal! El equipo santanderino había ganado en los Campos de Sport al poderoso Athletic de Bilbao. Se encadenaban los goles. Uno, dos, tres y cuatro, subrayados por ovaciones «estruendosas». Según la crónica, el campo estaba lleno (aún no se hablaba de la «distancia social») y el afamado jugador visitante Pichichi, ídolo popular, «se nubló». Como la tarde, que presagiaba agua. Lo cierto es que la única lluvia fue de goles y el Athletic carecía de paraguas. ¡Añorados tiempos racinguistas!

Alegrías futboleras aparte, el virus seguía su imparable y devastador avance. Para afrontarlo con eficacia, los entendidos difundían todo tipo de consejos oficiales. Un paradigma fue: «El pueblo debe vivir constantemente al aire libre. Sano, para evitar la infección. Enfermo, para evitar la forma grave».

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