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Aunque al pensar en socorristas en verano, se venga a la mente la serie de 'Los vigilantes de la playa', la realidad es que muchos municipios de la región no cuentan con salida al mar. En las zonas del interior de Cantabria, las piscinas al aire libre son una opción cada vez más recurrente a la hora de pasar los días más calurosos. Eso, o simplemente para disfrutar de una jornada lúdica dándose un chapuzón con los amigos o la familia. Los socorristas se convierten así en figuras imprescindibles a la hora de cuidar y velar que nada malo les suceda a estos usuarios que acuden a las instalaciones acuáticas. Con conocimientos en primeros auxilios, los vigilantes deben estar preparados para atender desde un pequeño corte hasta una situación de mayor riesgo.
El socorrismo suele ser un empleo propio de la época estival, generalmente ligado a jóvenes que ven en ello una oportunidad de trabajar y sacarse un dinero durante los meses en los que no se encuentran estudiando. Aunque para llevarlo a cabo tienen que realizar una formación previa y aprobar la titulación de Salvamento y Socorrismo Acuático.
Las carreras por los bordes de la piscina y los saltos de cabeza al agua son algunas de las principales acciones prohibidas en las piscinas, y es lo que más tienen que atender y recordar los socorristas. Una tarea que no siempre resulta sencilla de controlar y que se complica cuando muchos de los que acuden a esas instalaciones son niños que no tienen percepción del peligro.
María Eugenia Acebo, Pedro Vega, Tamara Montero y Carlos Collado relatan a El Diario para este reportaje su experiencia como socorristas en piscinas al aire libre en Meruelo, Torrelavega, Colindres y Astillero. Si un aspecto les une a los cuatro protagonistas con las piscinas es el amor que procesan por la natación, ya que llevan desde pequeños practicando este deporte antes de dar el salto al socorrismo. Incluso, en el caso de Pedro Vega, ve el trabajo en este contexto como un inicio «más tranquilo» antes de lanzarse al socorrismo en las playas.
La concentración y el cumplimiento de las normasson, sin duda, las principales obligaciones a las que se enfrentan en su día a día: «Hay que aplicar con rigurosidad las normas de la piscina, aunque sea algo que a lo mejor no le gusta a todo el mundo, pero al final es lo que toca para un buen funcionamiento», subraya Tamara Montero.
M. Eugenia Acebo Piscina de Meruelo
María Eugenia Acebo, de Meruelo, lleva ya cinco veranos con los ojos puestos en la piscina municipal de su localidad. Esta estudiante de Fisioterapia de 24 años está convencida de que su sitio está en el agua. «Llevo nadando desde los cinco años y siempre he tenido una relación muy estrecha con el mundo del socorrismo», asegura. Finalmente, el haber estado toda una vida ligada a este deporte ha hecho que hoy sea una más del equipo.
Deja en casa la infinidad de premios que ha conseguido en el agua, se enfunda el bañador rojo, coge la toalla y baja a la piscina municipal de Meruelo antes de las doce. «Me gusta llegar con tiempo, saco el botiquín, compruebo que el cloro esté bien y espero a que, poco a poco, vaya llegando la gente». María Eugenia ya conoce a los bañistas de otros años y esto es lo que le gusta de la piscina. «Al final, el trato tan cercano que tienes en la piscina no lo encuentras en las playas. Aquí nos conocemos entre todos».
Su jornada depende de las condiciones atmosféricas del día. «Los días que hace malo no viene nadie, pero los días de calor no puedo ni pestañear. Sientes más agobio porque hay muchos niños y personas mayores». La socorrista confiesa que «tienes que estar constantemente alerta» y, aunque la responsabildad que tiene entre manos –que a veces le asusta– es muy grande, disfruta mucho de su trabajo. Eso sí, muchas veces siente que los padres subestiman el peligro que tiene la piscina para sus hijos. «Llegan, meten al niño en la piscina grande y se olvidan», afirma. Y, cuando pasa esto, allí está Maria Eugenia para tranquilizar al pequeño mientras los padres de lejos dicen cosas como «no pasa nada, déjale, que está el socorrista». Este tipo de situaciones llevan a María Eugenia a pensar que, muchas veces, ven la figura del socorrista como la de «una niñera».
Para la vigilante de la piscina de Meruelo, lugar que elegió por cercanía a su domicilio y el contacto con gente ya conocida del pueblo, una de las mejores cosas de su trabajo es el contacto con la gente y, aunque confiesa que «te puedes encontrar personas de todo tipo», por lo general, «el trato es agradable». Como en todo trabajo, claro, hay cosas malas. «Muchas veces pienso en la gran responsabilidad que tengo detrás, le tengo mucho respeto, pero estamos preparados para resolver y hacerle frente a cualquier problema que ocurra tanto dentro como fuera del agua». Lo más importante, por supuesto, «saber nadar y defenderse en el mundo acuático». «Eso es esencial», sentencia María Eugenia.
Pedro Vega Piscina de Torrelavega
Asus 19 años se enfrenta a su primer verano como socorrista en la piscina municipal de Torrelavega. Una tarea que Pedro Vega, de El Astillero, afronta con muchas ganas: «Llevo solamente un mes y pico trabajando, pero para mí es un medio, el acuático, en el que me encuentro muy cómodo». Y es que su vinculación con el agua va más alla del socorrismo. Pedro tiene experiencia en diferentes pruebas del campeonato de España de natación, incluida una sexta posición lograda este año en la modalidad de espalda a nivel nacional en el torneo universitario.
«Una jornada rutinaria de trabajo comienza con una revisión visual del entorno de la piscina, colocamos algunas sillas en su sitio y, para terminar, ponemos los salvavidas, algo imprescindible para que pueda abrir la piscina con total normalidad. Nos colocamos en unas sillas altas para tener una mejor visión de todo el perímetro».
Y aunque sea una figura fundamental para garantizar la seguridad de la piscina, no todo el mundo le da la importancia que requiere: «Yo creo que la gente se piensa que lo único que hacemos es estar ahí para que no te ahogues, pero sí que tenemos que hacer bastantes más cosas. Por ejemplo, si hay algún accidente gordo, tenemos unos conocimientos mínimos en primeros auxilios que nos permiten actuar. Sabemos usar el desfibrilador, que puede resultar vital, pero como no suelen ser cosas que se vean muy a menudo, pues igual no se tienen tanto en cuenta».
Una piscina, como cualquier medio acuático, requiere de una especial atención. «Hay gente que le da un poco igual todo y tienes que estar pendiente de lo que hace. En el caso de los críos requiere que estés muy encima porque muchos de ellos se quieren tirar de cabeza y te llegan a explicar que no van a llegar a darse con el fondo porque la piscina es profunda, pero la realidad es no puedes dejarles porque existe el riesgo de que se abran la cabeza».
Este trabajo veraniego lo compatibiliza con sus estudios durante el resto del año y no descarta dar el salto en el futuro al socorrismo en la playa. «Yo creo que para empezar a trabajar es un poco más tranquilo hacerlo en una piscina. En el caso de la playa sí que igual es un poco más complicado. Tienes que estar atento a muchas más cosas. Para ir más adelante, igual sí, pero este, que era el primer año como socorrista, pues mejor empezar en una piscina». Lo que peor lleva de la jornada laboral es no poder darse un chapuzón: «En los días de calor sí que se echa en falta», asegura entre risas.
Tamara Montero Piscina de Colindres
Socorrista y monitora de natación a tiempo completo. Tamara Montero, de Laredo, combina durante el verano la piscina cubierta y descubierta de Colindres. Por las mañanas se encarga de impartir clases de natación en la cerrada y, por las tardes, se convierte en socorrista de la piscina al aire libre. Una actividad laboral que traslada durante el resto del año solamente a la piscina climatizada del municipio.
Puestos a comparar, para el trabajo, prefiere este ambiente que el que se vive en las playas:«Al final, aquí es todo un poco más familiar. El trato es más cercano con las personas que vienen a menudo y no hay tanta gente como puede encontrarse en una playa». Una de las virtudes que más tiene que desarrollar una vigilante en su puesto es la atención. «Tienes que estar alerta durante todas las horas de trabajo, pero, ¿sabes la recompensa cuando salvas a alguien o haces alguna operación? Eso es algo que solamente puedes vivir y no explicar con palabras. Estamos preparados para hacerlo lo mejor posible. Hace no mucho tuve que sacar a dos pequeños del agua, pero por suerte no fue nada grave».
A ella le toca piscina por partida doble. «Empezamos con los cursos por la mañana temprano hasta el mediodía con chicos de todas las edades, luego a la tarde me bajo a la descubierta y cambio mi rol al de socorrista de piscina».
Nuevamente, uno de los motivos que le lleva a dedicarse a esta profesión es su relación estrecha con la natación: «He podido practicar natación desde bien pequeña hasta el día de hoy. Y creo que somos una figura esencial, ya sea en una piscina o en una playa», asegura.
¿Menos riesgos? ¿Más confianzas? «No sé si la gente de vez en cuando puede llegar a subestimar el peligro de una piscina. Al final, los bañistas van a la playa y, si ven las olas, igual les da un poco más de respeto. Es verdad que se encuentran con un mayor grado de relajación en la piscina, sobre todo los padres cuando vienen con sus hijos pequeños».
Una de las cosas que más agradece como socorrista en la piscina es el contacto diario con las personas. «Al final, cuando haces acciones buenas, la gente te lo reconoce. Eso siempre viene bien para tu trabajo, es agradable». En contraposición, lo más complejo en la piscina es estar pendiente de los niños, que «son los que más ganas de jugar tienen» y «hay que aplicar las normas de la piscina con rigurosidad». «Es algo que a lo mejor no le gusta a todo el mundo, pero al final es lo que toca para un buen funcionamiento».
Carlos Collado Piscina de El Astillero
El santanderino Carlos Collado lleva ya seis veranos vigilando las playas de la capital cántabra. Este año ha decidido darse un cambio de aires y poner los cinco sentidos en las piscinas. Más exactamente, en la Piscina Municipal de El Astillero, dónde, durante el invierno, también trabaja en la cubierta.
Aunque asegura que está a gusto en ambas torres de vigilancia, «en la piscina es todo más familiar, tenemos un trato más cercano con los bañistas y los demás socorristas». Y, aunque se encuentre gente «de todo tipo», al final están ahí para «amoldarse a todo y ayudar a cuantos lo necesiten». De 10.30 a 20.00 horas, Carlos, junto a dos compañeros más, se asegura que en la piscina de El Astillero, que tiene un capacidad de 1.200 bañistas, esté todo correcto. «Para mí lo más importante es valorar la vida de las personas, da igual que sean niños, mayores o padres», confiesa el socorrista.
Claro está, que un buen socorrista tiene que saber nadar pero, no todo se queda aquí. Carlos también le da mucho valor a los primeros auxilios. «No solo puede pasar algo en el agua, también fuera». Y, aunque por ahora nunca se ha enfrentado a nada de gravedad, afirma que, «siempre debes estar preparado para cuaquer cosa; una Reanimación Cardiopulmonar (RCP), un golpe de calor al sol o alguna pequeña herida».
Tampoco se puede dejar en casa la paciencia a la hora de estar en su puesto de trabajo. «Es fundamental, siempre la tienes que tener presente», afirma. Y, aunque hay gente para todo, Carlos confiesa que está «muy a gusto con los bañistas y, sobre todo, con los compañeros».
«La mayoría de veces, la gente subestima el peligro que se encuentra en las piscinas. A la playa la tienen más respeto», confiesa. Y, aunque «es verdad que la piscina es más segura, ya que es un lugar cerrado y sin corrientes, también hay riesgo de ahogamientos».
Sobre todo, destaca de su trabajo el contacto con la gente. «Tener la capacidad de salvarle la vida a la gente es brutal», aunque, aún así, también sienta que «siempre está el miedo de que le pase algo a alguien».
El mundo acuático ha estado presente durante parte de la vida del socorrista de la piscina de El Astillero. Afirma que lleva años nadando por su cuenta en piscinas de gimnasios y, aunque no está federado en ningún club de natación, es un deporte que le encanta y con el que disfruta mucho. Matiza para concluir que, «nada es más gratificante que poder meterte a la piscia a nadar y encima, si es para ayudar a alguien, lo es el doble».
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