Secciones
Servicios
Destacamos
Mientras se desarrolla la Inteligencia Artificial, «nosotros no pensamos en cuáles serían las consecuencias de tener alguien que pensara sin equivocarse». Desde la reflexión, frente al nihilismo, el ensayista y profesor santanderino José María Lassalle disecciona en su nuevo ensayo, 'Civilización artificial' (Arpa), sobre ese ... presente y futuro del ser humano marcado por la interrelación y el devenir con la IA. De aquella iconografía insertada en la ciencia ficción a la necesidad de edificar un humanismo que nos proporcione emancipación para no verse sustituidos por ella. Desde la cultura y con Europa como epicentro, Lassalle (Santander, 1966) ve una oportunidad para liderar lo que la IA pueda ofrecer. En la pasada década, el autor de 'Contra el populismo' ejerció como profesional de la política los cargos de secretario de Estado de Cultura y de Agenda Digital (PP). En julio de 2018 abandonó la gestión pública. Patrono de la Biblioteca Nacional, el autor de 'Liberales', activo colaborador en los medios, publicará sus Diarios.
–Le hago la pregunta prioritaria que fundamenta su libro: ¿Quiere una IA nihilista o humana?
–Quiero una IA humana. Que admita, si llegara a ser consciente, la superioridad de la sabiduría de su creador. Ahora la realidad es potencialmente otra: una IA que funciona sin otro propósito que maximizar el poder que acumula como capacidad de cambio y acción.
–¿Sueñan los poderes con una 'Civilización artificial' de humanos eléctricos?
–Como deja entrever muy bien con el guiño a Philip K. Dick, sin duda. Aún me veo con 16 años saliendo del cine Coliseum después de ver 'Blade Runner' mientras pensaba si llegaría a vivir algo así… Me quedé dentro de la película de Ridley Scott.
–¿La Inteligencia Artificial es el Frankenstein más perfecto de la historia?
–Es el Prometeo definitivo.
–Riesgos y oportunidades, límites, legislación...,¿pero se siente optimista ante un freno humanista a toda esa apoteosis?
–El humanismo no ha de ser un freno, sino una oportunidad para dar un sentido a algo que es irresistible e inevitable.
–¿Ahora da la sensación de que el 'Ciberleviatán' que abordó con ardor guerrero se ha quedado pequeño?
–Es el desenlace práctico a lo que fue una reflexión especulativa que abordé hace tan sólo un lustro.
–¿Se diría que la IA ha pensado hasta ahora más en lo humano, que nosotros en ella?
-Es que se inspira en nosotros. Imita nuestra inteligencia buscando hacerla perfecta mientras que nosotros no pensamos en cuáles serían las consecuencias de tener alguien que pensara sin equivocarse.
–¿Cabe pensar en paralelismos, en que en otras épocas ante novedosas y rupturistas irrupciones, se plantearon tesis en defensa del humanismo similares a la suya y resultaron fallidas?
–No hay paralelismo porque la IA no es una tecnología facilitadora sino utópica y sustitutoria. Nos desplaza de ser la medida de todas las cosas.
–¿Cree que nacerá una nueva casta al hilo de la evolución de la IA?
–Depende. Si triunfa el diseño nihilista que impulsan ahora Estados Unidos y China, sin duda. Ya lo son. La élite corporativa del calvinismo siliconizado y el mandarinato comunista chino funcionan como tales.
–¿Llamaría conquista moral al triunfo de la sabiduría en ese dilema humano que plantea?
–Sí, porque la ética es insuficiente. Hace falta una moral tecnológica que proyecte la prudencia de empatizar responsablemente con la labor de crear como dioses y no como titanes. Afrontamos un viaje sin retorno hacia los orígenes de la creación. Eso nos exige ser sabios que hemos de aprender de Dios.
–Habla de la necesidad de una alternativa europea frente a China y EE UU. ¿Pero Europa no ha perdido ya muchos trenes?
–Todavía no. Necesitamos alinear todos nuestros activos, que son muchos. Entre otros, la cultura y su poder de imaginar, crear y dar sentido a nuestras obras.
–¿Los robots de compañía son ya las mascotas que preludian la derrota humana?
–Depende. Los japoneses están desarrollando una robótica de cuidados que no es hostil al ser humano. Entre otras cosas porque para la cultura japonesa la materialidad no está desprovista de espíritu. Los objetos tienen su propia alma.
–Tenemos interiorizada esa iconografía de que llegará el momento en el que las máquinas tomen el mando. ¿Nos hará falta un 'terminator' de la palabra y del pensamiento?
–Mejor diseñar las máquinas conforme a patrones colaborativos y amigables. Como diría Hannah Arendt, no podemos volver atrás y no podemos evitar materializar los sueños del saber. Pero sí orientarlos hacia propósitos humanistas. Merece la pena leerse a Simondon y 'El modo de existencia de los objetos técnicos' para no desesperar. Podemos hacer de la IA nuestra aliada.
–Habla en su libro de «un diseño robusto éticamente y amigable para el ser humano». ¿Eso es utopía y lo demás, oraciones?
–No, lo es. Depende del propósito algorítmico que movilice a la IA cuando decide basándose en su inteligencia estadística. Se trata de que primen siempre las acciones que salvaguarden la dignidad humana y potencien nuestro bienestar moral.
–¿Cuál es su concepto de un mundo feliz?
–Que sea libre para que cada uno la busque a su manera sin dañar a nadie.
–Se postula en el espacio del articulismo como 'consultor independiente y analista político. Escritor y profesor universitario'. ¿Esto no hay IA que lo supere?
–Por ahora, no. Dudo más y soy más curioso que ella…
–¿Contempla un posible freno al escepticismo y la pasividad frente a gobernantes y políticas insustanciales e invisibles?
–Es la consecuencia de que la democracia liberal va muriendo mientras nace de ella una democracia populista. Por eso no dejo de leer a los estoicos desde hace unos años.
–Tras su disección, arriesgue un pronóstico. Esa nueva era que se desprende de la consumación tecnológica, ¿tendrá su correspondiente paraíso, aunque sea desde la periferia?
–Así termina 'Blade Runner', ¿no?
–Las nuevas generaciones, sus hijas sin ir más lejos, ¿qué conocimientos necesitan para prevalecer sobre las máquinas?
–Mis hijas tienen 10 años. Estudian en la Scuola Italiana porque sus exámenes son orales y la formación básica es matemáticas y humanidades. Las llevo a museos regularmente. No tocan pantallas. Leen, ahora están con 'La isla del tesoro' de Stevenson. Han ido al teatro desde los cuatro años… Además, están en tercero de violín en el Conservatorio. Por supuesto, no hay teléfono. Aquí he de agradecer que los italianos han visto claro que en la escuela y el liceo está prohibido el móvil. La tecnología es un complemento. Y por supuesto el cuidado del cuerpo. La clave está en hacer todo aquello que la máquina no va a hacer. Los seres humanos deben ser más humanos que nunca.
–¿La IA tendría solución para el caso catalán?
–No, porque Cataluña es un problema histórico… La única persona que lo entendió era Sir John Eliott. Escribió 'La rebelión de los catalanes' en 1966 y dio en el clavo. Es un conflicto medieval que se enquista en el Barroco y se aborda sin perspectiva histórica en la Modernidad. He hecho la prueba de preguntarle a una IA y en la respuesta no se citaba las dos obras capitales que explican el caso catalán. El libro de Eliott e 'Historia crítica de la vida y reinado de Fernando II de Aragón' de Jaume Vicens Vives… Ahí está todavía la superioridad humana. La sabiduría humana frente al conocimiento algorítmico.
–¿El libro es el mejor aliado frente a la invasión de 'pantallas' y la falta de educación visual?
–Absolutamente. El libro es invencible. Recomiendo a Michel Desmurget: más libros y menos pantallas. Un excelente libro escrito por un neurocientifico que explica por qué el libro se relaciona mejor con la neuroplasticidad del cerebro que la pantalla.
–Un nada descartable triunfo de Trump, ¿sonaría a himno finalista?
–Más bien a Réquiem de la democracia…
–Usted habla de culpa. A la intemperie y con sentido crítico. ¿Ahí reside la supervivencia?
–Sin culpa no hay redención. Y sin redención no hay esperanza…
–¿Le gustaría formar parte de ese Santander de la cultura, que se vislumbra, desde alguna tribuna de gestión o de acción e intervención?
–Siempre he creído que Santander tiene posibilidades extraordinarias. Sus activos son potentes y, si se interrelacionan dentro de un ecosistema global que le saque del líquido amniótico de la Bahía, puede adquirir una visibilidad cultural muy superior a lo que se vislumbra.
–¿Por qué va a publicar sus Diarios? ¿Hay que hacer un ejercicio de pudor, de depuración y de distanciamiento para discernir privacidad y complicidad pública?
–Empiezo a mirar atrás para entender lo que vendrá después. Siempre he escrito un diario que ha ido consignando una vida que se ha asomado a muchas cosas que he tratado de entender y analizar. La relación de personas que han pasado y pasan por ella es fascinante. Todo eso exige un equilibrio narrativo muy pulcro, pero muy humano.
–Publicará en Acantilado un libro sobre el Museo del Prado. ¿Es el desahogo de su lado más flâneur e intelectual?
–Es una reflexión que pretende hablar de la cultura española a través de sus fragmentos simbólicos y las capas de conocimiento que solapan. Primero será el Prado, que escondió América de su relato museístico por alguna… Luego, quizá, vengan otros fragmentos detrás… Estoy en ello.
–¿Se arrepiente de su paso por la política, o volvería si fuese tentado por determinados cantos de sirena?
–No me arrepiento. Estoy muy agradecido a ella. Empezando por sus heridas, que las muestro con agrado. Pero el cáliz de la política ya lo bebí hasta sus heces.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.