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Irma Cuesta Cifuentes
Santander
Lunes, 8 de abril 2019, 07:15
«Pepín tarda mucho en venir». Elena Álvarez Bedia, la esposa de José Gándara, el hombre que falleció el sábado tras irrumpir en la A-8 a la altura de Orejo en sentido contrario y arrollar otro vehículo en el que viajaba una familia, ... repetía esa frase, una y otra vez, antes de que llamaran a la puerta para contarle lo que había ocurrido. Desde entonces, Elena, sus dos hijos, y todo el municipio de Marina de Cudeyo, en donde José Gándara pasó su vida, se esfuerzan por entender qué le habrá pasado; qué le ocurrió esa mañana a ese hombre bueno y tranquilo para cometer semejante error. Una confusión que, además de costarle la vida, a punto ha estado de agrandar la tragedia. Sin embargo, todo apunta a que, finalmente, solo habrá que lamentar su muerte.
Fuentes del Hospital Valdecilla confirmaron ayer que la mujer, embarazada de tres meses, y la joven de 17 años que también iba en el coche en el momento del accidente, solo sufrieron las contusiones lógicas del impacto. Mientras, el conductor del Peugeot 407 contra el que chocó el Ford Focus de José Gándara continua mejorando. Aunque ingresó en el hospital en estado grave, fue operado de urgencia de una lesión seria en el fémur y anoche permanecía en la Unidad de Cuidados Intensivos, es probable que a lo largo del día de hoy sea trasladado a planta.
Los tres, el matrimonio y su hija, vizcaínos residentes en Castro Urdiales, se dirigían a Santander cuando el coche de José se les echó encima. «No pude hacer nada por evitarlo», repetía cuando los bomberos lograron sacarle del amasijo de hierros en que quedó convertido la parte delantera de su vehículo. Eso, y que le dolía todo el cuerpo.
«Es evidente que algo le ha pasado. De otro modo es imposible entender lo ocurrido», repetía ayer Severiano Ballesteros, alcalde de Marina de Cudeyo y vecino de José y de toda su familia, durante muchos años. Él, como el resto de conocidos, permanece en estado de 'shock' desde que le comunicaron lo que había ocurrido. «Cuando digo que era un hombre bueno, una bellísima persona, no exagero lo más mínimo. Era de ese tipo de gente de la que ya apenas quedan. Todo el día trabajando, con el ganado, con su familia... Ellos ahora sacan fuerzas de donde pueden y no dejan de preguntar por cómo están las personas a las que su padre hirió en el accidente».
Ballesteros será el primero en acompañar a la familia en el funeral que se oficiará hoy, a las cinco de la tarde, en la iglesia parroquial de Rubayo.
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