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Américo Castro, un gran historiador andaluz que renovó la comprensión de la formación de España a partir de la complicada convivencia medieval entre cristianos, moros ... y judíos, venía a distinguir tres estratos de realidad histórica. En primer lugar, la multitud de cosas cotidianas que ocurren, que son en el tiempo, pero que no merecen ser registradas por el historiador. En segundo lugar, aquellas un poco más destacadas que pueden ser objeto de una narración. (Añado yo aquí que el umbral de ese «merecimiento de narración» es el periodismo, que cada día valora si un contenido «es noticia» por su relevancia social, lo que no quiere decir que siempre acierte. Y por tanto el historiador de lo narrativo es como un periodista mejorado con más documentación, menos prisas, más fundamento en conocimientos auxiliares, y una audiencia más prevenida).

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