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Álvaro Muñoz
Valladolid
Miércoles, 26 de junio 2024, 07:08
Tras ser rescatada de la cueva en Soba, la vallisoletana Paloma Bombín eludió todo tipo de micrófonos y cámaras para resguardarse de la exposición pública. No quería protagonismos ni formar parte de un suceso con final feliz que había puesto en vilo a todo el ... país. Pero no más que a sus padres. Había sido noticia, pero hasta ahí. Porque no quería seguir alimentando los hechos. De igual manera, en su Castronuevo de Esgueva natal, sus progenitores siguen la misma premisa. Se alejaron del foco mediático en Cantabria y hacen lo mismo en tierras vallisoletanas durante un peregrinar de periodistas en busca de su testimonio. Y así lo ha sido durante este martes, con la tranquilidad de que su hija se encuentra bien, pero con el susto aún en el cuerpo. No quieren hacer ningún tipo de declaraciones ni mostrar su rostro a las cámaras. De hecho, la primera de sus respuestas es un rotundo «no» a comentar los sucedido. «Pues cómo lo vamos a pasar, pues mal, lo hemos pasado mal», insiste su padre en el porche de su domicilio de Castronuevo de Esgueva después de vivir las 50 horas más largas de su vida en el exterior de cueva.
Porque tras esa primera reacción de no entablar conversación con periodistas, los ojos del padre de Paloma hablaban por sí solos. Se le humedecían cada vez que revivía lo que había pasado, aunque era capaz de controlar las lágrimas. En el interior de la vivienda, su mujer, que no quería formar parte de la conversación. «Queremos agradecer a todos los que han formado parte del equipo de rescate», agrega el padre de Paloma, que califica lo vivido de una «gran angustia» ante las escasas noticias que tenía del paradero de Paloma.
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Eso sí, aprovecha la ocasión para lamentar la gran cantidad de hipótesis que se lanzaron mientras el rescate avanzaba. «Se ha hablado mucho. Por ejemplo nunca han estado sin pilas ni luz. Han estado siempre preparados», añade el progenitor sobre la cantidad de horas televisivas que han dedicado al rescate de la vallisoletana y el salmantino.
Mientras avanza la conversación, el padre, ya más relajado, hasta comenta lo vivido en esas horas. Como todo aquello que sufren los padres por sus hijos, revivido cada vez que hablaba con una enfermera que participó en el rescate y que en alguna ocasión también había tenido algún susto. «Le gusta la espeleología y seguirá practicándola», resalta su padre, que ahora lo único que pretende es pasar página después del gran susto. Y eso es lo que intentará a partir de mañana con la intención de pintar las vallas de su porche. Las paredes empapeladas con dobles páginas de El Norte de Castilla le delataban. Será la forma de distraerse a partir de mañana.
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