

Secciones
Servicios
Destacamos
Piedad Macho y su hijo Paco viven desde hace medio siglo en las casucas de San Martín del Pino, un barrio populoso y desde siempre ... tranquilo que en los últimos meses va de sobresalto en sobresalto. La suya es la colonia de casas más afectada por una oleada de robos en viviendas y establecimientos que afecta a la zona de Peñacastillo desde el mes de enero. Uno de los picos se produjo durante la madrugada del pasado 15 de mayo, con al menos cuatro casos -esos son los que se han denunciado- en una sola noche. El episodio de la familia Macho, algo anterior, es el más grave de todos.
Dos intrusos se colaron en su casa el 30 de marzo. Eran las 08.40 horas de un sábado como otro cualquiera. Esperaban la llegada de un familiar. Llamaron a la puerta. Paco abrió y justo después comenzó un auténtico infierno. «¡Mamá, que nos roban! ¡Que nos matan!», cuenta el hijo que gritó cuando dos desconocidos empujaron con gran violencia la puerta, entraron «lanzados» y le tiraron al suelo. Comenzaba una tortura que duró cincuenta minutos. A él le ataron las manos a la espalda con bridas y le taparon la boca con un jersey para que no gritara. «Estaba en el suelo, me daban patadas en la cabeza, por todo el cuerpo, y puñetazos. Yo me revolvía. Me destrocé las rodillas (...). Conmigo se ensañó uno, alto, creo que rumano», relata Paco, todavía con secuelas y dolores después de mes y medio. De hecho, lo primero que hicieron los agentes de la Policía Nacional cuando recibieron el aviso y se personaron en la vivienda fue pedir una ambulancia y trasladarlo a Urgencias de Valdecilla.
El otro se ocupó de la mujer. «Era español, con un pasamontañas por el que sólo le vi los ojos y parte de la frente, fue el que vino a mi habitación y me dijo: 'Alto'. Pensé que era un sobrino de mi yerno, de broma, hasta que sacó la pistola y me apuntó», completa Piedad. Este segundo intruso se puso a vaciar cajones, armarios, en busca de una supuesta fortuna que no era tal. «Si no llega a tener la pistola me tiro a él, porque tenía al lado una figura de una virgen muy grande, pero vi cómo tenían a mi hijo...», recuerda la víctima de este delito.
Paco Macho | Víctima de un robo violento
Los investigadores que tratan de localizar a los ladrones que entraron en esta casa a plena luz del día, y a otros -se desconoce si son los mismos- que en las últimas semanas también han robado o intentado robar en otras viviendas o establecimientos del barrio creen que los 'malos' se equivocaron de lugar. En varias ocasiones dijeron a Piedad que sabían que acababan de recibir una herencia. Nada más lejos de la realidad. «Pero si cobro una pequeña pensión de 600 euros y mi hijo 150, les dije que nos dejaran en paz y que cogieran lo que quisieran. ¡Iros a un banco, o a una casa rica, no vengáis aquí!», rememora la mujer temblando todavía. Les dio todas las joyas que tenía. El anillo de casada, un sello, una medallita, un reloj... pero les dejó claro que dinero no iban a encontrar.
Al final, los dos hombres se marcharon corriendo y una vecina pudo verles escapando hacia las calles de atrás, «como si otro les hubiera estado esperando en un coche para salir disparados». Los vecinos llamaron a los servicios de emergencia, Paco fue llevado al hospital con múltiples magulladuras y los ojos reventados. Desde entonces, él y su madre reciben la visita de los policías que llevan la investigación de este extraño asalto con violencia que cometieron esos dos hombres aún en paradero desconocido. Y remarcan que están encantados del trato recibido por los agentes, que les enseñaron varias fotografías de delincuentes habituales, pero no pudieron reconocer a sus atacantes.
Puede que este robo fuera un fatal error. Pero la semana pasada, durante la misma noche, la barriada volvió a sufrir dos episodios más, en las dos casas que Piedad tiene justo delante.
Pilar Rodríguez | Víctima de un intento de robo
En la que viven Francisco Ortega y Pilar Rodríguez rompieron la cerradura cuando ambos dormían, pero no llegaron a entrar porque dentro tenían echado otro cerrojo. «Ahora tenemos otro más, y más grande», cuenta la pareja. Lleva más de tres décadas residiendo en esa casa y es la primera vez que les ocurre algo parecido. «Vivo no con miedo, con pánico. Ahora cada noche me tranco con todo y por el día ya no dejamos la puerta abierta, como antes», dice la mujer. Al lado, la tercera casa, con una amplia galería acristalada que los cacos -se supone que los mismos que habían entrado en la de los Ortega Rodríguez- consiguieron forzar, pero no contaban con otra puerta interior que no pudieron penetrar.
En lo que va de año, la Policía Nacional y la Guardia Civil han detenido en Cantabria a más de una treintena de personas relacionadas con robos en viviendas y mantienen activadas las labores de refuerzo para frenar este tipo de delitos, uno de los que «más inseguridad crean al ciudadano». En el caso de Peñacastillo, la Jefatura Superior de Policía reconoce que la pasada semana hubo un pico de casos, pero cree que no se puede hablar como tal de una oleada. En esta zona de Santander ya se ha puesto un dispositivo preventivo con incremento de la presencia policial, tanto de uniformados como de paisano. Y remarcan que el operativo «está funcionando muy bien».
En ambos casos, estos robos con fuerza se quedaron en grado de tentativa, como consta en las denuncias. Esa misma noche, hubo otros dos consumados, uno en un centro de estética y otro en una panadería. En el primero no había nadie dentro, forzaron la puerta y arramplaron con la caja de caudales, un ordenador y otros aparatos electrónicos «de fácil venta». En la segunda, los panaderos trabajaban en el obrador ubicado en la parte trasera del establecimiento cuando los ladrones forzaron la puerta principal y arrancaron la caja registradora, que se llevaron entera. Todo sin hacer apenas ruido. «Gracias a Dios, porque mi marido y otros compañeros estaban trabajando atrás en ese momento...», cuenta la dueña, Luz Gil.
«En la peluquería del barrio han entrado ya tres veces», añade una vecina, que suma y sigue los casos que últimamente protagonizan las conversaciones en Peñacastillo. En la urbanización Nuevo Parque, un recinto con 380 viviendas y 40 locales comerciales, hace tres meses intentaron entrar a robar a las once de la mañana en el portal 32, «desguazaron la puerta, pero llegó la limpiadora y los espantó. Eran dos mujeres y dos hombres, de Europa del Este», cuenta un trabajador de mantenimiento de la finca. Y hace veinte días pasó lo mismo en el número 2. «No sabemos qué pasa últimamente, porque este es un barrio fantástico para vivir, pero se están cebando con esa zona», concluye José Lanza, presidente de la comunidad de propietarios.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.