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Los guardianes de las semillas

Lunes, 2 de marzo 2020, 15:56

El banco de semillas del Centro de Investigación y Formación Agraria (CIFA) de Cantabria atesora el patrimonio genético de especies hortofrutícolas tradicionales de la región. Su trabajo busca frenar la pérdida de la biodiversidad agrícola; recuperar el cultivo de variedades tradicionales; favorecer la seguridad alimentaria; garantizar la disponibilidad de los recursos necesarios en el futuro y la puesta en valor de especies que tal vez tengan menos rentabilidad comercial, pero que su alta calidad y sus propiedades organolépticas –cómo sabe, cómo huele, su textura– compense ese mayor coste

El banco de semillas del Centro de Investigación y Formación Agraria (CIFA) de Cantabria atesora el patrimonio genético de especies hortofrutícolas tradicionales de la región. Su trabajo busca frenar la pérdida de la biodiversidad agrícola; recuperar el cultivo de variedades tradicionales; favorecer la seguridad alimentaria; garantizar la disponibilidad de los recursos necesarios en el futuro y la puesta en valor de especies que tal vez tengan menos rentabilidad comercial, pero que su alta calidad y sus propiedades organolépticas –cómo sabe, cómo huele, su textura– compense ese mayor coste
El banco de semillas del Centro de Investigación y Formación Agraria (CIFA) de Cantabria atesora el patrimonio genético de especies hortofrutícolas tradicionales de la región. Su trabajo busca frenar la pérdida de la biodiversidad agrícola; recuperar el cultivo de variedades tradicionales; favorecer la seguridad alimentaria; garantizar la disponibilidad de los recursos necesarios en el futuro y la puesta en valor de especies que tal vez tengan menos rentabilidad comercial, pero que su alta calidad y sus propiedades organolépticas –cómo sabe, cómo huele, su textura– compense ese mayor coste

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El banco de semillas del Centro de Investigación y Formación Agraria (CIFA) de Cantabria atesora el patrimonio genético de especies hortofrutícolas tradicionales de la región. Su trabajo busca frenar la pérdida de la biodiversidad agrícola; recuperar el cultivo de variedades tradicionales; favorecer la seguridad alimentaria; garantizar la disponibilidad de los recursos necesarios en el futuro y la puesta en valor de especies que tal vez tengan menos rentabilidad comercial, pero que su alta calidad y sus propiedades organolépticas –cómo sabe, cómo huele, su textura– compense ese mayor coste

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