Las historias de un Camino cada vez más transitado
Rumbo a Santiago por Cantabria ·
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Rumbo a Santiago por Cantabria ·
El Diario Montañés acompaña a un grupo de peregrinos en un tramo hasta el albergue de GüemesEl último paso que dio Michael Flachselarm el pasado miércoles, después de casi treinta kilómetros de travesía, fue para cruzar la puerta del albergue La Cabaña del Abuelo Peuto, en Güemes (Bareyo). Con doce kilos a la espalda, heridas en los pies y «mucho frío por la lluvia», llegó a su destino. Allí le esperaban el padre Ernesto, responsable del alojamiento, y un grupo de voluntarios para darle la bienvenida. «Welcome». Posó su mochila, se sentó y respiró hondo. «Estoy agotado». Lo dijo Flachselarm, pero es la misma reflexión que hacen los cincuenta peregrinos que pasan por este albergue cada día durante el verano. Y el de los miles de caminantes que recorren Cantabria y que pernoctan en la región a su paso por el Camino del Norte.
Hasta su habitación le acompañó Berna, uno de los voluntarios, que, tras explicarle los horarios de la cena y el desayuno, le dejó descansar. «Este es el momento más gratificante del día. He superado una etapa más», dice mientras se acomoda y se desabrocha los cordones de las botas. Flachselarm es de Frankfurt y terminó la universidad hace un mes. «No tengo muy claro qué es lo que quiero hacer con mi vida y sentí que necesitaba reflexionar, conocer gente nueva y escuchar sus historias. Pensaba que eso me ayudaría a aclararme».
Y no se equivocaba. «Solo recorriendo el Camino te das cuenta de la magia de la que todo el mundo habla cuando lo hace. Cada día es un nuevo reto para mí. Pasé el covid y me quedé muy débil físicamente porque tuve problemas respiratorios. Por eso, superar esta prueba es aún más gratificante». Saca su móvil, lo enciende y avisa a su familia de que está «sano y salvo».
Mientras Flachselarm se habitúa al que será su refugio por una noche, entran por la puerta de la habitación Danielle Montero y su hija, Eloise Dumas. «Venimos desde Quebec para cumplir mi sueño de la infancia», cuenta la mayor de las mujeres. «Mi padre era madrileño y siempre he oído hablar de la peregrinación. Pero me quedé embarazada muy joven y nunca pude hacerlo. Veinte años después, y con todo lo que he sufrido con la pandemia, pensé: 'ahora o nunca, aunque sea me voy sola'. Pero mi hija quiso venir conmigo». Exhaustas, pero sin perder la sonrisa, explican por qué desde Güemes están deseando llegar al albergue de Villaviciosa, en Asturias. «Mi hermano se divorció y lo pasó muy mal. Su vida cambió por completo. Por eso decidió hacer el Camino, para encontrar el suyo. Y al final, durante una de las etapas, encontró al amor de su vida. Años más tarde han montado un albergue para peregrinos». ¿Dónde? «En Villaviciosa».
Ernesto Bustio
Director del albergue
Carmen Quílez
Voluntaria
La experiencia del Camino une, separa y también vuelve a juntar. Y, si no, que se lo digan a Araceli Peña y Jaime Galera. En su caso forma parte de sus vidas. En 2016 decidieron vivir una «experiencia diferente». Sin pensárselo dos veces hicieron la mochila y pusieron rumbo al Camino del Norte. Pero la intensidad de esta experiencia terminó por dinamitar su relación. «Por suerte la vida nos volvió a unir». Y hasta ahora. «La semana pasada nos casamos y, para cerrrar el círculo de esta historia, hemos venido de luna de miel al Camino. Todos nuestros familiares y amigos dicen que estamos locos. Pero bendita locura», dice Galera.
Si algo repetían una y otra vez todos los voluntarios del albergue a los peregrinos recién llegados era «lo a gusto que se iban a sentir en Güemes». De hecho, muchos de ellos no tenían pensado quedarse tantos días. «Pero sentirme en casa a tantos kilómetros de la mía hace que me quiera quedar siempre un poco más», dice Tim Ross, un estadounidense que repite el Camino por cuarta vez. «La filosofía de este albergue es demostrar a los peregrinos de lo que la gente es capaz cuando nos unimos y nos organizamos», cuenta el sacerdote Ernesto Bustio, director del establecimiento. «Para mí es un sitio especial, único, yo nací en esa habitación», explica mientras señala una de las ventanas del edificio principal. «Llevo 27 años dedicándome a este proyecto y me parece el mejor sitio para afrontar la última etapa de mi vida». El hospedaje de Güemes se ha convertido en un referente del itinerario cántabro hacia Santiago y está valorado por los peregrinos como el albergue más importante de todo el Camino del Norte. No solamente por las instalaciones, su biblioteca y sus espacios ajardinados, sino también «por el ambiente de familiaridad que se respira», cuenta Carmen Quílez, una de las voluntarias.
Ella lleva ligada a este espacio ocho años. En 2014 se divorció y la enfermedad degenerativa que padece desde hace dos décadas se agravó. «Aun así, me aventuré ese año porque sentía la necesidad de hacer algo por mí misma». En su camino, el más importante de su vida, recaló en este albergue. «Creo que gracias a ellos ahora afronto mi enfermedad de otra manera. No tengo miedo a lo que pueda pasar. Su espíritu, su filosofía, la cercanía del padre Ernesto...».
Este año, ha regresado, pero de voluntaria, porque las articulaciones no le permiten andar mucho más de tres pasos sin cansarse. «Ayudando a los demás siento que valgo para algo».
El albergue de la Cabaña del Abuelo Peuto, en Güemes, es un referente desde hace más de veinte años en una región que cuenta con otros 41 en la ruta del Camino del Norte. Algunos de ellos se encuentran «cerrados temporalmente» en el período estival, momento de mayor afluencia de peregrinos. Es el caso de los de Castro Urdiales, Islares, Guriezo y Santillana del Mar. Esto provoca que, en la etapa diez, de Castro a Laredo, solo estén abiertos cuatro alojamientos.En la etapa once, de Laredo a Güemes, hay nueve albergues disponibles: en Santoña (dos), en Noja (dos), en Meruelo (dos), en Colindres (uno), en Gama (uno) y el de Güemes. En la doce, que va de Güemes a Santander, hay seis albergues, todos ellos en la capital. En el siguiente tramo, hasta Santillana, los alojamientos se dividen en Bezana (dos), Piélagos (uno), Polanco (dos), Hinojedo (uno), Queveda (dos) y Santillana del Mar (tres). En la anteúltima etapa, a Comillas, hay en Caborredondo (uno), en Cóbreces (tres) y en Comillas (uno). Y en la etapa final –hasta Cóbreces–, hay dos en San Vicente y uno en Serdio.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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