«Hago la compra y me voy rápido a casa»

Son las diez y media de la mañana y María del Mar Arroyo, de 68 años, se dispone a hacer la compra en el supermercado BM del Paseo de Canalejas, en Santander. Es su segunda compra de la semana. La epidemia del coronavirus ha reducido sus salidas diarias y ahora sólo va a la compra el mínimo posible, dos veces por semana. «Vine el lunes, hice acopio de las cosas que necesitamos mi marido y yo y me fui. No he vuelto a salir de casa hasta hoy. Y voy a repetir lo mismo. Hago la compra y me voy rapidísimo para casa», cuenta.

Antes de entrar, una trabajadora le avisa: «Espere a que el señor que ha entrado antes que usted se limpie y se ponga los guantes». Instantes después, María de Mar comienza el protocolo de medidas de higiene y seguridad. La mascarilla la trae de casa, pero el supermercado le invita a lavarse las manos con un gel hidroalcohólico y, a continuación, le obliga a ponerse unos guantes. «Mantengan la distancia de seguridad», recuerda otra empleada. Y comienza la tarea.

María del Mar saca de su bolso un papel con la lista de los alimentos que necesita. Empieza por la fruta. «Siempre repito el mismo itinerario». Mientras una mujer busca las mejores manzanas ella espera en la distancia para coger las suyas. «Dicen que hay que mantener un metro y medio de espacio entre personas», destaca la mujer.

Tachadas las frutas del listado, tocan los dulces. «Galletas integrales y chocolate con naranja», se puede leer en el papel. Continúa el trayecto y llega el momento de comprar los espaguetis, el arroz, un bote de tomate y varios caldos de pollo. «Con esto tengo el menú del fin de semana». Durante el recorrido la mujer destaca el inventario de todas las secciones. «No falta de nada. No entiendo por qué la gente tiene tanta ansia. Yo siempre que he venido había de todo y no había ni un hueco vacío», apunta.

El último pasillo que le queda por visitar es el del frío. «Necesito yogures, jamón de York y lonchas de queso. Y, ya que estamos, voy a coger unos conos de helado». Con estos productos en su carrito, tacha con su boli todos los recados de la lista. Solo falta pagar.

El establecimiento a esa hora ya tiene afluencia y hay que guardar cola en la caja. Dos personas delante y un espacio amplio entre ellos. Llega su turno y un cristal de metacrilato separa a la cajera de María del Mar. «Nos lo han puesto esta semana para ampliar la seguridad y nos obligan a usar guantes. Lo agradecemos porque te deja más tranquila», cuenta María Isabel Fernández, la cajera. Tras recibir el recibo de compra, María del Mar carga sus bolsas y abandona el supermercado. «No me quito ni los guantes. Aguanto con ellos hasta casa», dice.

Trabajadoras como Carmen Mirones cuentan que hay muchas más personas en el supermercado de lo habitual. «Vemos más afluencia. Hay mucha gente que está concienciada y mucha gente que baja a dar el paseo». Para proteger a sus empleados, BM pone a su disposición todas las recomendaciones del Ministerio de Sanidad. «Desde soltar los carros para evitar el contacto con monedas, señalización adecuada en las tiendas para recordar la distancia de seguridad, el uso de guantes, metacrilatos para mantener la distancia entre el cliente y la cajera... Cada día intentamos implementar más», explica Miguel Ángel Zamorano, director de marketing y gestión de tiendas.