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«La inflación se dispara un 7,4%». «El precio de la luz alcanza su máximo de 2022». «El precio del gas se dispara un 26%». «La guerra lleva el crudo por encima de los cien dólares». «Los ganaderos tiemblan por el encarecimiento de los ... cereales». Y se puede seguir. Son todo titulares de las últimas horas y, en el subtítulo, incluyen el vínculo con la invasión rusa de Ucrania. No hace falta ser una lumbrera para saber que todo eso afecta ya a la economía de Cantabria. A la de andar por casa y a la de la región en general -que se lo digan, con lo que ya traían a la espalda, a la industria electrointensiva de la comunidad autónoma-. Entre importaciones y exportaciones, las empresas cántabras movieron con Rusia y Ucrania el pasado año 147,2 millones de euros, según datos del Icane. Desde el Puerto de Santander confirman que el tráfico con los dos países supone un 7% del total. La Cámara de Comercio define como «moderado» el impacto directo para las empresas cántabras en cuanto a la balanza comercial. «No será un gran problema, un desastre, salvo en casos puntuales», apunta Jesús Tortosa, director general de la entidad. Los casos puntuales serán los que tienen que ver con la siderurgia, los fertilizantes o los cereales. Para ellos será más grave. Pero, en general, sí que advierte del peligro del «impacto económico indirecto» para el tejido empresarial. La factura del gas, la luz, el carburante, las materias primas, la escasez de componentes... Otro dardo más para la recuperación.
En la Cámara disponen de un análisis minucioso de la relación comercial. A Ucrania se exportaron el año pasado mercancías por valor de 8,5 millones de euros, una cifra más alta que en los últimos balances. Entre la lista de empresas regionales que vendieron allí las hay de caucho, cosméticos, farmacia, plásticos, textiles, utensilios de cocina, estufas, queso, material higiénico y dental o fregaderos. «Para Cantabria es el mercado cuarenta del mundo y representa el 0,3%».
Si hablamos de importaciones, la cifra se quedó cerca de los ocho millones. Supuso una caída en picado respecto a los dos últimos años, pero en la Cámara aclaran que 2020 y 2021 fueron la excepción por la compra puntual de un par de empresas de gran cantidad de cereal. Ahí está una de las claves de la crisis. Cereales. «Ucrania es el granero del mundo», apunta Gaspar Anabitarte, del sindicato ganadero UGAM. De allí llega el 30% del maíz que se consume en España, por ejemplo. Por el Puerto de Santander, por precisar, de las 77.651 toneladas de mercancía que llegaron procedentes del país, casi 64.000 fueron de cereal. «El precio del pienso se va a incrementar mucho y esto colma el vaso. Hay una anorme incertidumbre», explica. Dar de comer a las vacas va a salir -aún más- por un pico.
LO QUE IMPORTAMOS DE RUSIA
UCRANIA Y LOS CEREALES
PUERTO DE SANTANDER
Además, suplir el maíz, el trigo o el aceite de girasol que llega de la zona de guerra va a ser complicado para las empresas (grandes y pequeñas) y acabará repercutiendo en el precio del pan, la pasta, la bollería o las salsas que compran los cántabros.
A Rusia, según la Cámara, en 2021 exportaron 36 empresas cántabras. Plásticos, textiles, cisternas, estufas y chimeneas, aparatos electrónicos, productos de higiene dental, cableadoras o ascensores, entre otras. Fueron algo más de doce millones (cayó respecto a 2020) y fue, para la región, el mercado número treinta en importancia. Pero, ojo, porque las importaciones se dispararon. De 46 millones a 118. ¿Por qué? «Dado el difícil abastecimiento en otras zonas, fue necesario encontrar mercados y buscar lo más económico», destaca Tortosa. De allí llegaron en grandes cantidades, sobre todo, productos férreos, hulla y abonos minerales (por el Puerto se movieron 52.000 toneladas de carbón y coque, y más de 250.000 de fertilizantes). «En 2021 fueron nuestro séptimo proveedor», concreta la Cámara. Segundo problema: perder a este suministrador, si siguen las dificultades por la pandemia, va a generar quebraderos de cabeza a sectores como el de la siderurgia regional.
«Mientras dure el conflicto y, sobre todo, si se alarga, es más que probable que las mercancías importadas por nuestros clientes tengan nuevos orígenes como el resto de Europa, Marruecos o Turquía, en el caso de los fertilizantes; América, en el de los cereales y el carbón; y el resto de Europa, en el de los siderúrgicos. Esto producirá, sin duda, un encarecimiento de las mercancías ya que aumentará la demanda mundial en estos mercados alternativos», destaca Francisco Martín, presidente de la Autoridad Portuaria. «Aunque, de momento, el grueso de nuestro tráfico se verá relativamente afectado (estamos hablando de un 7% del total) -añade-, nos encontramos ante una situación globalmente dramática (por supuesto, en primer lugar, en el plano humano), ya que está generando mucha incertidumbre tanto en el plano geopolítico como en el económico, lo que no favorecerá, en ningún caso, a las relaciones comerciales».
En Vitrinor lo saben bien. Como a todos, les está afectando el precio de la energía («el gas es el primer gran efecto que estamos viendo»). Pero, además, ellos son una de las compañías que exportó en 2021 a los dos países. «Trabajamos tanto con Ucrania como con Rusia en la matriz Vitrinor y también en Vitrispan», añade Fernando Garay, su director gerente. Con la segunda han perdido ya un proyecto en una estación del metro de Moscú y con la primera «se han cancelado varios pedidos en curso». Cancelados o parados, «pero con pocos visos de recuperarse». Fue de manera súbita: «Nuestros clientes, tanto los rusos directamente como los que operan en esos mercados, no imaginaban algo así».
Así que de la noche a la mañana se ha caído un «dos o tres por ciento» de su facturación anual. «No es que sea un volumen gigante, pero se cancela todo y a eso hay que sumar lo que supondrá de daños colaterales, con las materias primas o los costes energéticos». Garay ve «imposible» que «cualquier empresa cántabra que opere con Rusia o Ucrania continúe con normalidad».
Y para eso se preparan en otra de las compañías importantes de Cantabria, que figura también entre las que exportaron a los dos países. Textil Santanderina. «Uno de nuestros principales ejes de negocio al hablar de Rusia es Turquía, es la puerta de entrada a la que se exporta tejido que se convierte en prenda acabada en Rusia». Es «un vector de negocio importante», explica Ramón Ríos, director comercial de Moda, consciente de que los turcos tienen un papel complicado por su posición estratégica respecto a rusos y ucranianos.
«A 28 de febrero -por ayer- no tenemos nada parado. Ni pedidos ni pagos, pero las expectativas son de máxima preocupación», admite Ríos. Sabe que «a corto o medio plazo» lo van a notar, que «habrá una ralentización en el mercado durante las próximas semanas por la precaución que existe». Además, los efectos que tendrá para grandes firmas como Inditex -650 tiendas entre Rusia y Ucrania- o Bimba y Lola repercutirán en toda la cadena.
Ellos y todos los demás tienen clara una idea: cuánto más se alargue el conflicto, mayores serán las consecuencias económicas para todos.
De todas las importaciones que recibió España en 2021, el 1,8% procedía de Rusia, unos 6.000 millones. De Ucrania llegaron otros 2.400 millones. Entre ambos, superan el 2%, pero están muy lejos de otros territorios. Industria indica, de hecho, que esta presencia empresarial y el volumen de importaciones y exportaciones con Rusia tendrá una repercusión «muy limitada o nula». Pero en el sector energético, parte del agrícola e incluso la automoción, la preocupación crece. También en el turismo. Y en algunas firmas concretas. El empesario ruso Mijail Fridman ostenta un 77% del capital de supermercados DIA a través de su brazo inversor Letterone.
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