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Marta San Miguel
Santander
Lunes, 16 de agosto 2021, 07:01
En Cantabria, un 3,7% de las familias no puede permitirse una comida de carne o pescado al menos cada dos días, un preocupante porcentaje que se transforma en advertencia al comprobar que, antes de la pandemia, las familias que no podían comprar estos ... alimentos eran 'solo' el 0,9%. La dificultad para consumir carne es uno de los nueve indicadores de la Encuesta de Condiciones de Vida en la que el Instituto Nacional de Estadística (INE) mide la carencia material severa, un término con el que sondean las dificultades económicas de las familias al preguntar por su capacidad para llegar a fin de mes, comprar un ordenador, salir de vacaciones o mantener la vivienda habitual a una temperatura adecuada. En Cantabria, el porcentaje de familias que sufría carencia material severa estaba en 2019 en un 0,9%. Ahora, la pandemia casi quintuplica este valor y eleva a un 4,4% el porcentaje de familias que lo tiene «muy difícil».
Así se desprende de la encuesta publicada este verano por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en la que se analiza el efecto del coronavirus, devastador en el aumento de la dificultad económica, pero también en el riesgo de pobreza, indicador que también ha aumentado al subir 4,3 puntos porcentuales y situar al 23,7% de la población residente en Cantabria en riesgo de pobreza o exclusión social en 2020.
La pandemia ha provocado, por tanto, un aumento de la pobreza y de la carencia material severa que afecta a cinco veces más familias que antes. Lo viven de cerca los organismos que se encargan de apoyar en estas situaciones, como Cruz Roja. Cristina Martínez, trabajadora social en su Asamblea de Santander, una de las nueve que tienen en la región, pone cifras al respecto: «Antes atendíamos a 200 familias y ahora tenemos más de 400, aunque hubo un momento en los meses más complicados de la pandemia que triplicamos la atención». ¿Ha variado el perfil de familias que solicitan apoyo? «Hay mucho cambio», dice: «Familias que estaban en ERTE, o que uno de los cónyuges perdía el empleo y el otro estaba solo media jornada, o familias que nunca solicitaban ayuda e iban apañándose con sus trabajos, y ahora han tenido que pedirla». 'Ahora' es ese lugar donde la realidad se ha enjadonado entre las limitaciones impuestas por el covid y el cese de actividad por el confinamiento.
Cristina Martínez | Trabajadora Social Cruz Roja
Toda esa parada se mide en el sondeo del INE, que se elaboró en el cuarto trimestre de 2020, y que recoge información sobre las condiciones de vida en el momento de la entrevista, así como de los ingresos del año anterior, es decir, las rentas de 2019 (cuando no había comenzado la pandemia). Medir el impacto pasa por las preguntas directas que ha hecho el INE y ahí es donde trasluce el impacto directo de la pandemia en los hogares, al medir la carencia material severa, un término que evalúa el nivel de dificultad económica cuando una persona declara tener carencia en, al menos, cuatro elementos de los nueve de la lista que se preguntan en la encuesta, como son la imposibilidad ya citada de hacer frente a gastos imprevistos (por valor de 750 euros), irse de vacaciones una semana, pagar gastos de la vivienda habitual (alquiler, hipoteca, gas, luz o agua), comer carne o pescado al menos cada dos días, tener un ordenador personal, un vehículo, o mantener la casa a una temperatura adecuada.
Según los datos de Cruz Roja, solo en Santander, durante la pandemia se duplicó el número de familias que recurrieron a la entidad para salir adelante: pasaron de doscientas a asistir a cuatrocientas familias, «y hubo momentos que incluso fueron muchas más», dice la trabajadora social de la entidad, Cristina Martínez. A nivel regional, Cruz Roja atendió a más de 8.000 familias con el Plan Responde, con 15.000 prestaciones: «Sin la labor del voluntariado no llegaríamos a cubrir ese número», un agradecimiento que la trabajadora social argumenta también con cifras, ya que al Plan se sumaron más de 500 voluntarios, «el doble que normalmente se suma al año a Cruz Roja Cantabria». En la actualidad, la cifra total ronda los 2.900 voluntarios entre las nueve Asambleas Locales de la entidad.
Carencia material severa
En Cantabria, la pandemia ha aumentado e incluso duplicado el porcentaje de cinco de estos indicadores: según el INE, un 3,7% no puede permitirse una comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días (el valor prepandémico era del 0,9% ); un 4,9% no puede permitirse mantener la vivienda con una temperatura adecuada (antes le sucedía al 2,9%); un 5,1% afirma sufrir retrasos en el pago de gastos relacionados con la vivienda principal en los últimos 12 meses (el año anterior le sucedía a menos de la mitad, el 2,3%); un 3,4% no puede permitirse disponer de un automóvil (antes, el 2,5%) y, por último, un 3,6% no puede permitirse disponer de un ordenador personal, frente al 2,5% que refería este problema en 2019.
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Riesgo de pobreza
¿Y la pobreza? ¿Cómo mide la Encuesta de Condiciones de Vida ese valor? La Encuesta diferencia entre dos valores: por un lado está el riesgo de pobreza, que es un indicador relativo que mide desigualdad, es decir, no mide la pobreza absoluta, sino cuántas personas tienen ingresos bajos en relación al conjunto de la población.
Para ver la realidad económica de las personas desde una perspectiva más amplia, en 2010 se creó la tasa Arope (acrónimo en inglés de 'At Risk Of Poverty or social Exclusion', en riesgo de pobreza o exclusión social), un valor que mide la pobreza relativa en Europa ampliando el concepto del mencionado riesgo de pobreza, que solo contempla los ingresos. Lo hace cruzando los datos de carencia material severa (encuesta), con la renta (dato bruto de ingresos del año anterior) y la baja intensidad del empleo (miembros del hogar en edad de trabajar que lo hicieron menos del 20% del total de su potencial de trabajo).
¿Qué dice el indicador Arope de Cantabria? Que el porcentaje de población en riesgo de pobreza ha pasado en la región de un 19,4% a un 23,7%. «Lo que más ha cambiado este año la pandemia ha sido que han aumentado las peticiones de ayuda, y además lo han hecho las referidas a la alimentación básica e higiene personal», explica Cristina Martínez. «Antes las familias solicitaban ayudas más puntuales, pero el cambio ha venido en que, además de la ayuda habitual, también solicitaban alimentación». De hecho, es uno de los indicadores que advierte la encuesta, el incremento de familias que no pueden permitirse comer carne o pescado al menos cada dos días: «Cuando hablas de comprar carne o pescado es imposible para ellos, y ahí también hemos intentado cubrir su necesidad entregando vales para que pudieran canjearlos por alimento fresco, pero nuestros recursos no son infinitos», advierte la trabajadora social de Cruz Roja: «Hemos estado más escasos en algunos momentos sin poder llegar a cubrir todas las necesidades. Sólo en Santander, durante la pandemia, se ha duplicado el número de familias que atiende Cruz Roja, pero a nivel de Cantabria hemos atendido más de 8.000 familias a través del Plan Responde», dice en alusión a la iniciativa que la entidad puso en marcha en marzo del 2020 cuando estalló la pandemia. La ayuda, desde entonces, ha llegado a triplicarse, con más de 15.000 prestaciones.
Ayudas públicas
¿Hasta qué punto las ayudas públicas han amortiguado el impacto de la pandemia? Mecanismos públicos como los ERTE o el Ingreso Mínimo Vital (IMV)«han podido influir» en que las cifras no sean aún más altas, «pero hay cientos de familias que siguen a la espera de una resolución o una resolución correcta, porque en muchos casos se les ha hecho mal y están meses sin cobrar».
Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migración, el Ingreso Mínimo Vital alcanzó en mayo a 2.840 hogares de Cantabria, en los que viven un total de 7.619 personas, y que cobran una cuantía media mensual por hogar de 493,7 euros.
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