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Rafa Torre Poo
Santander
Domingo, 13 de diciembre 2020, 07:37
Resulta difícil recibir la llamada de un desconocido y, tras la proposición, relatar la vida de tu padre fallecido un par de días antes. Es todo tan prematuro, tan irreal y frágil que corres el riesgo de bloquearte. José Amor Peña García tuvo «una vida sencilla», describen los suyos. Uno de esos hombres del siglo pasado bregados en el trabajo y en el amor –más allá de su segundo nombre– a su familia. Dos de los pilares, ahora que corren tiempos de pandemia, que cualquiera quisiera conservar. El covid ha conseguido que una sociedad adoctrinada en el consumismo aúpe al primer plano los aspectos verdaderamente notables de la vida. Nunca un abrazo, un beso o una caricia habían cotizado más alto que las acciones en bolsa de Amazon o Facebook.
José Amor nació en Cubillo del Ebro hace noventa años. Estaba a punto de cumplir 91. Toda su familia aguardaba al próximo 3 de enero para festejar la efeméride. Siempre fue un enamorado de su tierra: Valderredible. Presumía de valluco y subía siempre que podía. Al menos, una vez al año. La última fue precisamente este verano. Le llevo su hija Inmaculada y su pareja, que aprovecharon la excursión para acercarse al pueblo burgalés de Orbaneja del Castillo. Se casó con María Dolores San Martín y tuvo dos hijas y un hijo. Juntos se instalaron en el pueblo de Las Fraguas, en el municipio de Arenas de Iguña. Aunque de allí marchó muy joven.
Su vida laboral da para una novela. La Guerra Civil le cogió con su familia en Reinosa. Su nieta Natalia, hija de Inmaculada, recuerda cómo le contaba «que tenían que refugiarse, cuando sonaba la sirena de la Naval, bajo las vías del tren, donde dormían sobre hierba y paja». La contienda hizo que a los seis años ya tuviese que comenzar a buscarse la vida. «Se impuso el estraperlo y mi abuelo formó parte activa. Caminaba por las noches por los montes para llevar a los soldados tabaco a cambio de los víveres que a ellos les sobraban», añade.
Después trabajó para un hombre llevando el ganado a la feria, hasta que emprendió el viaje a Asturias. Allí comenzó en una fábrica de cemento. Se le ocurrió junto con otro compañero hacerse polizones de un barco que iba a América, pero en la fábrica notaron su ausencia y les cogieron. En lugar de la cárcel, les obligaron a trabajar en un fábrica de ladrillos y en la conservera Albo. Tras casarse, decidió emigrar a Holanda. «Allí estuvo seis meses en una papelera y después fue a Suiza para barrenar túneles y construir las instalaciones de la fábrica de Nestlé. Trabajaban de febrero a octubre, porque el resto del año no se podía por la nieve, por lo que regresaban a España. Cada año, esperaba a que le llegase la carta para marchar de nuevo», explica Natalia. Tan aplicado era, continúa su nieta, «que le ofrecieron trabajo a mi madre y a mi tía en la Nestlé para hacer bombones si mi abuelo se quedaba. Pero la familia prefirió continuar en España».
A su regreso continuó su trayectoria laboral en Mecobusa, la planta de mecanizado de la actual factoría Nissan en Los Corrales de Buelna. Allí se jubiló. Compaginó su labor en el recinto fabril, siempre de seis de la madrugada a dos de la tarde, con el trabajo de las tardes en el Supermercado Pérez Hermanos de Torrelavega. «Lo hacía para que no nos faltase de nada. Era un gran trabajador, incansable, siempre de sol a sol», recuerda su hija. «Era muy callado y reservado, muy suyo. Fue un buen padre, un buen abuelo y un buen bisabuelo», recalca emocionada.
Sus padres vivían en su casa de Los Corrales desde hacía más o menos un año. «Mi madre siente ahora mucha soledad. No sé si lo superará. Mi padre tenía en la sala su hueco y verlo vacío es un drama», añade. «Se fue a morir justamente el día de la Inmaculada, el pasado martes, que era mi santo», cuenta con pena.
A sus noventa años, José Amor era aún independiente. De aficiones sencillas, le gustaba comer pronto para ir al bar Víctor, en la plaza de la Pontanilla, a tomar el café y ver cómo echaban la partida sus amigos. O sentarse en los bancos de la plaza de la Constitución, centro de reunión de la mayoría de jubilados del municipio, para charlar. Aficionado al fútbol, siempre se ponía del lado del equipo contrario al de sus nietos. «Lo hacía para picarles. Le gustaba escuchar cómo se defendían», explica Inmaculada. Este año, con tantas restricciones, no se pudo hacer con uno de esos almanaques que reparten en los bares, donde vienen todas las fechas y enfrentamientos, así que una nieta se lo tuvo que imprimir del ordenador.
También acudía semanalmente, hasta que las restricciones por el covid se lo impidieron, al Ferial de Ganados de Torrelavega. Le encantaba ver cómo se cerraban los tratos. Los bolos eran otra de sus aficiones. En la tele veía el concurso 'El Cazador' de TVE. «Le hacía gracia cuando salía Paz, la cántabra que se hizo famosa en Pasapalabra. La conocía de cuando repartía en el supermercado», relata Inmaculada.
José Amor falleció el pasado martes en el Hospital de Sierrallana. «Todos estamos orgullosos de él. Fue un hombre trabajador, humilde y bueno», concluye su nieta Natalia.
El Diario Montañés recupera el homenaje a los fallecidos por covid en Cantabria. Si conoces a familiares, amigos o vecinos de víctimas del covid-19 que quieran participar en el recordatorio, puedes escribir al correo electrónico: homenaje@eldiariomontanes.es.
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