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Joaquín Echeverría (Montoro, 1950) es creyente y practicante, como lo era su hijo Ignacio, el llamado 'héroe del monopatín' (murió golpeando con su monopatín ... a los terroristas que atentaron en Londres el 3 de junio de 2017). No puede ocultar su tristeza, pero afirma que «mi hijo se fue porque así tenía que ser. Había cumplido con su objetivo y no tengo derecho a pedir excepciones ni a Dios, ni al destino ni a quién como quieras llamarlo». Transmite serenidad. Desde que se jubiló, disfruta de largos veranos en Comillas, donde la paz se ve interrumpida en agosto, cuando llegan sus nueve nietos. Ignacio siempre está con ellos.
-Usted ha afirmado que su hijo Ignacio está en el cielo. ¿La fe ha sido su gran sustento?
-Cuando Ignacio murió, tardamos días en conocer la certeza de su muerte. Pensé en mil cosas que podían estar ocurriéndole y la muerte no era la peor. Además, si fuera mi muerte y no la suya, yo no hubiera estado seguro de mi salvación. Pero yo sabía que él si se había hecho merecedor del cielo por sus acciones cuando estaba vivo, aún antes de entregar su vida por otros.
-¿Hay sitio para el perdón?
-No hay nada que perdonar porque no identifico a quien perdonar. La causa que asumieron los terroristas no merece perdón. Tampoco me considero capacitado para darles el perdón y la paz. No me atrevo a ponerme entre ellos y la justicia divina. Ojalá se hayan arrepentido.
-¿Cree en la prisión permanente revisable en casos tan extremos como este?
-En mi opinión, todo aquel que representa un peligro cierto y grave para los demás, debe ser neutralizado y privado de la libertad de poder perseverar en hacer daño.
-¿Es de la opinión de que Borja W. es un héroe o un criminal?
-Desde mi punto de vista no es un criminal, porque no creo que haya tenido intención de matar, ni siquiera de hacer daño. Si un día me veo maltratado como la mujer que defendió Borja, me gustaría que alguien como él me defendiera.
-Cuando su hijo murió, usted estaba preparando un libro sobre la correspondencia de su familia antes y durante la Guerra Civil, pero lo cambió por uno sobre Ignacio. ¿Cómo va?
-Mi redacción esta casi hecha y ahora los editores están corrigiendo el estilo y gramática. Espero que se lance hacia el mes de octubre. Mientras, sigo transcribiendo las cartas de mi familia.
-Hay personas que no consiguen superar el duelo, que se lo guardan todo dentro. ¿Usted lo ha pasado hablando?
-No lo sé. Cuando volvimos a España con el cadáver de Ignacio, nos esperaban muchos familiares y amigos en el tanatorio. Vimos caras de pena. Les dije que Ignacio estaba con nosotros y que ese día de reunión por él debía ser un motivo de alegría. Eso no impide que a veces me emocione y llore. Supongo que mi falta de pudor para hablar de mis cosas y el convencimiento de la buena conducta de Ignacio y de que alcanzó su objetivo en la vida, aunque fuera antes de lo que él esperaba, ayuda a estar satisfecho.
-¿Sigue creyendo que los terroristas no están siendo neutralizados?
-Aquellos terroristas murieron. No sé si se libró algún colaborador. Pero la causa islámica de dominación del mundo sigue viva y no cabe duda de que tenemos en occidente mucha población susceptible de contaminarse con esa causa y que corremos el peligro de que algunos se radicalicen. Por ello, hay que cuidar a la sociedad para que no tengan motivos para no llegar a ese punto.
-Su hijo fue una víctima más del terrorismo. Sin embargo, su caso llamó tanto la atención por la valentía que demostró. ¿Cree que estamos faltos de personas con unos principios tan altos?
-No. Creo que la juventud actual y las personas de edades similares a mis hijos (Ignacio tenía 39 años) son mejores que yo y mis coetáneos. Podríamos buscar y encontraríamos multitud de ejemplos de generosidad al límite de asumir grandes riesgos, e incluso de entregar la vida por defender la de otras personas.
-¿Entiende la división entre los diferentes colectivos de víctimas del terrorismo?
-Quisiera pensar que el colectivo de víctimas del terrorismo es uno. Pero las personas somos como somos, cada uno tenemos nuestra sensibilidad. Desgraciadamente, el terror, su propaganda y los políticos oportunistas que pescan en ese río revuelto, crean un caldo de cultivo que lleva a mezclar a las víctimas del terrorismo con todo tipo de víctimas. Hoy hay una comisión de Derechos Humanos (Diputación de Guipúzcoa) en un lugar en el que hubo un genocidio, en el que se mató casi a un millar de personas, se expulsó a cientos de miles de navarros y vascos, y está presidida por un representante de Bildu, que es la continuación de los mayores responsables de atropello de derechos humanos ocurrida en España. Y el partido de Gregorio Ordóñez (PP) votó que ese caballero la presida.
-Cambiemos de tercio. Disfruta de Comillas hasta el mes de septiembre. ¿Cómo es su veraneo?
-Paseo, playa, charla, lectura y ahora, de transcripción de cartas, donde se habla mucho de heridas, de necesidades y atenciones a familiares o amigos y conocidos. Dentro de unos días estarán mis otros cuatro hijos y sus familias. Ignacio siempre está presente. En Comillas me encuentro bien, conozco a muchas personas, y la gente es muy hospitalaria conmigo.
-Dígame un lugar especial donde tomar un aperitivo.
-La realidad es que no soy la persona ideal para dar consejos, y casi cualquier lugar de Comillas me parece adecuado. Pero en mi rutina están los locales del Corro de Campíos, donde me encuentro muy bien en la cafetería Samovi, en la Heladería Campíos o en el Gravalosa. También me dan ganas de nombrar Isaíto, que es una ferretería, pero donde tengo agradables charlas. También frecuento los locales de la playa de Comillas y el Pájaro Amarillo, en Oyambre, probablemente el predilecto de mi mujer.
-¿Si tiene invitados a cenar, qué menú escogería?
-Reitero mi poca pericia en esta materia, pero mis amigos califican muy alto el restaurante Adolfo, en el paseo de Garely y a mi también me gusta mucho el Gravalosa. Cuando llega la hora de cenar y dada mi edad, me quedaría con el pastel de cabracho y las rabas. A mediodía me gusta mucho el cocido montañés.
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