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Natalia Magdalena González-Cuevas
Lunes, 5 de junio 2023, 10:43
Este año se cumple el 50 aniversario del Día Mundial del Medio Ambiente, día establecido por primera vez por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972. Millones de personas celebran la fecha con euforia y las redes sociales se llenan de imágenes de las finitas maravillas que quedan en nuestro planeta Tierra, que en las últimas décadas ha perdido millones de hectáreas de masa forestal y animales. Según el comunicador y naturalista británico David Attenborough, que cuenta con casi un siglo de vida, ha habido un avance implacable de la especie humana que ha provocado una constante retirada del mundo natural.
La destrucción de los ecosistemas conlleva la pérdida de biodiversidad. En este sentido, se habla constantemente del cambio climático como una amenaza que se cierne sobre la humanidad, pero le prestamos poca atención porque creemos tener problemas más inmediatos que solucionar. De hecho, cuanto más empobrecida económicamente está una sociedad, menos recursos destina a minimizar los efectos negativos sobre el medio ambiente. Esta lógica la podemos encontrar en la pirámide de Maslow, y es que en cada persona varía dependiendo de que estén cubiertos o no los niveles de las necesidades que conforman esta teoría.
Quizá uno de los problemas con respecto a la concienciación sobre la degradación de nuestro medio natural sea que el medio ambiente rara vez está entre nuestras motivaciones y por eso no existe una reacción sostenida. Vemos esta problemática con lejanía e indolencia y nos sentimos impotentes porque el cambio climático o la pérdida de biodiversidad se presenta como un problema muy general y global. No obstante, la realidad es que cada uno de nosotros podemos integrar soluciones transversales en nuestro día a día.
En este año, el Día Mundial del Medio Ambiente quiere concienciar sobre el uso del plástico, ya que supone un problema ambiental a gran escala. Nuestro modelo de consumo, en el que se prima la compra constante y la obsolescencia programada, genera residuos no orgánicos con durabilidad de cientos de años. Se calcula que el plástico tarda entre 100 y 1.000 años en descomponerse. Análogamente, los microplásticos, partículas de menos de 5mm o menos, son imperceptibles y pueden llegar a tamaños nanométricos, pudiéndose introducir en las membranas celulares.
Las consecuencias del plástico en nuestro organismo no sólo son negativas, sino que pueden ser causantes de distintas enfermedades y fallos orgánicos. Se han encontrado partículas de plástico en peces, moluscos, aves, tortugas, agua del grifo, etc. Cada vez será más común porque los seres humanos hemos producido más de 9.000 millones de toneladas métricas de plástico desde 1950, del que sólo el 9% se recicla. Indudablemente, el plástico está dentro de la cadena alimentaria.
Según datos del estudio 'Production, use, and fate of all plastics ever made' realizado en 2017 por la Universidad de California en Santa Bárbara, la Universidad de Georgia y la Sea Education Association, los 9 millones de toneladas suponen una cantidad suficiente como para cubrir Argentina. Además, el uso del plástico se ha multiplicado, sobre todo en los últimos años.
Las nuevas corrientes de concienciación como Zero Waste intentan comunicar la necesidad de reducir residuos para caminar hacia un modelo de planeta sostenible. Existen algunos principios básicos que se pueden cumplir en el día a día de la ciudadanía reutilizar, reducir y reciclar cuando no sean posibles las dos primeras. Hay muchas páginas web que aportan ideas sobre cómo contribuir a una vida más sostenible con pequeños gestos en el hogar o en nuestro estilo de vida.
«Sin biodiversidad, no hay futuro para la humanidad», dice el profesor David Macdonald, de la Universidad de Oxford. A pesar de que hay muchas personas que sufren 'ecoansiedad' muchas otras no son conscientes de las consecuencias de la contracción de la contracción de la diversidad biológica.
Hoy Día Mundial del Medio Ambiente la sociedad debe despertar de este letargo y no volcar todas las responsabilidades en las políticas públicas. El cambio de sistema empieza desde lo individual a lo colectivo y global. Nuestra indolencia está destruyendo nuestra casa, la Tierra, sin ser conscientes de que al mismo tiempo pereceremos la especie humana.
Actualmente, siete de los nueve límites del sistema terrestre ya se han superado en más de la mitad de la superficie terrestre mundial, según un informe recién publicado en Nature. Esos umbrales que ya han sido sobrepasados responden al clima, la biosfera, el agua dulce, los nutrientes y la contaminación del aire a escala global y subglobal. La humanidad se adentra en el Antropoceno, la nueva época geológica propuesta por las presiones humanas, alejándose de la estabilidad del Holoceno de los últimos 12.000 años.
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