En casa es José, un asturiano de 61 años macerados difícil de ver delante del televisor. Tímido, comedido y algo huidizo, tiene una especial habilidad para ocultar detalles de su vida personal.
-Sospecho que usted de pequeño quería ser policía.
-Desde que tengo uso de razón. Siempre he admirado a la Policía Armada -la actual Policía Nacional- por su trabajo, por su presencia, por su actitud, por su uniforme... Por todo.
-Vamos, que lo tenía claro.
-Clarísimo
-De esto hace...
-...39 años.
-Vividos de la ceca a la meca.
-Sí, siempre, desde mis comienzos, en compañías de reserva general, en unidades de intervención policial y, ahora, en una unidad de prevención y reacción.
-¿Todas antidisturbios?
-Así es.
-¿Cómo llegó hasta ellas?
-Ingresé en la academia en 1979 y al finalizar la instrucción me destinaron forzoso a la Cuarta Compañía de la 43 Bandera, en Barcelona, donde llevé a cabo mis prácticas. Me gustó tanto aquella experiencia que cuando terminé solicité destino en las compañías de reserva y ya no salí nunca más.
-¿Cuándo llegó a Santander?
-En 1999. Procedente de Bilbao.
-Derecho a las unidades de intervención.
-Sí.
-¿Nunca ha valorado un cambio?
-No, me siento muy a gusto aquí. De hecho, pertenezco al primer curso de unidades de intervención, al primer curso de mandos de unidades de prevención y reacción y al primer curso de ejecución de las unidades de intervención policial. Pertenezco al primer curso de todo. Casi fundo yo la Policía.
-Su misión aquí consiste en garantizar el orden público.
-En líneas generales, sí.
-Y eso incluye, por ejemplo, velar por la seguridad en los grandes acontecimientos.
-Exacto.
-Así que va gratis a los toros, al fútbol y a los conciertos.
-Pues sí señor. Y también voy gratis a las manifestaciones.
-¿Le gustan los toros?
-Sí, sí, claro que sí. Me encantan. Y eso que soy un amante de los animales. Tengo un perro.
-¿Eso no suena contradictorio?
-A ver. Cuando digo que me encantan los toros le hablo del ambiente, de toda esa parafernalia que se monta alrededor de la Fiesta Nacional, porque, si le digo la verdad, no entiendo nada de toros ni de toreros. De hecho, cuando matan a un toro... miro para otro lado.
-Ya.
-Eso si no tengo que saltar al ruedo.
-¿Perdone?
-Hace dos años, mi compañero y yo tuvimos que bajar a la arena cuando acababan de descabellar a un toro a sacar a dos activistas holandeses que protestaban contra la tortura. Esa tarde nos cayó una de palos... Porque cuando les agarramos y les metimos por la puerta de caballos, la gente que estaba allí se echó encima y empezó a dar a lo que pillaba... Bueno, a mi me soltaron una hostia... la gorra a tomar por el saco... Una movida.
-Y el fútbol, ¿le gusta?
-Sí hombre, también me gusta.
-¿Algún equipo en particular?
-El Racing. El Racing y el Madrid. Pero, mecagüen diez, no ponga eso que me matan los del Barcelona. Y la selección española de fútbol. Tiene que escribir por algún lado que, por encima de cualquier cosa, soy español.
-Descuide. Oiga, ¿y la música?
-No, eso ya lo llevo un poco peor. No me gustan nada los conciertos. Es que, salvo a Fito, no conozco a ningún cantante.
Protección de personalidades
-Además de controlar la seguridad en los eventos multitudinarios, también se encargan de la protección de personalidades.
-De la protección de personalidades y de aquellos actos institucionales en los que participen.
-¿Guarda un especial recuerdo de alguna en particular?
-De Helmut Kohl. Fue en una cumbre de la Unión Europea, en Madrid. Él se alojaba en una planta del Ritz y yo estaba apostado en el ascensor. Cuando le vi llegar pulsé el botón y él, mirándome, se tocó la barriga y me dijo que estaba gordo y que prefería bajar por la escalera.
-También han prestado servicios a la Casa Real.
-A Don Juan Carlos y a Don Felipe, al segundo durante su coronación y al primero en varias oportunidades con motivo de su participación en diferentes actos.
-Y al tiempo ejercen labores de seguridad ciudadana.
-Correcto.
-Labores que refuerzan con controles preventivos en los que ya no le quedará nada por ver.
-Pues después de lo de la oveja...
-¿La oveja?
-Una vez dimos el alto a un Seat 127 en el que viajaban dos pasajeros y una oveja en el asiento de atrás. La llevaban tapada con una manta. Cuando les pregunté por el animal me dijeron que se lo habían encontrado. Así, tal cual.
-Y no coló
-No. Se lo habían robado a un ganadero que para cuando les cogimos ya había llamado a la Policía.
-Y usted, ¿alguna vez ha tenido que llamar a la Policía?
-No, nunca.
-Ni nadie la ha tenido que llamar por su culpa.
-No, tampoco
-O sea que está usted limpio.
-Totalmente limpio.
-Y además de un buen ciudadano, ¿es un buen policía?
-Eso debería preguntárselo a los ciudadanos.
-Ellos ya han respondido concediéndole un premio.
-Un premio por el que, en verdad, estoy muy agradecido.
-Ese premio, la 'Copa de Cava' con la que le han distinguido las peñas en reconocimiento a su compromiso con la seguridad ciudadana, ¿es el producto del brusco viraje que la Policía Nacional ha dado para mejorar sus relaciones con los ciudadanos?
-Probablemente sí, pero no lo sé. Lo que sí sé, porque era evidente, es que ese viraje del que usted habla era necesario, que la Policía tenía que mejorar su imagen, acercarse al ciudadano, a sus problemas, a sus inquietudes...
-¿Cree que lo ha conseguido?
-Sí. De hecho, hoy por hoy, somos una de las instituciones mejor valoradas del país.
-Lo mismo tiene apadrinado a algún chorizo.
-Apadrinado, apadrinado, aún no. Pero sí es verdad que hay alguno que cada vez que me ve patrullando me pide tabaco.
'Operación Copérnico'
-Usted y sus hombres participaron en la 'Operación Copérnico' desplegada por el Gobierno español en Cataluña para frenar el desafío independentista.
-Afirmativo.
-¿Cómo vivió esa misión?
-Para mí fue un auténtico honor. Fuimos a Cataluña a defender a España y a defender la Constitución, y eso, yo, no puedo interpretarlo sino como un honor.
-¿Le dolió el desprecio con el que les recibió el independentismo?
-Sí, claro, como le dolió al resto de los policías nacionales y guardias civiles desplegados allí.
-¿Qué me dice de la reacción del sector españolista?
-Aquello fue algo indescriptible. Vivimos días muy duros, créame. Días emocionalmente complicados. Ver a cientos, a miles de personas, empezar a alinearse a nuestro lado cuando más solos nos sentíamos fue muy bonito.
-Ustedes se alojaron casi 50 días en uno de los dos barcos contratados por Interior.
-Cincuentaytantos, sí.
-¿Tan desagradable fue la experiencia, oiga?
-Para mí lo desagradable no fue tener que vivir en un barco. Lo desagradable fue tener que ver...
-...No se busque un problema.
-Un placer.
«Nos quedamos sin munición y les tirábamos piedras»
La carrera profesional de Duarte, un hombre de ley en el más amplio sentido de la expresión, no se resume a cuatro décadas de anécdotas y chascarrillos con los que se ha ganado la consideración, el cariño y la simpatía de los ciudadanos.
Como cualquier otro policía de su rango y su experiencia, también él se ha jugado la vida en situaciones comprometidas que han puesto a prueba su valor y con las que se ha granjeado el reconocimiento, la admiración y el respeto de sus compañeros y sus superiores.
De las fiestas de La Chantrea –el popular barrio de Pamplona– Duarte y sus compañeros de unidad salieron vivos de milagro. No es un decir.
«Acudimos de apoyo a un incidente provocado por un grupo de 40 radicales y cuando llegamos y avanzamos hacia ellos nos salieron al paso unos 2.000. Nos atrincheramos detrás de unos contenedores de basura y allí nos tiramos toda la noche, sin munición antidisturbios (les tirábamos con piedras) y protegiéndonos con los escudos hasta que vinieron a sacarnos con la ayuda de un helicóptero». Toda la unidad fue hospitalizada.
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