
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Una herencia valorada en tres millones de euros, una presunta hija no reconocida de una relación que se inició en Sevilla a finales de los años sesenta y una prueba de ADN. Es probable que estos tres ingredientes conformen la trama de algún libro ya escrito, pero en este caso son parte de la rocambolesca historia que tiene como protagonista a un cántabro que trabajó durante años en la capital andaluza.
Allí vivió hasta jubilarse y fue entonces cuando decidió regresar a su tierra, junto a la mayor parte de sus familiares. Tiempo después, a sus ... 85 años, falleció. Aunque el hombre no llegó a casarse nunca -murió soltero y sin hijos-, en el lapso de tiempo que residió en Andalucía, pudo tener un romance con una joven sevillana. De esa relación nació una niña, la otra protagonista de esta historia. O al menos esa es la tesis que sostienen a día de hoy la mujer y su abogado, Fernando Osuna, responsable del despacho sevillano que lleva el caso y que está especializado en demostrar paternidades controvertidas. Ambos buscan lo que ella no pudo obtener mientras su presunto padre vivía -aunque lo intentó-: ser reconocida como hija. Una confirmación por la que lleva luchando más de cinco años y que, en caso de ratificarse, la convertiría en la única hija del fallecido y, por tanto, en heredera.
Fernando Osuna, Abogado
Nacida en Sevilla hace 52 años, la cliente de Osuna está inmersa en medio de un juicio por paternidad. «Hemos presentado una demanda en el juzgado de Sevilla y hemos demandado a los familiares más cercanos al fallecido», explica el abogado. Reclaman una prueba de ADN para certificar esa relación de parentesco y así poder recibir la parte de la herencia que le tocaría. Y es que en tal caso, si la prueba da positivo, «le corresponderá el 66% de los tres millones de euros» en los que está valorado el patrimonio del difunto, calcula Osuna. Por eso «el ADN es el que resolverá el caso, ahí no hay defensa posible», subraya. Es la prueba definitiva. El fallecido redactó un testamento en el que dejó toda la herencia a sus sobrinos, que «han recibido su parte, porque la herencia ya se ha repartido». No obstante «la legítima prevalece» sobre este documento. Es la parte del pastel que, por ley, está reservada a los que se denominan herederos forzosos, grupo en el que están los hijos.
El siguiente paso para hacer la prueba es exhumar el cuerpo del fallecido un movimiento para el que ya han obtenido el visto bueno. Pero aquí han encontrado otra complicación. «Hay problemas para localizar el cadáver», cuenta Osuna. Todo pese a saber en qué cementerio está inhumado el mismo. Concretamente en el de «un pequeño pueblo cercano a la costa» cuyo nombre no ha querido desvelar. Los propios libros con los que cuenta el responsable del cementerio certifican que efectivamente se encuentra enterrado allí, pero parece que nadie sabe exactamente dónde está la sepultura.
Sin la ubicación exacta, los intentos realizados por la comisión judicial para proceder a la exhumación del cadáver quedaron en nada. Y, tras varias búsquedas, todavía no ha podido hacerse porque «nadie ha localizado los restos óseos». El abogado defiende que en el cementerio hay un panteón familiar y solicitan «que se indague allí». Algo que todavía no se ha hecho. «A veces da la sensación de desidia», dice.Todo está paralizado, «pendientes de encontrar el cuerpo» porque hasta que no aparezca «los médicos forenses no podrán hacer el estudio». Cuando esto ocurra, si el resultado es positivo y les da efectivamente la razón, «el juez citará a la familia demandada y a la hija en un juicio que se celebrará en Sevilla» y entonces sí sería reconocida como hija y podría reclamar, a quienes ahora tienen la herencia, su parte de la misma.
Los contactos por parte de la familia sevillana con el fallecido ya se dieron cuando éste vivía. Hubo varios «intentos de acercamiento, pero el reconocimiento siempre fue negado», cuenta Osuna. «Había contactos, pero nada más». Ella intentó demostrar el parentesco presentando diferentes pruebas que pudieran demostrarlo. Desde testigos que conocían a su madre y al difunto y veían como «el señor tenía relaciones con ella», hasta «fotografías del fallecido» para alegar el parecido físico. Incluso argumentaron la proximidad de las casas en las que residía cada uno Sevilla.
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Ana del Castillo
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