![Gustavín, el ingenieru](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202102/05/media/leyendas.jpg)
![Gustavín, el ingenieru](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202102/05/media/leyendas.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Desde la torre de París se ven muchas cosas, pero no Colindres, así que es normal que quien quiera conocerlo tenga que ver un poco de mundo. Algo así le debió ocurrir a Gustave Eiffel, que harto de construir torres y con ganas de conocer qué era eso de las anchoas, un buen día cogió un tren, una diligencia o lo que quiera que hicieran los constructores del cambio del siglo para viajar. Y terminó en Cantabria, cruzando un día tras otro la desembocadura del Asón, conocida entre los amigos como Ría de Treto, barcaza viene, barcaza va, mientras construía el puente de Treto, conocido entre los amigos como el Puente de Hierro.
Como la audiencia más sagaz habrá intuido, el arranque es fabulado, como fabulada es la leyenda urbana que le inspira. Esa que dice que el arquitecto francés construyó el puente que une Colindres y Bárcena de Cicero. Todo un hito en su momento. Aunque la construcción de la autovía le relegara a un papel más secundario como conexión local, en su momento permitió salvar la ría y la necesidad de ascender la ribera del Asón o comprar pasaje en la lancha; como la de Los Reginas pero en versión de la Cantabria oriental.
No estaría de más, de hecho, que se colocara en sus dos extremos un letrero como ese que adorna algunas tabernas por toda España, solo que cambiando a Hemingway por Eiffel: 'Eiffel nunca estuvo aquí'. Con letras de forja, por supuesto, pero el caso es que, quizá por el aspecto o por la época. Tal vez por alguna ocurrencia o quién sabe por qué motivo, el mito de que el galo construyó el puente ha sobrevivido más de un siglo.
En este caso no lo sabe todo el pueblo –o los dos pueblos–, como ocurre con otras leyendas. Al fin y al cabo, se construyó entre 1897 y 1905 y está bastante bien documentada.
Pero no todo iba a resultar tan sencillo. Con lo que cuesta forjar una leyenda urbana, tampoco es cuestión de echarla abajo tan rápidamente, y la versión 2.0 explica que bueno; que Eiffel, lo que se dice Eiffel, igual no, pero sí sus alumnos, o su empresa, que por cierto se llamaba Compagnie des Établissements Eiffel, o que al menos hizo los planos. Una situación esta mucho más creíble, razonable y posible. Pero tampoco.
Por cierto: lo que sí salió de los talleres de Eiffel fue la gran marquesina de la Estación del Norte de Santander, en la que construida sobre el solar que ahora ocupa la de autobuses daban servicio los trenes de ancho ibérico, en servicio hasta el estallido de la Guerra Civil y a la que sustituyó la actual, construida poco después de la guerra.
No solo la firma de Eiffel no figura en ninguna parte. No solo no estuvo nunca –al menos que conste– en Cantabria, sino que el puente tiene otro padre y otra rúbrica: la de un ingeniero cántabro, para más señas, que respondía al nombre de Eduardo Miera. Se inspiró, eso sí, el las construcciones futuristas de acero del francés, como se hizo en toda Europa y América. Aquí sí se puede hablar de escuela Eiffel en el sentido estilístico y técnico, pero en ningún caso porque el de Dijon participara en ningún aspecto.
El origen de la leyenda también puede estar en la confusión o en un mito urbano por extensión, porque a pocos kilómetros de allí otro orgulloso puente de acero conecta los dos márgenes del Nervión, entre Portugalete y Las Arenas. También diseñado por Eiffel, según otra leyenda. Y que tampoco lo fue, aunque en este caso el origen de la confusión está muy claro: es obra de Alberto de Palacio y Ferdinand Arnodin, este último discípulo directo de Eiffel. Y siempre viste más el maestro que el alumno.
Lo que no es leyenda es que el de Treto era un puente giratorio, con un eje mecánico en uno de sus extremos que permitía girar una sección de la plataforma para permitir el paso de los barcos desde, por ejemplo, el pequeño puerto pesquero de Limpias, al que la construcción del puente no le hizo ningún favor en absoluto. Ahora está fuera de servicio, pero no siempre fue así. Ya no lo atraviesan barcos, como no lo construyó Eifel.
O quién sabe; tal vez la versión legendaria sea la buena y todo lo demás una cortina de humo. Quizá el bueno de Gustave, rebautizado Gustavo para los de casa y Tavuco o Tavín para los amigos, no solo diseñara los planos, sino que entre cole y cole en la playa del Regatón preparara con sus propias manos la colada, cargara con vigas y se subiera al andamio para construir una obra apócrifa, modesta, funcional, y dejarla ahí como gesto; como quien abandona libros en un banco o en un parque consciente de que no los abandona, sino que los libera. Pero no se vuelvan locos ni locas. Lo más probable; bastante más que probable, en realidad, es que todo sea mentira.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.