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JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ
Domingo, 17 de marzo 2019, 07:56
Un nuevo informe de la ONU presentado el pasado miércoles en Nairobi (Kenia), donde se ha celebrado la IV Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, urge a tomar medidas para frenar y reparar los graves daños causados por el cambio climático, para ... que las vidas humanas «no se vean amenazadas». Con contundencia, la ONU apresura a actuar contra los altos niveles de polución ambiental, la contaminación de mares y océanos, el calentamiento global que está alterando los ciclos climáticos... De forma amplia y decisiva «porque se está acabando el tiempo». En paralelo, centenares de jóvenes cántabros mostraron el viernes en la plaza del Ayuntamiento de Santander su concienciación ante este problema sumándose al movimiento internacional Fridays for Future (Viernes para el futuro) que busca promover una acción real contra el cambio climático.
Cantabria no es ajena a los síntomas que se viven en todo el mundo. Y lo que estamos viendo «apenas es una fracción diminuta de las modificaciones que van a llegar en el futuro», avisan los expertos. «El cambio climático es un proceso lento, está ahí desde hace tiempo, pero la gente se suele acordar cuando sucede algún evento extremo», indica Antonio Espejo, investigador del Instituto de Hidráulica Ambiental (IH) de la Universidad de Cantabria.
Este invierno se han sucedido varios. La región sufrió entre el 23 y 25 de enero las peores inundaciones que se recuerdan, con ríos desbordados, 62 municipios afectados, decenas de carreteras cortadas, 171 argayos y más de un centenar de evacuados. Una tormenta sinfónica que dejó a la región sumergida bajo ríos, torrentes y lodo. La coincidencia de las lluvias con el desnieve y el alto coeficiente de mareas resultó fatal. El balance de daños se ha cifrado en más de 16 millones de euros.
Eso fue a finales de enero. En febrero, 'llegó el verano'. El viento sur alzó los termómetros hasta registros históricos, que se situaron en distintas localidades cántabras por encima de los 25 grados, entre las más altas de España en varias jornadas. El tope, al final del mes. El miércoles, día 27, en Terán (Cabuérniga) se midieron 27,5 grados, el máximo histórico de la localidad en febrero. Un día antes, en el aeropuerto de Santander, 27,1º (el segundo valor más alto desde 1960). Otras localidades como Ramales, San Felices de Buelna y Torrelavega estuvieron entre 26 y 27 grados. «La insolación de febrero ha estado muy por encima de lo normal, ha sido un mes extremadamente soleado», certifica José Luis Arteche, delegado en Cantabria de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
3,25 milímetros al año ha crecido el nivel del mar Cantábrico en los últimos tiempos. Las predicciones para el final de siglo alertan de un posible aumento de entre 1,3 y 1,8 metros. Por su parte, la temperatura del agua sube en torno a 0,4-0,5 grados cada década.
Más calor y días de sol El viento sur alzó los termómetros en febrero hasta registros históricos en distintas localidades de la región, por encima de los 25 grados en diferentes jornadas. Hizo muchos más días de sol de lo habitual y llovió muy poco.
Extremos Cantabria sufrió a finales de enero las peores inundaciones que se recuerdan, con ríos desbordados, 62 municipios afectados, decenas de carreteras cortadas, 171 argayos y más de un centenar de evacuados. La coincidencia de las lluvias con el desnieve y el alto coeficiente de mareas resultó fatal.
Las elevadas temperaturas máximas, la abundancia de días de sol y la escasez de jornadas de precipitación (se recogió mucha menos lluvia de la esperada en esta época del año) confluyeron para dar forma a uno de los meses de febrero «más benignos» -meteorológicamente hablando- que se recuerdan. Y extraños.
El viento sur no sólo elevó los termómetros sino también el delictivo ánimo de los pirómanos en provocar incendios: más de 450 entre febrero y la primera semana de marzo. «Es otro daño colateral. Todos los años se hace la quema de rastrojos en marzo cuando se quita la nieve. El problema es que este año se ha adelantado a febrero porque apenas ha habido nieve y las quemas se han realizado en una tendencia creciente de temperaturas y con el terreno mucho más seco. Si a eso le unes que lo hacen en días de viento sur pese a que está prohibido, pues todo, por desgracia, se ha descontrolado. El humo de los incendios ha llegado hasta Santander, cosa que antes no pasaba», refleja César Vidal, catedrático de la UC, doctor ingeniero de Caminos, Canales y Puertos e investigador del IH.
antonio espejo | investigador del ih
En definitiva, Cantabria ha pasado en lo que va de año de inundaciones extremas a un calor histórico, impropio de estas fechas, sin solución de continuidad, reflejo de un cambio climático cada vez más evidente. La comunidad muestra «los mismos síntomas que las temperaturas a nivel mundial respecto al calentamiento global», comparte Arteche. Eso se traduce en que hay más días de calor a lo largo del año, menos heladas nocturnas, más noches en las que los termómetros no bajan hasta donde era habitual... «El calentamiento es incontestable, innegable, pero dentro de él, hay distintas tendencias, como se ha podido observar este invierno», detalla el responsable de la Aemet.
En el IH llevan mucho tiempo estudiando los efectos del cambio climático. Proyecciones, modelos... Y datos que reflejan una preocupante realidad. Si el nivel del mar Cantábrico crecía a un ritmo de 2,38 milímetros por año, en los últimos lo ha hecho a una media de 3,25 mm/año, según reflejan los estudios del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC). Esta aceleración es debida, entre otras causas, a tasas de derretimiento de los glaciares de Groenlandia mayores de las esperadas por el calentamiento del mar. La temperatura superficial del Cantábrico (la media anual se sitúa en la actualidad entre 12 y 13 grados) está subiendo en torno a 0,4-0,5º por década y las proyecciones indican que estará en torno a 2-2,5º más caliente a finales de este siglo. Así lo explica Espejo, que forma parte del grupo de Clima Marino y Cambio Climático del IH que dirige Íñigo Losada.
«Cuando anteriormente se decía que para el año 2100 el escenario probable de la subida del nivel del mar podía estar en el entorno de un metro según los escenarios de emisiones de CO2 más desfavorables, los últimos trabajos científicos vaticinan un crecimiento de entre 1,3 y 1,8 metros. Las predicciones cada vez son más alarmistas, con lo cual los efectos del retroceso de la costa van a ser mayores», advierte el experto. El empuje del mar por recuperar su sitio va a tener su efecto en las infraestructuras costeras «porque las cotas de muelles, diques, paseos marítimos, están determinados por el nivel de las pleamares. Y si aumenta el nivel del mar, todo va hacia arriba», reflexiona Vidal. Especifica que en las zonas donde la topografía terrestre es bastante fuerte (terrenos elevados), como sucede en muchas zonas de Cantabria, «los daños no serán elevados». Pero las localidades situadas al nivel del mar, y «más las que tienen urbanizaciones a pie de playa» -citó como ejemplos a Somo y Laredo-, van a tener «problemas».
Espejo dice que el efecto «inevitable» que tiene la subida del nivel del mar se podría «posponer» en el tiempo «si se hace una correcta gestión de los recursos naturales que protegen de la erosión y las inundaciones», en el caso de Cantabria, sobre todo, a través de la conservación de los sistemas dunares.
José Luis arteche | delegado en cantabria de la aemet
Un objetivo que se integra dentro de las ambiciones del Plan Integral de Gestión de la Bahía de Santander, aún en fase muy «embrionaria». «No se pueden hacer acciones puntuales independientes, hay que hacer un trabajo integral para que se sepa cómo va a afectar cualquier actuación a toda la bahía», señala Vidal.
Toda esa correcta gestión de la costa en las zonas urbanas supondrá un coste «muy elevado». Incalculable. «Imagínate elevar la cota de los paseos marítimos, de las defensas costeras... Porque habrá que hacerlo».
La rentabilidad de las explotaciones agrícolas y ganaderas está fuertemente ligada a las condiciones climáticas y meteorológicas. ¿De qué manera este incremento de las temperaturas, los cambios en las precipitaciones y en la frecuencia de los fenómenos extremos están afectando a los campesinos y agricultores de Cantabria? ¿Afecta al volumen, la calidad y la estabilidad de la producción de alimentos? ¿Han variado los tradicionales ritmos de los sistemas de explotación del ganado?
«Esto no es normal. Que hayamos tenido un febrero tan caluroso cuando habitualmente más nieva es una locura. El cambio climático está ahí y nos afecta porque, al final, no tenemos estaciones o llegan mucho más tarde de lo habitual», expresa Elaquio Gómez, agricultor de Valderredible, que cultiva principalmente trigo, maíz, patata y algo de cebada. «Que haga un invierno seco es mejor para los cultivos de esta época (trigo, cebada...) que un invierno mojado. Pero el problema está en los manantiales, que como siga así el tiempo no van a recoger agua suficiente para el verano», señala. El segundo perjuicio lo vivió en sus propias carnes el año pasado, cuando se pasó todo mayo y junio lloviendo y arruinó la cosecha de patatas. «No hicimos casi nada», reconoce.
«Para que se dé bien la cosa, hay que cultivar las patatas entre el 1 y el 15 de mayo, que es cuando se daba el tiempo idóneo (buenas temperaturas, lloviznas...) para el campo. Pero el año pasado las sembramos entre el 5 y el 25 de junio, eso sí que nos perjudicó. La primavera se retrasó mucho y empezó a llover fuerte cuando hay que hacer las labores del campo», explica Gómez haciendo ver cómo el rendimiento interanual de las cosechas ha variado debido a los episodios meteorológicos. «Esperemos que este año no sea así, pero lo que no ha caído hasta ahora, tiene que caer después», vaticina.
elaquio gómez | agricultor
Lamenta el campesino que «todo el mundo» es consciente del cambio climático, «hasta los que lo niegan», pero que «no estamos haciendo nada». «Los vehículos eléctricos deberían estar generalizados hace 20 años, pero no interesa prescindir de la gasolina porque muchos países viven del petróleo. Y luego nos ponen limitaciones a ganaderos y agricultores... ¡Si nosotros no contaminamos nada, ni un 1%», critica.
Mientras, los ganaderos aseguran que las olas de calor extremo y la disminución de las precipitaciones han limitado, por un lado, el agua disponible para el ganado y han reducido, por otro, tanto en cantidad como en calidad, el forraje del que se alimentan los animales. Y ante la falta de materia prima tienen que comprarla fuera, con el consiguiente aumento de costes para un sector que vive «al límite». «Ante su escasez, el precio del forraje se ha encarecido. Y como siga el tiempo así va a haber un problema serio de suministro de agua», sostiene Carlos Elizondo, ganadero de carne de Soba. Enrique Ortiz, de Matienzo, que posee 115 vacas dedicadas de la producción de leche, comparte los problemas transmitidos por su compañero. «En el plano económico ya se notan las consecuencias. Este es un sector en el que se trabajan diez-doce horas diarias para una rentabilidad muy pequeña, porque ya sabes como están los precios de la leche, al límite. Pues a eso súmale ahora tener que comprar la comida para los animales. Tiraremos hasta donde podamos», manifiesta.
A estos problemas Ortiz añade otro, del que ya han avisado distintos estudios: el cambio climático va a ser «altamente perjudicial» para los sistemas de pastoreo. «No va a haber pastoreo, se va a reducir al mínimo», subraya. Ambos ganaderos afirman que el cambio en las condiciones «no afecta aún» a la productividad del ganado, pero sí reconocen que el sistema de explotación «está cambiando». «Como cada invierno, ahora tengo los animales cerrados y cuando los soltemos en abril es probable que haga malísimo y no lo podamos hacer y tengan que estar más tiempo en casa; nos obliga a repensar las cosas», asegura Elizondo.
Más consecuencias ya visibles: el bocarte se ha adelantado esta temporada al verdel. Los pescadores cántabros ya estaban acostumbrados a que el verdel -caballa o sarda- y el bocarte tocaran la puerta del Cantábrico a partir de marzo, siempre en ese orden y uno antes que el otro. Pero la flota de bajura se ha visto obligada a modificar la rutina que repetía religiosamente cada año. El 1 de marzo dio comienzo oficialmente la temporada del bocarte, adelantándose a la del verdel y sentando un precedente en las costumbres pesqueras de la región.
Carlos elizondo | ganadero
Otro que ha llegado antes de tiempo, y de forma masiva por culpa de este tiempo, ha sido el polen, provocando episodios adelantados de alergias. Desde la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic), concretan el cóctel explosivo: niveles altos de polen, falta de lluvia de forma persistente y contaminación. Al respecto, en febrero se dispararon los niveles de contaminación del aire en Cantabria, que superaron los límites recomendables por la Organización Mundial de la Salud en nueve de las once estaciones medidoras repartidas por la comunidad, aunque al ser de forma puntual y no de forma prolongada en el tiempo -la normativa habla de unos 35 días- no supuso un riesgo para la salud. Todavía.
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