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Aquel cambio de residencia, desde Cabezón de Liébana, donde nació, hasta Aguilar de Campoo, marcó el rumbo de su vida: de niño, se enamoró de las ruinas de Santa María la Real. Da la impresión de que convertirse en arquitecto después y reconstruir el monasterio ... es consecuencia lógica de aquello. Para sacar ese gran proyecto adelante hizo de todo -hasta organizar 'romerías del Románico'-, una práctica, la de unir ocio, negocio y patrimonio, que siguió empleando y perfeccionando a lo largo de su vida.
-Acaba de dejar la presidencia de la Fundación Santa María la Real. ¿Puedo considerarle ya un jubilado?
-No, en absoluto. Jubilado viene de júbilo... lo que estoy es jubiloso. Llevaba cuarenta años con esa mochila y en la Fundación hay gente muy valiosa, que lleva colaborando muchísimos años, para tomar el relevo. En el fondo se trata de un relevo generacional.
-¿Cree que su vida habría sido distinta si no se hubiese ido a vivir junto a las ruinas del monasterio?
-Absolutamente distinta, porque eso ha marcado mi vida. Tener un juguete de ese calibre y calidad es algo que no todos los niños tienen a su alcance: ¡una ruina que pone 'prohibido el paso'!
-De todas las criaturas que ha alumbrado -además de la Fundación, las escuelas taller, las lanzaderas de empleo...- ¿por cuál siente más orgullo?
-Vienen una detrás de otra. Me siento no tanto orgulloso, sino contento de echarme sobre las espaldas aquella ruina, algo que no hice solo, porque colaboró el pueblo de Aguilar -quinientas personas de la Asociación de Amigos del Monasterio-. También estoy muy contento de las escuelas taller: yo hice las primeras, impulsé el proyecto, pero luego han marchado solas por el mundo. Me parece muy positivo hacer el prototipo y que luego marche todo solo.
-Otro de sus grandes proyectos es el de la Enciclopedia del Románico. Ya son 52 tomos, y se prevé concluirla en 2018. ¿Cómo lo va a celebrar?
-Vamos a hacer una gran exposición en la Biblioteca Nacional: Románico, monumento y documento. Junto a la enciclopedia se mostrarán códices y obra escultórica; puede ser una gran exposición sobre el Románico. En cuanto a la enciclopedia, a lo mejor se hace el Románico en Portugal: después de terminar el portugués tendríamos el de toda la Península Ibérica, serían 72 tomos. Probablemente se trate de la última enciclopedia en papel que se va a hacer en el mundo, somos los últimos de Filipinas.
-¿Qué tiene el Románico que da para tanto?
-Lo tiene todo: es sensorial e intelectual; junta la arquitectura, la escultura, la pintura y el paisaje... es un arte rural, eminentemente monástico, y está en el paisaje gratis: una iglesia románica en una colina la hace trascendente, tiene un enorme poder de evocación, el mismo que tiene la infancia.
-Usted se las ha arreglado para obtener rendimiento económico y trabajo de la cultura y el patrimonio. ¿Qué podría hacer con el Centro Botín?
-Lo primero que tengo que hacer es visitarlo por dentro, y después tomarme una cerveza fuera: todo lo que es expansión del cuerpo es ensanchamiento del espíritu, y cada uno tiene que pillar lo que pueda. Si se está bien tomando una cerveza allí a la sombra, miel sobre hojuelas, y si hay una exposición interesante y uno se divierte, pues también. Diversión y cultura, es lo mismo.
-Tiene otro 'yo': el de caricaturista y analista político.
-Me viene de pequeño, como todo. Me gustaban mucho las caricaturas de 'Marca': Cronos, que con cuatro líneas, dos alambres, hacía una persona y me parecía magia pura. Eso, más los cuentos del Guerrero del Antifaz, El Cachorro, la Familia Cebolleta, las Hermanas Gilda... es un universo infantil que llevarlo a la política tiene su gracia. Tanto en lo que he hecho de caricatura como de escritura he tratado de deleitar aprovechando; no digo enseñar, pero sí contar siendo de utilidad lo que cuentas.
-¿Cuándo descubrió que también era novelista?
-Pues lo descubrí poniéndome, porque todo lo he descubierto así: hacer aprendiendo y aprender haciendo. Eso eran las escuelas taller. Se aprende un oficio metiéndose en él, y ese ha sido el principio de mi vida, así me puse a escribir.
-¿Hay algún otro Peridis que le gustaría haber sido?
-Me habría gustado ser político, pero no sé acuchillar a mis amigos ni explotar las relaciones de esa manera. He hecho política desde la sociedad ayudando al cambio social; la escuela taller fue un nuevo modo de arreglar edificios, de ver el patrimonio no como una carga sino como una oportunidad. Y también se trata de no hacerlo solo, de formar gente, creando riqueza y empleo, con mucha más gente y pasándolo bien. Ese es mi lema: divertirme divirtiendo y haciendo cosas útiles.
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