Hostelería cierra una «buena» Navidad y con la 'Tardebuena' como nueva tradición
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Los negocios del centro de la capital reconocen que cada año aumenta la clientela, pero lamentan la mala imagen que deja el botellónLa última 'Tardebuena' ha vuelto a confirmar que esa fiesta alternativa se ha institucionalizado: calles tomadas por gente -y cortadas por la Policía- con ganas de adelantar la primera juerga navideña, cajas de récord en los bares y montañas de porquería a su ... término resumen una costumbre de corta tradición, pero de gran éxito en Santander.
Hasta hace nada lo habitual era encontrarse con los amigos en el primer día ocioso para tomar algo al mediodía con la idea de reservarse para la cena, pero ahora, visto lo visto, a más de uno se le habrá caído la cabeza sobre el plato de langostinos al sentarse a la mesa por la noche.
200% En la 'Tardebuena' algunos bares duplican la caja de una tarde de fin de semana normal.
El propio concepto de alternar ha cambiado: bares 'de copas' que se han reconvertido al credo del pincho y el vermú para ajustarse a una clientela más mayor e indudablemente más tranquila. Y otro tanto ocurre con las zonas de moda: ahora es el centro de la ciudad el que concentra el grueso de la celebración, que ha atraído a parte del público que antes se repartía también por Perines o Vargas.
Como viene ocurriendo desde hace unos años, cualquier tipo de fiesta más o menos multitudinaria atrae a la peste del botellón y su desolador paisaje de botellas vacías, bolsas de supermercado destripadas y un regato de fluidos corporales. Y es ese poder de convocatoria la principal amenaza para una 'Tardebuena' que puede morir de éxito.
«Se está trabajando muy bien esas tardes», reconoce Ángel Cuevas, presidente de los hosteleros cántabros. «Nosotros no estamos en contra de las tradiciones, pero no nos gusta la suciedad en las calles y nos gustaría que fuese un poco más ordenado».
Ángel Cuevas | Asociación de Hostelería
A Cuevas le parece estupendo que los establecimientos aprovechen estas ocasiones -las tardes de la Nochebuena y la Nochevieja, además del fin de año- para hacer sonar la caja registradora. «Son empujones que vienen bien. La temporada de la hostelería va desde la Semana Santa hasta el Pilar, y estos empujones vienen muy bien para poder llegar hasta abril, sobre todo a los negocios de las calles principales donde se concentra la celebración».
Puede decirse que la gente toma todo el centro en estas ocasiones, desde la calle del Martillo y Río de la Pila hasta Tetuán, llenando Cañadío, Hernán Cortés, Casimiro Sainz y, sobre todo, Peña Herbosa. Allí mismo, en la Taberna Santoña, confirman que este año han vuelto a trabajar muy bien. «El 24 es un día de mucho follón, y más o menos se mantiene año tras año: hay mucha gente, y es complicado meter más. Y sí que se nota alegría en el consumo».
Juan Ruiz Taberna | Cachalote
«El problema de Peña Herbosa es el botellón, que se da sobre todo entre el Solórzano y la Parrilla: para los hosteleros de la zona es un problema grave, porque la gente que va allí habitualmente se desanima y los turistas tampoco entran cuando ven el barullo de chavales, las peleas... Todo eso incomoda a los clientes que dejan dinero en los locales».
Dicen que el perfil del asiduo de la zona ya es otro. «Prácticamente no quedan bares 'de beber'; ahora son de raciones, cañita y vino. Tenemos un cliente de todos los días, además del turista y el familiar. Los jóvenes y el botellón no interesan, no es su ambiente y no beneficia en nada».
«La gente joven no encuentra su sitio y se tira a la calle», coincide Juan Ruiz, de Taberna Cachalote, en la Plaza de Cañadío. «El botellón no es el cliente de nadie, es esa franja de edad, y luego queda el reflejo tan cochino por donde pasa, que da mala imagen a los bares. El vecino se puede ver afectado y también puede pensar que traemos ese tipo de público, aunque no sea así». Piensa también que, sabiendo lo que va a pasar, el Ayuntamiento podría mostrarse más previsor. «Se podrían instalar contenedores y servicios públicos, sobre todo cuando se sabe en qué plazas se van a concentrar».
Miguel | La Pirula
«Para nosotros, la tarde de Nochebuena es algo distinto: es un agradecimiento a nuestro cliente fijo del año; montamos una pequeña fiesta para que cuente con nosotros», continúa Juan Ruiz. Calcula que su clientela de 'Tardebuena' ha podido crecer un 15% este año. «La plaza de Cañadío nunca está abierta a esas horas, de una de la tarde hasta las nueve. Después, por la noche, ya no abrimos». Sí lo hicieron, en cambio, en Nochevieja, pese a que su público habitual no sale a esas horas. «Quisimos que la gente pudiera tomarse una copa en un ambiente divertido». En general, los negocios del centro admiten que han sido unas buenas Navidades, con más afluencia de público durante esas tardes -hasta un 30%-, y cajas que duplican las de un fin de semana normal.
En La Pirula, uno de los establecimientos más emblemáticos de Peña Herbosa, creen que no todo es hacer dinero. «Nosotros creamos la tradición de la 'Tardebuena' hace 38 años, pero puede que ahora no seamos los más apropiados para hablar de ello: cerramos sobre las cinco y media o seis menos cuarto, cuando empieza esa especie de botellón», explica Miguel.
«Es algo que no va con el espíritu del local: se creó con la idea de ser una tarde en la que recibías a los clientes para tomar un champán o un vermú, con un poquito de fiesta. Pero esto ha derivado en un botellón extraño que no queremos fomentar ni apoyar. Igual es que nos hemos hecho mayores, pero nos parece que se ha perdido la filosofía de celebrarlo cada uno en su sitio, con sus amigos y clientes, y tomar una copita», señala Miguel. «En la primer franja horaria sí lo consigues, de una a cinco, pero a partir de ahí nuestro cliente es difícil que llegue, porque se asoma a la calle, ve cómo está y no pasa. Cuando empieza lo duro, nosotros cerramos, así que no es un día para hacer negocio. Igual a otros colegas de la calle les va bien, porque aunque hay follón sí se consume, pero con nosotros no va».
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