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Quien lleva años trabajando durante las Navidades le quita importancia. Es parte de su cometido. Una circunstancia que va ligada a su actividad profesional. Algo que aceptaron el día que decidieron apostar por este futuro laboral. Los profesionales sanitarios viven estas fechas tan señaladas con el objetivo de afrontar cada día como si no fuera Nochebuena o Navidad. La salud no entiende de efemérides, aunque siempre encuentran tiempo para comer un poco de turrón, unos polvorones o brindar con cava con los compañeros. Este año el covid ha trastocado en parte sus planes, aunque también ha ayudado a no echar tanto de menos las celebraciones familiares, ahora que las restricciones y el sentido común recomiendan reducir los encuentros al mínimo.
Carlota Martínez, enfermera de Medicina Interna del Hospital Valdecilla, da fe de ello. Ayer entró a las ocho de la mañana y salió a las tres de la tarde. «En Nochebuena me tuve que recoger pronto, a la una estaba en casa después de cenar con mis padres. No me ha costado mucho levantarme, la verdad. El toque de queda me ha ayudado», explica a media mañana. Por suerte, en su planta sólo hay seis pacientes, todos afectados por covid, lo que le ha permitido aprovechar los descansos programados para hacer algo diferente. «Hemos comido dulces navideños que nos han dejado los compañeros que trabajaron la Nochebuena», añade.
Pero no todos pudieron disfrutar de una jornada laboral tranquila. Los profesionales que desempeñan su labor en el servicio de urgencias tampoco notaron la diferencia con cualquier otro día. Fernando Rey, médico de SUAP en el centro de salud de Los Castros en Santander, apenas tuvo tiempo para cenar sin agobios con sus compañeros de servicio. Su jornada comenzó a las ocho de la mañana del día de Nochebuena y concluyó a la misma hora del día de Navidad. «Ha sido un goteo constante. Quizás no tantos casos como en otros años debido al covid, pero no ha cesado», explica. Sabe que es algo propio de las urgencias en los grandes núcleos de población. «Alergias, intoxicaciones alimentarias, diarreas, vómitos y algunos cuadros psiquiátricos bastantes frecuentes en estas épocas», ha sido lo que más atendió. Tampoco les ha dado tiempo a parar en el 061.
Arancha Tejedor es una de las enfermeras que tuvo guardia de 24 horas en una ambulancia con sede en Laredo. «La mañana de Navidad ha sido un no parar. No nos ha dado tiempo siquiera a hacer la parada habitual para la revisión: hemos juntado un servicio con otro», relata. Aun así, ha sacado tiempo con sus compañeros para juntarse en torno a una mesa. «Hemos comido un picoteo que trajimos entre todos. Nada de calentar, por si teníamos que salir corriendo. Un poco de jamón y lomo del bueno, anchoas caseras de Laredo y unas tostadas que he hecho yo con una receta mezcla de mi madre y mi abuela», cuenta al otro lado del teléfono en uno de los escasos intervalos libres que le ha dejado el día.
También las residencias de mayores trataron de que ayer fuese un día diferente. Anita Mazo, coordinadora de la residencia Las Alondras, llegó como cada día a primera hora al centro camargués. «Durante la mañana no he tenido ni un segundo de respiro. He estado con las videollamadas para que todos los usuarios -veinte, en total- pudiesen charlar con sus familias», explica. Otros años era diferente y esta pequeña familia se convertía en una gran familia. «Intentamos que disfruten estas fechas a pesar de las restricciones del covid. Han desayunado con turrón y polvorones y para cenar en Nochebuena y comer en Navidad también han tenido un menú especial», añade. Ellos, los trabajadores, también han tenido tiempo para juntarse y hacer del día de ayer una fecha un poco más especial.
Lo que sí hizo diferente la Navidad en Valdecilla fue que los familiares de los pacientes pudieron acudir a ver a los suyos. Algo habitual otros años, pero que la pandemia eliminó. «Son visitas cortas, no pueden salir de la habitación y les instruimos para manejarse con los equipos de protección», explica Martínez. «Ha sido un buen regalo para todos: para ellos y para nosotros», admite esta profesional acostumbrada a pasar las fiestas en el hospital. «El año pasado también trabajé, lo tengo asumido. En esta profesión y a turnos ya sabes lo que te toca», subraya.
Pero el covid ha quitado dramatismo al hecho de no cenar o comer con la familia. «Son unas Navidades atípicas, no parece que sea Navidad. Pero si lo piensas, tan sólo son dos cenas y dos comidas», afirma Tejedor. «Mi marido es Policía, así que lo de los horarios y el coincidir toda la familia en casa es algo que tenemos interiorizado y apenas nos afecta», cuenta la coordinadora de la residencia Las Alondras. «Yo me conformo con tener una tarde de relax, sofá y manta después de comer los cuatro de casa», explica Rey tras acabar su guardia de 24 horas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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