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A falta de quince minutos para las dos de la madrugada, la plaza de Cañadío, en Santander, seguía en la noche del sábado llena de gente. Terrazas a tope, copas a medias y gente con pocas ganas de irse a casa. Pero la Policía Local ... ya había hecho ronda por todos los bares de la zona, advirtiendo a los hosteleros de que cuando el reloj marcase las dos todas las mesas tenían que estar recogidas y los establecimiento cerrados. Una medida que el Gobierno de Cantabria puso en marcha hace dos días para frenar rebrotes de covid-19 y que los propietarios de estos locales no terminan de ver efectiva. «¿Creen que la gente se va a ir a casa porque nos obliguen a cerrar? Muchos harán fiestas en pisos», consideran varios. Y no les falta razón. Gonzalo Marquínez, un joven madrileño de vacaciones en Santander, se fue a casa de unos amigos cuando cerraron el bar donde estaba tomando algo. «Ha surgido así, me acaban de invitar y voy ahora para allá».
En torno a las 12 de la noche, Cañadío tenía llenas todas las terrazas y había grupos de gente en el centro de la plaza. En Peña Herbosa, la imagen era similar mientras que en el Río de la Pila todavía era demasiado pronto para que hubiera ambiente. En El Sardinero, una tuna amenizaba la cena y las copas de los clientes de La Cañía. A falta de dos horas para cerrar, no parecía que la gente tuviera muchas ganas de marcharse. «Acabo de llegar de Alemania, donde trabajo, y la verdad es que me gustaría salir hasta más tarde, es una faena», dice Luis Cobo, un joven leonés que disfruta de unas vacaciones en Santander. «Pero también entiendo que se tomen medidas, es muy pronto para que llegue una segunda ola de coronavirus».
La Semana Grande está cancelada y este sábado no se celebró Santiago pero, aunque la ciudad no estaba tan llena como otros años, sí había bastante movimiento. Cualquier otro 25 de julio, Cañadío habría estado hasta arriba de jóvenes, muchos acompañados de sus propias botellas. Y no sólo estarían allí, debido a las aglomeraciones que se forman durante las fiestas, también estarían bebiendo alrededor de la iglesia y en Pombo. La celebración se alargaría casi hasta el amanecer. Comparado con esa característica estampa, la noche de este sábado recordaba más a un fin de semana normal donde, gracias a las buenas temperaturas, la gente disfruta de unas copas y unas cervezas en una de las zonas más céntricas de Santander. Aunque había gente fuera de las terrazas –en el centro de la plaza o en las escaleras–, no eran demasiados. Los agentes de la Policía Local estuvieron de ronda por esta y otras zonas con bares y pubs. Si veían alguna terraza con exceso de aforo, se acercaban a los clientes para advertirles de que los que no tuvieran silla tenían que irse. También llamaban la atención a los que no llevaban mascarilla y multaban a los más reacios a ponérsela.
Justo a las dos de la mañana y en poco más de diez minutos, los hosteleros de la zona habían desalojado las mesas y echado el cierre de los establecimientos. Los agentes de la Local estaban por la zona, vigilando que se cumpliera el horario marcado. Los clientes, sin saber muy bien si marcharse o encontrar otra alternativa de ocio, hablaban en el centro de la plaza. Muchos, con vasos de plástico que les habían ofrecido en los locales a cambio de los de cristal. «Nos íbamos a ir a casa y así mañana aprovechábamos la mañana para ir a la playa, pero nos han ofrecido ir al piso de unos amigos y nos lo estamos planteando», explican Carmen Campos, Gabriela Lozano y Blanca Zúñiga. «No creemos que cerrar todo a las dos sea la mejor medida, porque ahora está todo el mundo junto en la plaza pensando a dónde ir, sin mucha distancia», añaden. Por su parte, Ignacio Álvarez ya estaba ultimando su plan. «Tenemos intención de ir al hostal donde nos hospedamos con alguna botella y seguir bebiendo, sólo nos falta saber dónde comprarla».
Media hora después del cierre, muchos grupos continuaban en la plaza hablando entre ellos. Otras zonas de la ciudad, menos concurridas, se vaciaron antes. Por Puertochico y Castelar, se veían grupos de gente que se dirigían a casa o que se sentaban en un banco para continuar con sus amigos fuera de los bares.
Muchos hosteleros no acaban de creer que cerrar a las dos pueda ser una solución frente a los posibles rebrotes del covid-19. De hecho, destacan que ningún brote ha surgido en este tipo de establecimientos y, sin embargo, si los ha habido en fiestas privadas. Especialmente aquellos más enfocados a las copas, creen que esta medida puede perjudicar mucho a sus ventas. «El 50% de nuestros ingresos los obtenemos después de la una y media de la mañana. Esto nos va a afectar bastante y, si la normativa dura mucho, todos los pasaremos mal», afirmaba Eduardo Ruiz, del Blues, mientras recogía las mesas de la terraza cerca de las dos de la mañana. «Podemos abrir el establecimiento un poco antes para intentar compensar, pero las copas se suelen tomar tarde».
A diferencia de Cañadío, la zona de Río de la Pila suele llenarse ya pasadas las doce de la noche. Las mejores horas para estos negocios son la madrugada, cuando la gente ya se ha ido de las terrazas. «Nos han quitado una parte muy importante de nuestra jornada, sin una justificación clara», lamenta la propietaria de Rama, Celia Martín. Este pub abre por lo general hasta las cuatro y media de la mañana y esta medida les hace perder las más rentables de la noche. «La salud es lo primero, eso está claro, pero esta no es la solución para evitar rebrotes. Hay que vigilar más y cerrar aquellos sitios que sí sean peligrosos, pero no los que cumplen las normas». La hostelera asegura que esta restricción marcada para el ocio nocturno no ha sido comunicada a aquellas personas que viven de él y considera que el Ejecutivo regional debería habérselo explicado y ofrecido algún tipo de ayuda para paliar las pérdidas. «Tenemos que cargar con todos los gastos y reducir la plantilla. Estábamos haciendo contratos ahora y vamos a tener que anularlos porque cerrando a las dos no vamos a necesitar tanto personal». Martín cuenta que la facturación «ya había bajado bastante» por el covid-19 y teme que, si la situación se alarga, puedan tener problemas para mantener el negocio. «Vemos grupos de gente en otras situaciones, por la calle, en la playa... ¿Y el problema son sólo los bares y pubs de noche?».
La Policía Local puso durante la noche del sábado 40 multas por hacer botellón y 130 por no llevar la mascarilla. En la plaza de Cañadío, los agentes interceptaron a varias personas que no se protegían la boca a pesar de no estar consumiendo nada. Una de las personas que multaron era un turista de Madrid que no sólo se negó a colocarse la mascarilla, sino que dio hasta cinco apellidos falsos e insultó a los policías por la sanción. En total, la multa ascendió por las tres faltas a 1.300 euros. Otro de los multados iba en coche con un amigo sin la mascarilla y fue sancionado por negarse varias veces a usarla.
«Cantabria no está en una mala situación de rebrotes», expone Gonzalo Cornejo, del pub Santa Fe. «No ha habido mucha explicación, de un día para otro hay que cerrar a las dos. Me parece bien que haya medidas de seguridad, pero no creo que esta solucione nada». Cree que se podrían poner en marcha otras opciones, como permitir que la gente siga tomando algo en la terraza aunque se vacíe el interior del local. «Nosotros hacemos mucho esfuerzo por cumplir las normas y recordar constantemente a la gente que se ponga la mascarilla, porque algunos te miran como si les pidieras la luna». Considera que, más que un problema, son una solución «para que el ocio nocturno esté controlado».
Esta medida puede recortar entre el «30% y el 80% de la facturación». Lo asegura el propietario del Little Bobby y Grog, Sergio Gómez. En su caso, ya estaba facturando un 60% de lo que ganaba el año pasado por estas fechas. «Nosotros, por suerte, funcionamos bien por las tardes. Pero en estas fechas, que a la gente le gusta salir más tarde, nos afecta. Además, esto lo único que hace es fomentar que haya más fiestas privadas, con gente sin mascarillas dentro de las casas». Considera que el Gobierno regional debería replantearse la medida y ofrecer algún tipo de solución. El ocio nocturno tiene normas, si se sustituye por fiestas privadas en casas y pisos, habrá mucho más descontrol».
Para mostrar su descontento, muchos hosteleros del ocio nocturno se concentraron ayer en la feria del libro, aprovechando que Miguel Ángel Revilla estaba firmando allí su libro. Se dirigieron a él para pedirle «una audiencia inmediata» con el consejero de Sanidad. El presidente les dijo que les recibiría hoy por la mañana.
El Rockambole, el Summum y el Queen no volverán a abrir sus puertas mientras estén obligados a cerrar a las dos de la madrugada. El dueño de los tres locales, Gregorio del Amo, lo tiene claro. «Estamos desolados, con estos horarios no podemos abrir porque perdemos dinero», asegura. Considera que esta medida no soluciona ningún problema porque «nuestros clientes, muchos jóvenes, están mejor en locales con medidas de seguridad que en la calle haciendo botellón o en fiestas en casa». Del Amo defiende que esta restricción «es un error, se han equivocado» y considera que el Ejecutivo debería recapacitar sobre ella y buscar otras soluciones frente a posibles rebrotes. «Hasta el momento, no ha habido ningún brote a raíz de ningún local de ocio nocturno», asegura el empresario.
Esta nueva norma se suma a otra que ya estaba limitando mucho el funcionamiento de las discotecas, el aforo. «Aquí en Cantabria, estamos trabajando con un 33% del aforo mientras en el resto de España están hasta el 70%». Entre la poca gente que puede atender y la obligación de cerrar a las dos, Del Amo sabe que abrir es sinónimo de perder dinero. Este tipo de establecimientos suelen llenarse a partir de esas horas, por lo que no compensa abrir antes.
«Espero que nos tomen en cuenta, que nos escuchen». El empresario conoce bien a su tipo de clientes, «gente joven que no va a dejar de salir, que está en la edad de divertirse, conocer gente». Cree firmemente que si se les niega acceder a pubs y discotecas tras la hora marcada, lo único que se va a conseguir es que continúen la fiesta en otro sitio. «Va a haber más botellones y más fiestas privadas en pisos». Para Del Amo, sólo hay dos opciones. O bien los locales permanecen con sus horarios habituales, algunos hasta las seis de la mañana, o bien habrá otro tipo de reuniones. «En la primera hay más control, tenemos unos aforos y unas medidas de seguridad marcadas. En la segunda, habrá descontrol y mucha más facilidad de que surjan rebrotes», concluye.
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