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La hazaña de tres cántabros en Taiwán

El artista Álvaro Trugeda surca 100 kilómetros por la costa este de la isla en una banca velera filipina con dos amigos de Santander: «Les pregunté si les apetecía vivir una aventura y me dijeron que sí»

Ana del Castillo

Santander

Domingo, 18 de agosto 2024, 07:38

¿Qué le dice un cántabro desde Taiwán a dos colegas compatriotas? (vaya por delante que no es un chiste, es un episodio épico). Lo que les comenta es: «¿Os apetece una aventura?». Ellos responden afirmativamente y así, con un WhatsApp enviado a más de 10.600 kilómetros de distancia, comienza la divertida singladura de tres santanderinos en la isla al este de China.

El pintor y escultor Álvaro Trugeda (Santander, en 1979) vive en Taitung, en la costa suroeste de Taiwán, a donde se mudó en 2014 buscando «calidad de vida, naturaleza y oportunidades para exponer y vender mi obra». A Buba -que es así como le llaman sus amigos en España, en Taiwán le dicen Balu- le han servido estos diez años, además de para manejarse con el idioma, para bucear en las raíces de los indígenas del territorio en el que vive, conocidos como Bancha o Amis. Ese interés por los orígenes de un pueblo desconocido para él le llevó a participar por tercer año consecutivo en el festival de arte que se organiza todos los veranos en Shitiping para recuperar las costumbres de la tribu. Esta edición, centrada en las tradiciones marineras.

Arriba, Trujeda, junto a una parte de su embarcación. Abajo, dos de las obras con las que participó en el festival artístico en pasadas ediciones. DM
Imagen principal - Arriba, Trujeda, junto a una parte de su embarcación. Abajo, dos de las obras con las que participó en el festival artístico en pasadas ediciones.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Trujeda, junto a una parte de su embarcación. Abajo, dos de las obras con las que participó en el festival artístico en pasadas ediciones.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Trujeda, junto a una parte de su embarcación. Abajo, dos de las obras con las que participó en el festival artístico en pasadas ediciones.

De este modo, se dispuso a construir una banca filipina de ocho metros de largo y no más de tres palmos de ancho. Una embarcación peculiar, muy estrecha, elaborada con madera tropical. «Tardé tres meses, y la fui haciendo improvisando con vídeos de barcos filipinos», señala el artista. Cuando terminó, a sus amigos taiwaneses les hacía mucha ilusión ver materializada la banca, alababan la habilidad de Trugeda, pero ninguno se atrevía a navegar con él, «solo querían darse un paseíto», cuenta. Y claro, su intención era realizar una travesía de cuatro días partiendo del pueblo en el que vive hasta Shitiping. Nadie quería surcar los mares con él. Entonces, ¿qué hizo Buba? Llamar a dos colegas cántabros, Ignacio Pérez del Molino y Felipe Leguina: «Somos amigos de toda la vida, saben de navegación y estaba seguro de que les haría ilusión la aventura. Necesitaba tripulación valiente y con experiencia». Y añade divertido, como para justificar las 15 horas de vuelo desde Santander: «De tribu a tribu». «Por eso pinté la estela cántabra en el barco, para que fuera algo visual y vieran que ésta era nuestra tribu», puntualiza.

Felipe, Nacho y Buba, en una de las paradas de la travesía. DM

Comienza la aventura

Sin titubeos, como se gestan las grandes proezas, Felipe y Nacho emprendieron el viaje hasta Taiwán. Una vez allí, ya los tres juntos, ultimaron los detalles de la banca y diseñaron el itinerario de viaje: unos 100 kilómetros sobre el mar, a remo, buscando la brisa y ayudados por Kuroshio, la segunda corriente marina cálida más grande del mundo después de la del Golfo Atlántico. La misma que aprovechó el marinero y fraile español Andrés de Urdaneta y el Galeón de Manila para ir de Filipinas a Acapulco. En la banca, en el minúsculo espacio que queda cuando ellos están dentro, va una nevera con chocolate, agua de coco y botellas de agua congeladas, fruta, latas de atún y bolas de arroz.

No hay aventura sin traspié. El tramo inicial sacó a la luz una grieta en el barco que les hizo dar por naufragada la misión. Sin embargo, se pusieron a achicar agua todo el trayecto y a esperar que la madera hinchara. Problema solventado. Pero al final del día «llegamos a una playa llena de rocas» y la banca de 250 kilos quedó encallada en la arena. «Los golpes de las olas la hizo volcar, lo que acabó por desmontar la embarcación. A la mañana siguiente, con tranquilidad porque hacía mucho calor, volvimos y la reparamos durante horas. Un día después, salimos hacia Changpin, la etapa más larga», cuenta Trugeda.

Selfie de Leguina, Pérez del Molino y Trugeda durante su aventura.
Cuando llegaron a una de las playas la banca quedó encallada.
El golpe de las olas acabó por desmontar la embarcación.
Tuvimos que volver a construir a 'Tawi' y al día siguiente zarpar de nuevo.
Los tres cántabros almorzando junto a amigos taiwaneses.

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Recorrieron 25 millas en nueve horas. Habían arreglado la vía de agua, por lo que pudieron alejarse «mucho» de la costa y navegar empujados por la corriente y las brisas. «Al llegar a Changpin nos esperaban amigos aborígenes que pudieron tranquilizar a los estupefactos guardacostas que no daban crédito al vernos llegar en la banca», dice Trujeda. La última etapa «la hicimos en cuatro horas y media, salimos con calma chicha, a remo, pero enseguida se levantó el viento pronosticado que nos empujaba de popa a un ritmo maravilloso, entre 6 y 8 nudos, y así jugando a mantener el 'Tawi' en equilibrio con los pontones llegamos al destino a la hora exacta que debíamos llegar».

Trugeda, Pérez del Molino y Leguina reman subidos a 'Tawi'. DM

Cuando la 'tribu' cántabra atracó en la playa de Shitiping con el objetivo cumplido les recibieron como a héroes. Les agasajaron con multitud de agradecimientos, con una canasta con fruta, con entrevistas para medios locales y con el baile tradicional. «Nos sentimos muy orgullosos y aún más hermanados por haber superado juntos las dificultades de la travesía. Nos emociona también haber dejado a España y Cantabria en buena estima. Ha sido una bonita forma de honrar a nuestros ancestros marineros y a todos los españoles que naufragaron en estas latitudes», dice Trugeda, que no quiere despedirse sin decir una última cosa: «Viva Cantabria». Viva.

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