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Diez de diez: ninguno de los hosteleros consultados por este periódico da más valor que la pura ocurrencia a la idea de la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, de racionalizar sus horarios, a semejanza de los europeos, y que ... se resume en que «es una locura» que los restaurantes estén abiertos a la una de la madrugada.
La propia Díaz, ante el revuelo causado por sus palabras, que han puesto en pie de guerra al sector y, por supuesto, a la oposición –con la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, como abanderada de la defensa de la hostelería, como ya lo fue durante la pandemia–, optó posteriormente por matizar su mensaje, explicando que su intención es proteger los derechos de los trabajadores. «Estamos a favor de la buena vida, de que la gente quiera disfrutar de la vida, de medidas que tienen que ver con la mejora de la calidad de la vida», trató de aclarar.
«Me parece que una persona pública, para hacer una declaración así, debe estar muy estudiada y muy preparada, no hablar por ímpetu de cosas que le suenan», opina Teresa Monteoliva, del Restaurante Cañadío. «Para empezar, hay turnos y horarios, que se adaptan a la hora que se necesitan; también en los hospitales hay gente que trabaja 24 horas y nadie piensa que van a estar mal por eso. Estoy absolutamente en contra de cambiar los horarios. ¿A qué viene el turismo a nuestro país? Forman parte de nuestra cultura, es una seña de identidad de un país alegre, pero entiendo que hay personas a quienes no les gusta que esto sea así y preferirían estar en Rusia, más tristes y sin sonreír. Pienso que cada empresa tendrá que decidirlos según ley, convenio y sueldo, y no creo que porque a una persona se le ocurra hacer una declaración tengan que ser así las cosas».
Bárbara Gutiérrez, directora general de la Asociación de Hostelería, también apunta a que «poder ofrecer un servicio a ciertas horas corresponde tanto a nuestra cultura como a nuestras costumbres y horarios». «El debate sobre la eliminación de horarios en España nos parece que choca con la libertad empresarial. La posibilidad de implantarlo nos parece absurda, ya que esos horarios van en nuestro ADN y es uno de los atractivos para el turismo internacional».
«Es verdad que en Europa es difícil que te den de cenar más tarde de las nueve, que es la hora de empezar aquí», apunta Tomás Merendón, de la Posada del Mar. «Veo complicado que entremos en ese horario: si nos sentamos a comer a las tres de la tarde, me parece difícil que te pongas a cenar a las siete».
Bárbara Gutiérrez
Asociación de Hostelería
Chuchi Bedoya
Picos de Europa
Teresa Monteoliva
Cañadío
«Hasta las once se pueden recibir mesas perfectamente; más tarde no, porque el personal también sufre: el cocinero tendría que salir a las dos de la mañana, porque también tiene que dedicar tiempo a recoger su zona de trabajo», señala Pedro Calva, de La Prensa. «Hay gente que sale de trabajar a las ocho y media, y no le daría tiempo a prepararse para cenar a las nueve. La gente no está acostumbrada a cenar a las siete, y si después se quedan tomando una copa o un café, a poco que se estiren las mesas es imposible cerrar antes de las doce y media, mínimo a las doce».
«No sé si esta señora cena a las ocho de la tarde: igual ella es europea», ironiza Chuchi Bedoya, de Picos de Europa. «A mí me parece una salida de tono que no viene a cuento. Esto no es Finlandia, ni Alemania, ni Suiza y nos va a meter a las nueve de la noche en casa: nuestra vida es la que es y tenemos que respetarla, y también las costumbres de nuestros clientes, que vienen a las diez de la noche. De todas formas, cada vez se trasnocha menos, y no hace falta que lo diga esta señora: en los años 70, 80 y hasta 90 teníamos que echar a la gente de la cafetería a las tres de la mañana, y eso se ha acabado. A las doce de la noche ya no hay nadie entre semana».
Javi Cacho, de Son de Mar, en Laredo, cree que lo que dice Yolanda Díaz «no hay por dónde cogerlo». «En España estamos sujetos a unos horarios que cumplimos. Nuestros empleados trabajan sus horarios y, por lo menos los nuestros, están contentos. Hay unas horas a la semana y al mes, y lo demás son horas extras que se cotizan, se pagan y ya está. No estamos en contra de la ley, sino de que nos censuren y nos intenten imponer unas normas por una señora. Hay que tener a los empleados contentos, pagarles bien y puntualmente y que disfruten de sus días libres, pero que nos dejen trabajar».
«De la pandemia para acá se han reducido bastante los horarios –observa Manuel Blanco, de El Refugio, en Tanos–, los mismos clientes vienen más mentalizados de marchar primero. Pero eso de que tenga que ser a las diez o las once es mucho decir, me parece que lo dice alguien que no está metido en el gremio, que opina porque sí. Si no viene nadie a cenar antes de las nueve y media o las diez y los trabajadores se te van a las diez, a ver cómo lo arreglas. Para tomar medidas debe haber un acuerdo entre la Administración, los empresarios y los trabajadores».
«Si le gusta tanto Europa a la ministra, que se vaya a vivir a allí, que no pasa nada», dice Raquel Arbildúa, de El Marinero de Suances. «Si trabajar de noche supone un riesgo para la salud mental también tendría que revisar la de la gente que está a turnos en las fábricas, ¿no? Es una mordaza más a todo, menos libertad: hay gente que tiene más cenas a las doce y media, ¿por qué no va a poder abrir si cumple la ley y cumple el horario?».
«No hay por dónde cogerlo, es como de chiste», critica Ramón López, de La Taberna del Herrero. «Las empresas dan un servicio en función de la demanda que hay, como los taxistas, las tiendas o los supermercados, y entiendo que una empresa privada se rige por criterios independientes de lo que digan los políticos: yo abro y cierro mi negocio cuando pienso que debo hacerlo. Sólo falta que nos digan la hora a la que tenemos que ir al baño. No me parece serio; si tenemos políticos que están en esto con los problemas que hay... será que no tiene más en qué pensar».
Para César Muriedas, de El Hostal del Pericote, en Oruña, todo se reduce a una cuestión legal: «Nuestros horarios dependen de nuestras licencias de actividad, que tienen unas normas y unos derechos y las pagamos en base a esos horarios. Reducirlos es reducir nuestros derechos».
«Hay otros sectores que trabajan en horario de noche y nadie se mete con ellos, aunque el sistema de producción de triple turno es mucho más complicado. Creo que hay poca sensibilidad con la hostelería por parte del Gobierno, a pesar del peso que tiene en el sector turístico y en la economía».
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