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El hombre de Valdecilla

El hombre de Valdecilla

Leyendas de Cantabria ·

De acuerdo con la leyenda urbana, algo raro pasaba en dos habitaciones del antiguo Edificio 3 de Noviembre

Aser Falagán

Santander

Sábado, 20 de noviembre 2021, 07:37

Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Un celador traslada a una paciente, una mujer consciente y lúcida, a otra habitación. Su capacidad cognitiva no está comprometida por ninguna medicación y no padece enfermedad psiquiátrica alguna. Una enfermera la acompaña en el traslado, que no tiene otro fin que colocarla en una habitación vacía para que tanto ella como sus acompañantes estén más cómodos durante el ingreso, que tampoco parece que vaya a ser demasiado largo.

Apenas entrada la cama de ruedas a la habitación, la mujer agarra con terror la muñeca del celador: «No me dejéis aquí, por favor», le ruega con gesto desencajado. El sanitario no sabe muy bien cómo reaccionar y le pregunta qué ocurre. La mujer insiste: «Por favor, no me dejéis aquí, no me dejéis sola aquí...». Su angustiosa súplica no parece tener demasiado sentido.

Algunas de las habitaciones del hospital son individuales y el personal trata de darlas uso para que los enfermos estén más cómodos. En general los pacientes las suelen preferir por la intimidad que ofrecen frente a las dobles, en las que deben compartir espacio con otro paciente. Sin embargo, este no es el caso. La mujer está aterrorizada sin que nadie entienda muy bien por qué; porque nada parecía extraño ni diferente a las demás salas.

Confundida, la enfermera le pregunta qué ocurre y la mujer estira el brazo señalando la solitaria butaca colocada en una esquina: «Porque ahí hay un hombre sentado».

Nadie ve nada o al menos nadie lo dice, pero para evitar un ataque de pánico el personal decide devolverla a su antigua habitación y observa cómo la mujer se tranquiliza según empieza a alejarse de la desasosegaste presencia, de la que nunca se volvió a saber. O al menos nadie dio testimonio de ello.

La historia, que la paciente la vivió como algo más que una simple anécdota, comenzó a correr pronto por el hospital. Especialmente entre las enfermeras, que la comentaban con cierta frecuencia en la sala de descanso durante los ratos muertos y las largas guardias. Hasta que un día una de ellas preguntó bromeando:

–¿Oye, y seguirá ahí sentado señor?

–No –contestó otra con cierta condescendencia.

–¿Y tú cómo lo sabes? –continuó la broma.

–Porque yo también le veía.

La habitación maldita

No es la única historia extraña que corre sobre las habitaciones del viejo y del nuevo Valdecilla. Es imposible que un hospital, y mucho menos uno inaugurado en 1923, no tenga sucesos para regalar. Y también mitos, leyendas urbanas y episodios más o menos parapsicológicos que circulen entre un personal acostumbrado a ver, más o menos, de todo.

Es el caso que se cuenta, cada vez menos, por aquello del paso de los años, de la habitación maldita de uno de los edificios construidos en 1973 sobre algunos de los pabellones del hospital original, y ahora sustituido por Valdecilla Norte.

El enfermo de aquella habitación del nuevo edificio Tres de Noviembre tenía una mujer muy particular. Combinaba algo de pitonisa, parte de echadora de cartas y un toque de adivina. El personal sanitario no se la tomaba demasiado en serio, pero ella insistía incluso en adivinarles el futuro o en contarles algún aspecto de su vida. Y en ocasiones tenía la fea costumbre de acertar.

Uno de aquellos días se dio la orden de cambiar de habitación a su marido. La mujer le acompañaba mientras el celador empujaba la cama móvil. Nada más llegar a la puerta de la nueva habitación ella cambió de actitud y mandó detenerse al confundido auxiliar.

«No meta a mi marido aquí», le ordenó en un tono serio que contrastaba con su habitual expresión afable. Aunque el celador le preguntó una y otra vez, sólo acertó a responder: «Por favor, no metáis a mi marido allí...», «No vais a dejar a mi marido ahí...». Las enfermeras y la responsable de planta no tuvieron más suerte. Al final, por consideración y por evitar una situación de tensión, decidieron atender la demanda.

Aunque no había más camas libres, se habilitó una sala para que el enfermo pasara la noche y otro paciente ocupó de inmediato su lugar. Esa misma noche la persona trasladada a la habitación del conflicto murió. Su pronóstico ya era malo y los fallecimientos son las triste cotidianidad de cualquier hospital, pero la historia ya tenía un fatal desenlace para grabarse a fuego en la historia más particular de Valdecilla.

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