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En el reciente y simbólico acto de colocación de la primera piedra del futuro Centro de Arte Rupestre de la región, Miguel Ángel Revilla anunció en Puente Viesgo que el príncipe Alberto II de Mónaco le había expresado su voluntad e «ilusión» de viajar a ... Cantabria el próximo año para contemplar otra vez la espectacular cueva de El Castillo. Cavidad que, recordemos, ya visitó en 2010. Es decir, un siglo después de que su tatarabuelo financiara la investigación del yacimiento arqueológico en cuyas proximidades se edificará el nuevo recinto.
Esta noticia invita a resucitar el pasado a través de la hemeroteca de El Diario Montañés. Alberto I de Mónaco (París, 13 de noviembre de 1848-París, 26 de junio 1922) arribó en julio de 1909 a Cantabria a bordo de su elegantísimo yate Princesse Alice II, que fondeó en la bahía de la capital. Permanecería en la tierruca del día 21 al 25.
El motivo era conocer in situ las pioneras excavaciones que lideraban los reputados arqueólogos Hugo Obermaier y Henri Breuil, pues las patrocinaba. Aquí estuvo acompañado tanto por los citados profesionales como, entre otros, por sus ilustres colegas españoles Hermilio Alcalde del Río y Lorenzo Sierra. Con motivo de la visita, Alberto I de Mónaco acudió también al Instituto Oceanográfico de Santander, según documentan imágenes de la época.
LO HIZO POR PRIMERA VEZ EN 2010
Tal y como reflejara en sus páginas El Diario Montañés, durante el mes de enero del citado año el alcalde de Santander había recibido en el consistorio un paquete muy especial. Contenía «un importante donativo para la Biblioteca. Su Alteza el Príncipe de Mónaco se ha dignado distinguir a dicho centro, concediéndole un ejemplar de la curiosísima obra primorosamente editada en Mónaco a expensas de su Alteza y escrita por los sabios arqueólogos Cartailhac y Breuil con el título de 'La Caverna de Altamira de Santillane'».
En un excelente trabajo publicado en la revista 'Coleccionismo' -números 115 y 116, correspondientes a los meses de julio y agosto del año 1922- escribe Juan Cabré aludiendo a tan reputado libro: «Aparece colaborando a la vez un español, Hermilio Alcalde del Río. A este se debe primeramente el impulso que tomaron después las investigaciones de arte rupestre en la Cantabria, pues digno sucesor y heredero del entusiasmo e ideal científico de Sautuola, por sí solo y con sus escasos medios económicos, descubre la mayoría de cavernas con grabados y pinturas conocidas del Norte de España». Y añade: «El Sr. Alcalde del Río, en vista que de la relativa pobreza del erario nacional, como del estado económico de nuestras Corporaciones y Entidades académicas y científicas, no podía esperarse, por aquel entonces, que publicáramos en España obras similares a las del Príncipe de Mónaco, aceptó sin duda alguna la colaboración científica que el regio Mecenas le ofreció, e hizo otro tanto el P. Sierra, que por su parte también había hecho otros descubrimientos análogos en las provincias de Santander y de Vizcaya».
Precisa Cabré que en la programación del viaje a Cantabria constaba, en concreto, el desplazamiento hasta las cuevas de Altamira, Castillo y Covalanas. Al parecer, Alberto I de Mónaco aprovechó la ocasión para confirmarle a Alcalde del Río la colaboración económica y, además, le concedió la dirección de las excavaciones de los yacimientos de Hornos de la Peña y Castillo, las cuales, con el concurso del Dr. Obermaier, «empezaron al instante y duraron muchos años». En realidad, «hasta que empezó la guerra europea».
Al parecer, uno de los acuerdos del contrato de patrocinio de Alberto I de Mónaco indicaba que si se producían hallazgos en las cuevas pasarían a ser de su propiedad y que los entregaría al «Museo Público Español de la provincia de Santander». Previamente serían remitidos a Mónaco para su análisis, estudio, catalogación y oportuna reproducción gráfica. El importe económico, estimado inicialmente por Alcalde del Río en tres mil pesetas, se concretaría al final en cinco mil francos.
Hijo del príncipe Carlos III y la condesa Antonieta de Mérode-Westerloo, la vinculación de Alberto I de Mónaco con España fue muy profunda. De hecho, a los 18 años entró en la Academia Naval, en la que sirvió a nuestra marina. Su trayectoria quedó rubricada con el siguiente Real Decreto: «A propuesta del Ministro de Marina, de acuerdo con el Consejo de Ministros; En nombre de Mi Augusto Hijo el Rey Don Alfonso XIII, y como Reina Regente del Reino, Vengo en promover al empleo de Capitán de navío de primera clase de la Armada, en situación de reserva y sin sueldo, a S. A. Serma. el Príncipe de Mónaco Don Alberto Honorio Carlos Grimaldi, Duque de Valentinois, como recompensa a sus servicios prestados a la referida Armada. Dado en Palacio a once de Marzo de mil ochocientos noventa y seis. María Cristina. El Ministro de Marina, José María de Beránger».
En 2010 el príncipe Alberto II de Mónaco tuvo oportunidad de repetir el recorrido de su tatarabuelo en la cueva de El Castillo, en Puente Viesgo. Además, se detuvo ante la enorme piedra que simula un hacha bifaz con 125.000 años de antigüedad, que incluye la siguiente inscripción: «Una de las glorias de España será siempre el haber contribuido de una manera tan brillante a establecer la verdadera historia de la humanidad». Esta frase la dejó escrita su antepasado en el libro de visitas.
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