«Hola, ¿qué tal? Encantado de conocerte»

Presentaciones ·
El debate sirvió para que los candidatos de Vox y Sumar coincidieran con sus oponentes por primera vez

Álvaro Machín

Santander

Miércoles, 12 de julio 2023, 21:09

Castillo (PP) y Caso (PSOE) ya se conocían. Coincidieron al llegar –a la vez y con antelación sobre la hora– y se saludaron con cordialidad en la misma puerta de las instalaciones de El Diario. Así que tuvieron tiempo de charlar un rato y tomar ... algo –él, café, ella, zumo–. Charlaron ellos y su gente de prensa. «¿Qué? ¿Tú cómo lo llevas?». Conversaciones de campaña. Luego llegó Boix (Sumar). «¿Os conocéis?», se escuchó en el corrillo. Y no. «Hola, ¿qué tal? Encantado de conocerte». Que si era de Barcelona, que si los actos durante estos días, que si tener algo en las manos ante la gente... Temas entre candidatos. Faltaba Álvarez (Vox), que llegó con el tiempo justo y pocas ganas de palique. Muy a lo suyo. Con dos versiones: la parca en palabras en las presentaciones y la expresiva (más allá de las intervenciones, lo suyo fue una ensalada de gestos) durante un debate que fue pulcro en las formas. Casi impoluto. Si en el cara a cara nacional no se dejaron hablar, aquí hubo ración doble de respeto.

El plató. Los cuatro atriles y el de la presentadora, la periodista Pilar González. Cuatro cámaras y nueve sillas para que un grupo reducido de personas siguiera el encuentro desde dentro (fuera había una pantalla y más sillas). Todos vinieron acompañados de gente de prensa menos la candidata de Sumar, que llegó sola. Maquillaje, micrófonos colocados (alguno se quejó porque la diadema le apretaba mucho) y unas breves instrucciones por parte de la moderadora. El típico 'esa es su cámara'. Luego una foto para recordar el momento y listo. «Tres, dos, uno... Estamos dentro» –eso lo dijo Pablo Bermúdez, que se encargó de la realización–.

Cada uno en esto se defiende como puede. Castillo, que viene de ser diputada, tiene tablas (y se notaron), aunque se le hizo bola la palabra «endeudados». 'Cundo' (así se presentó él) apeló al mundo rural como alcalde de Peñarrubia. Tanto mundo rural que, al hablar de una ciudad vecina, se le escapó un «Bilbado (por Bilbao). Álvarez colocó sus ideas insistiendo en que él viene de fuera de la política. Y sí, con un catálogo, al escuchar cosas con las que no estaba conforme, de miradas al techo, suspiros, negaciones con la cabeza, gestos de asombro, encogerse de hombros... Y quedaba Boix, que, la verdad, hablar, habló poco (y no porque no la dejaran, más bien porque sus intervenciones fueron muy breves y más bien tímidas).

Salvo algún zasca, como dicen ahora, en el tema de los pactos, a los cuatro les faltó hacerse reverencias (en el buen sentido, que nadie se enfade). Pura cortesía. Más allá de que, por ejemplo, los candidatos de Vox y del PSOE, separados por pocos centímetros, tuvieran por el medio tres océanos ideológicos.

Minuto de oro. Último episodio del debate. Boix leyó su intervención y le sobró un segundo. Álvarez, más que a la cámara, miró al crono (tenían una enorme pantalla al fondo del plató), así que clavó el tiempo. A Caso, el más breve, le sobraron diez segundos. Y Castillo, la que más directamente miró a cámara, se pasó un 'pelín' –esa medida tan española– de tiempo.

«¿Bien?», comentó el candidato de Vox dando tres pasos hacia su compañero de prensa nada más terminar y mientras el resto hacía un corrillo rápido comentando la jugada. «Bueno, nos tenemos que ir». Unos y otros, a seguir con su agenda del día. Que si voy a tal sitio, que si mañana –por hoy– viene Sánchez, que si el vienes viene Feijóo, que tal día traen a Ortega Smith... Despedidas cordiales con los periodistas que siguen la campaña y a continuar. «Ahora –dijo un Álvarez algo menos parco que al principio, ya con la tarea terminada– sí que nos tomamos ese café».