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«Hoy el PP tiene más futuro que hace veinte días, cuando Mariano Rajoy todavía estaba en La Moncloa», repiten estos días los militantes populares, ... dispuestos a hacer de la necesidad virtud. Y es posible que su consuelo esté justificado: perder el Gobierno de la nación ha sido una dolorosa derrota, pero el cambio de ciclo que marca la dimisión de Rajoy ayuda a alejar el fantasma de una demolición total como la que sufrió UCD hace casi cuatro décadas. La obligada renovación no se acometerá desde la indigencia política. Conserva el PP una importante cuota de poder territorial y es el partido más numeroso en las Cortes para plantar batalla a la endeble bancada del Gobierno socialista y también para contener a Ciudadanos, que le disputaba la hegemonía del centro-derecha hasta que la moción de censura le ha dejado colgado de la brocha. La opinión mayoritaria es que Alberto Núñez Feijoo debe liderar la reconquista y que el exministro Íñigo de la Serna está llamado a ser uno de los puntales. También el PP de Cantabria ve una luz al final del túnel con la reconfortante sentencia judicial que no sólo homologa el liderazgo de María José Sáenz de Buruaga, sino que además supone un punto de partida para que el partido recupere la cohesión hasta donde sea posible.
En la concurrida Junta Directiva Regional del pasado martes, en las intervenciones y en los corrillos, toda la atención puesta en el congreso extraordinario de julio que marcará el nuevo rumbo del partido, el principio del tránsito desde el hundimiento a la esperanza. Sáenz de Buruaga apuesta por una candidatura única, seguramente escarmentada por los estragos que ha producido en el PP el choque de dos corrientes –la suya y la de su predecesor, Ignacio Diego– cuando no se llegó a una transición negociada.
Casi todos en el PP esperan que Feijoo esté dispuesto a tomar las riendas el partido. Lo ven como el candidato más solvente, independiente frente al viejo aparato, ganador como demuestra su historial en Galicia y con el problema, no insalvable pero tampoco menor, de que no podría hacerse oír en el Congreso porque no tiene escaño en esa cámara. A la expectativa, Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, las dos muletas perfectamente descoordinadas en las que se apoyaba Rajoy. Maniobrarán para seguir al sol de la política, pero no dejan de ser vestigios del viejo régimen. Como García Margallo.
También ha sonado Íñigo de la Serna, más bien como candidato por descarte, para el caso de que Feijoo renuncie por su compromiso con Galicia o por temor a los trapos sucios que ya conoció en el pasado, y como alternativa a la batalla encarnizada entre las otras dos aspirantes. Al exministro cántabro, que tampoco tiene escaño en el Congreso, le ha faltado tiempo para ponerse a cubierto. Ni se postula ni se descarta, aguarda acontecimientos. Es buen amigo de Soraya desde hace más de dos décadas y miembro de su clan, pero más allá de esa adscripción, el PP no anda tan sobrado de recursos humanos como para quien finalmente tome el mando prescinda de dirigentes como él, valiosos y sin mochilas que lastren su proyección política. De la Serna se ajusta al perfil de un nuevo PP, más útil para reconstruir la imagen y el discurso político que para dedicarse a las tareas orgánicas del partido que nunca le han interesado mucho. El congreso extraordinario pospone cualquier otro asunto, incluido lo que concierne al papel del exministro en la política de Cantabria.
El PP cántabro tendrá 56 representantes en el congreso extraordinario, con holgada mayoría oficialista y algunos críticos como delegados natos, como los tres senadores Blanca Martínez, Esther Merino y Javier Fernández. El grupo disidente ha estado pendiente de cómo quedaban pinados los bolos del cónclave, sobre todo si hubiera más de una candidatura para ir a la contra de la dirección del partido en Cantabria.
La reciente resolución judicial, sin embargo, les resulta demoledora porque consolida el liderazgo de Buruaga y ni siquiera deja a sus detractores el resquicio de la reconvención ética por las masivas afiliaciones en Laredo. Cabe el recurso, sí, pero a saber cómo y cuándo sería resuelto.
Tras su victoria legal, Buruaga ofrece la mano tendida a sus adversarios, más con la idea de reintegrar a los dirigentes y militantes dubitativos que estaban a la espera de la sentencia clarificadora que de recuperar al núcleo duro de Ignacio Diego. En este grupo tendrán que decidir si abandonan o no las armas, si permanecen agazapados en el partido o se van, si retoman la idea de concurrir a las elecciones con otras siglas sin otra expectativa que la de dañar un poco más el ya castigado PP o si, el que pueda, busca acomodo en Ciudadanos o incluso en Vox. Hasta hace unos días había colas en la oficina de afiliaciones de la formación naranja, pero el vuelco político les ha sorprendido con el paso cambiado y a lo mejor ahora ya no tienen tanta demanda.
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